ENTREVISTA | Omaira Perdomo, jugadora de voleibol

“Es urgente construir referentes porque las personas trans estamos ausentes en el deporte”

Omaira Perdomo (Gran Canaria, 1999) puede convertirse en la primera persona transexual en competir en primera división de un deporte olímpico en España. Si la Federación Española de Voleibol lo autoriza, Omy, como es conocida desde pequeña, debutará con 18 años la próxima temporada en el IBSA Gran Canaria, que juega en la Superliga Femenina, la máxima categoría del voleibol femenino en España. Un triunfo que no se reserva para sí misma.

Aprovecha uno de los pocos descansos que tiene del entrenamiento intensivo de esta época del verano para coger el teléfono y contar cómo ha llegado hasta aquí. Tras ella llegó Antía Fernández, que pasó a la historia por ser la primera mujer trans federada en una disciplina olímpica del país, en Voleibol, aunque en la Segunda División Autonómica. También Óscar Sierra, que jugó con los Zaragoza Hurricanes de la Tercera División de Fútbol Americano. Un escenario de escasos referentes que Omaira quiere contribuir a dar la vuelta.

¿Cómo suena ser la primera persona trans en competir en primera división de un deporte olímpico en España?

Es una alegría difícil de explicar con palabras. También muchísimo orgullo. No solo por mí, sino por lo que una cosa así significa para el colectivo trans. Es algo que puede mandar un mensaje a todos aquellos niños y niñas transexuales o que están iniciando el proceso de que pueden lograrlo. Yo soy ese pequeño porcentaje que ha llegado a algo así por determinadas circunstancias, pero es necesario contribuir a romper la barrera que impide que las personas trans puedan ser lo que quieran.

¿Cuáles son esos obstáculos que deben derribarse todavía?

La falta de visibilidad unida a que, como en otros ámbitos de la vida, los hombres trans no son considerados hombres y las mujeres trans no son consideradas mujeres. Es tan básico como respetar la identidad de género de cada uno, pero nuestra situación se traduce en que tenemos menos oportunidades y no estamos en igualdad de condiciones que el resto. Creo que esto tiene que ver con que, por la situación social, las personas trans nos autoimponemos frecuentemente frenos, creemos que no vamos a llegar, nos decimos algo así como “soy trans, ¿qué voy a hacer'”.

¿De dónde surge?

La sociedad suele enviar este tipo de mensajes. Tiene establecido de manera muy firme lo que se supone que es para chicos y lo que se supone que es para chicas y tu no puedes tomar un camino diferente. Hay líneas puestas y no puedes ir por el medio. A mi desde pequeña me dijeron que era imposible, a esto me refiero: “O juegas como un hombre y lo haces en la liga masculina o no juegas”.

¿Cómo influye en esto la falta de referentes?

Es determinante porque si no hay espejos positivos en los que mirarse, es difícil. Es urgente construir referentes porque las personas trans estamos ausentes en el deporte, aunque no solo. También en la música, en el cine, en la política...en la sociedad en general. Yo no me he sentido identificada porque nadie influyente era como yo. 

¿Cuál ha sido tu trayectoria como jugadora de voleibol?

Empecé a jugar en el colegio, cuando tenía 11 o 12 años, en equipos mixtos. Desde bastante pequeña era leída socialmente como una niña porque empecé el proceso pronto. Y llegó un momento en el que los equipos ya se dividían en femenino y masculino. Ahí me dijeron que no podía jugar con las chicas y estuve un tiempo en el equipo de los chicos, pero lo dejé porque no aguantaba más. Los entrenadores me llamaban por el nombre masculino, a pesar de que mi madre iba a hablar con ellos y quejarse o me exigían ir vestida como iban ellos. 

Quienes se supone que debían facilitarme la vida en lo deportivo lo que consiguieron es convertirme en una persona mucho más insegura y me quitaron el voleibol, que era lo que más me gustaba. Yo era Omaira, era una chica y aquello era muy injusto.

¿En qué momento decidiste volver?

Al año el club desapareció y pude empezar en otro que sí me permitió jugar con el equipo femenino. Aunque no podía competir en la liga, pero desde el principio me dijeron que podía entrenar con ellas. Ahí me sentí muy acogida. Luego pasamos a una categoría en la que sí se permitía, hasta que el IBSA Gran Canaria se fijó en mí y apostó por mí. Desde entonces, abril o mayo de este año, llevo entrenando con ellos.

La transfobia es una experiencia cotidiana para las personas trans, ¿cómo ha sido en tu caso?

He sufrido transfobia en el colegio, pero el acoso es algo que también se dirige a otras personas que no lo son. Quiero decir que es algo que hay que denunciar, pero también estoy cansada de que siempre se asocie a las personas trans la discriminación. En el colegio me obligaban a ir al vestuario de chicos e incluso hubo padres, tanto de alumnas como de alumnos, que se quejaban de que compartiera baño con ellas o ellos, así que acabé en el baño de profesores.

Me han llegado a dejar en el despacho de dirección durante la celebración de unas fiestas porque me habían avisado de que debía ir con el traje típico de hombre y fui con el de mujer. Cosas de ese tipo unidas siempre a las miradas o los comentarios habituales.

¿Qué mensaje les envías a los menores trans que buscan referentes?

Que tengan en cuenta que hay una sociedad que castiga lo diverso y que obliga a ir por un camino a todo el mundo. Pero que no se queden en ello. Si a mi este año la Federación no me permite jugar lo intentaré el año que viene. Les diría que nunca dejen que nadie les diga lo que pueden o no pueden hacer.