Los reflejos turquesas en sus aguas, su fina y blanca arena, un amplio rango de hospedaje y las sugerentes campañas publicitarias atraen cada año a millones de viajeros a las playas de Tailandia, que se ven ahora amenazadas por su propio éxito.
“El turismo tiene un enorme impacto en las costas del país, donde el principal reto es la protección de los ecosistemas marinos”, declara a Efe Thon Thamrongnawasawat, profesor de biología marina de la Universidad de Kasetsart y colaborador en varios proyectos conservacionistas gubernamentales.
Más de la mitad de los 34 millones de turistas extranjeros que visitaron este año Tailandia viajaron a las idílicas playas del país, según cálculos del sector.
“Los viajeros principalmente viajan a alguno de los 30 enclaves insulares donde se concentra el turismo”, como las afamadas Phi Phi, Railey, Phuket, Samui o Tao, apunta el profesor.
Uno de los ejemplos de densidad e impacto ambiental que cita el experto es Koh Khai, un cayo de 40.000 metros cuadrados bañado por el mar de Andamán y a donde cada año acuden 1,4 millones de personas -un número superior a las que visitaron Maldivas-.
La dependencia en la industria turística de la economía local se ha incrementado en los últimos años hasta representar el 20,6 % del PIB o 2,90 billones de bat (89.100 millones de dólares o 75.690 millones de euros) en 2016, según datos del Consejo Mundial de Turismo.
Más de 5,7 millones de personas -o el 15,1 % de la población activa- trabajan, directa e indirectamente, en este sector que se prevé mantendrá el crecimiento durante la próxima década.
“Aunque cause daños el turismo no se puede parar o limitar porque afectaría a la economía del país y directamente a miles de trabajadores. Pero sí se pueden buscar la manera para hacerlo más sostenible para ayudar al mismo tiempo a la conservación y el desarrollo de las comunidades locales”, subraya el experto.
El trasiego de barcazas es constante en la popular Maya Bay, escenario de la película “The beach” (2000) protagonizada por un jovencísimo Leonardo Di Caprio, donde para llegar al agua hay que evitar como en una yincana los miles de visitantes diarios.
Recientemente, las autoridades anunciaron que limitarán las visitas a esta bahía durante cuatro meses en la temporada baja de 2018 -entre junio y septiembre- para favorecer la recuperación medioambiental.
“Es un primer paso para cuidar Maya. La gente se ha unido por primera vez para pedir el cierre, ganar menos dinero, pero conservar el medioambiente. Y después, estudiaremos el progreso realizado”, explica Thon, a quien también le gustaría limitar el acceso de las embarcaciones a la ensenada.
Otro de los problemas es la aglomeración de plásticos en las costas de Tailandia, un de los países que encabezan la clasificación de desechos del citado material en los océanos.
Thon es uno de los impulsores de un proyecto que buscar “sustituir gradualmente” el plástico por materiales biodegradables en media decena de islas turísticas de Andamán.
“No puedes prohibirlo todo de la noche a la mañana, los empresarios se quejaría, por lo que hay avanzar poco a poco”, comenta el conservacionista.
Thon, que cuenta con decena de miles de seguidores en Facebook, asegura que las redes sociales son su “instrumento” para animar a las personas a “alzar la voz” con el objetivo de proteger el medioambiente y presionar al Gobierno para lograr cambios.
“Todos tenemos que trabajar juntos. Cada persona haciendo un poco y además exigir a las grandes compañías responsabilidades y asistencia (...) Hay que trabajar para hacer a la gente creer y entonces se podrán lograr una mejor conservación”, sentencia el profesor, cuyo propósito en la vida, apostilla, es “ayudar al mar”.