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“Más que una pregunta, tengo un comentario”: por qué la ciencia es un imán para las ideas delirantes

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Antonio Martínez Ron

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Desde el motor de agua a la máquina del movimiento perpetuo o la solución a uno de los problemas del milenio. Es raro que quien se dedica al mundo de la ciencia no haya recibido alguna vez la visita de un espontáneo en su despacho, cargado con documentos que demuestran una realidad que estaba oculta a los científicos o la solución a alguno de los grandes problemas de su campo de investigación. O que, al final de una de sus charlas públicas, una de estas personas tome el micrófono y pronuncie una frase que se ha convertido en una señal anticipatoria: “Yo, más que una pregunta, tengo un comentario”.

Los ejemplos son innumerables, independientemente del área de investigación. “Al final de la presentación de un libro, un señor tomó la palabra para explicarnos que sus chacras sexuales estaban cerrados y nos dio detalles de cómo desbloquearlos”, recuerda la sexóloga Laura Morán. Al bioquímico Carlos Briones, investigador del Centro de Astrobiología (CAB-INTA-CSIC), se le acercó un hombre con una plantita metida en un frasco que, según él, había crecido sobre un meteorito que tenía en casa. “Afirmaba haber mantenido la planta en una atmósfera especial y pretendía que me la llevara para que la analizáramos los de la NASA”, resume.

En algunas circunstancias, la situación puede ser más incómoda e incluso violenta. Javier Pérez y sus compañeros de la AEMET en A Coruña recibieron hace poco la visita de un vecino que decía tener una máquina para detener las borrascas. “Nos dijo que tenía en su casa un electroimán con el que está desviando las borrascas del Atlántico y que venía a brindarnos su ayuda”. La astrofísica Eva Villaver recuerda que cuando trabajaba en uno de los observatorios de La Palma recibía llamadas telefónicas de personas desde la península que le pedían que apuntase el telescopio en una dirección concreta porque habían visto algo extraño en el cielo. Y una noche, en el Teide, se presentaron dos tipos vestidos con túnicas blancas que querían contarle sus teorías y le dieron un susto de muerte. Pero la peor experiencia fue cuando un espontáneo muy exaltado se presentó en su despacho de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). “Me llegó un señor muy grande dando puñetazos en la mesa y con un CD que, según él, probaba que la Tierra no giraba”.

Me llegó un señor muy grande dando puñetazos en la mesa y con un CD que, según él, probaba que la Tierra no giraba

Eva Villaver Astrofísica

Otra vía de contacto habitual son los correos electrónicos con decenas de destinatarios de diferentes centros de investigación. “Entre los matemáticos es frecuente que alguien te envíe una supuesta solución a una conjetura o a uno de los problemas del milenio”, asegura la divulgadora e investigadora Anabel Forte. “Son redacciones larguísimas y muy enrevesadas en las que aseguran tener una demostración brillante pero que nadie les ha hecho caso nunca”. El matemático José Antonio Prado-Bassas, de la Universidad de Sevilla (US), subraya que el fenómeno se remonta muy atrás y recuerda que a finales del siglo XIX José Echegaray recibía innumerables cartas con supuestas demostraciones de la cuadratura del círculo. “Y, ni corto ni perezoso, rehizo la demostración de que era imposible para que todo el mundo pudiera leerla y para que le dejaran en paz con tanta carta”, explica. 

¿Enfermedad o rasgo de personalidad?

El catálogo de este tipo de situaciones incluye desde personas que simplemente tienen personalidades e ideas estrafalarias a otros en los que se puede estar manifestando un problema de salud mental. “Entre los que se acercan al final de las charlas para llevarte aparte y mostrarte algo, casi todos son hombres, en el rango de unos 40-70 años”, comenta Carlos Briones. “Nunca sé si es una persona con un trastorno que quiere captar mi interés y tener su minuto de gloria hablando de tú a tú con un científico o si solo es alguien genuinamente interesado por lo que ha visto o tiene entre manos. Yo siempre los trato con respeto”.

Víctor Peralta, psiquiatra del Instituto de Investigación Sanitaria de Navarra, cree que conviene diferenciar muy bien cada caso. “Muchas veces no son enfermedades, sino formas de ser, que probablemente entroncan con rasgos narcisistas o paranoicos”, explica. “Son personas que ante un hecho que desconocen le dan una interpretación errónea y su caso tiene que ver más con la conspiranoia o las creencias equivocadas. Es decir, su situación tiene más relación con sus circunstancias personales y sociales que con un trastorno mental”. 

La 'ilusión de profundidad explicativa' se produce cuando has pensado mucho en algo y tienes la ilusión de que sabes más de lo que realmente sabes

Fernando Blanco Psicólogo de la Universidad de Granada (UGR)

Sobre estos casos menos graves, hay algunos aspectos en los que la psicología ofrece algunas claves. Fernando Blanco, psicólogo de la Universidad de Granada (UGR), cree que aquí entra en juego lo que se conoce como “ilusión de profundidad explicativa”, por la cual, “cuando has pensado mucho en algo tienes la ilusión de que sabes más de lo que realmente sabes”. En su opinión, hay una clara conexión con lo que les sucede a los defensores de las teorías de la conspiración, que pasan horas investigando por sus medios sobre una supuesta verdad oculta sin tener las herramientas para distinguir la realidad de la ficción. “Ese proceso de ahondar y buscar información por tu cuenta te genera una ilusión de racionalidad y estás más dispuesto a creer en tu teoría, porque has invertido ese esfuerzo y porque realmente te parece que has investigado”, explica. 

Miguel Ángel Vadillo, profesor de psicología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), cree que estas situaciones pueden tener relación con una característica conocida como la metacognición. “Los estudios más recientes apuntan a que es un rasgo más o menos estable de las personas y se determina midiendo la relación entre lo que tú crees y hasta qué punto eres capaz de determinar qué valor tienen tus creencias”, asegura. Las pruebas para medirlo consisten en preguntar a los sujetos sobre diferentes hechos que objetivamente son ciertos o falsos y después se les pide que estimen qué grado de confianza tienen en haber acertado. “Las personas con baja metacognición están muy seguras de cosas de las que nos tienen ni idea”, resume. “Esto les lleva a ser muy reacios a cambiar sus creencias, porque si crees que lo que sabes tiene mucho valor, estás menos dispuesto a cambiarlo y aprender”.

Las personas con baja metacognición están muy seguras de cosas de las que nos tienen ni idea. Esto les lleva a ser muy reacios a cambiar sus creencias

Miguel Ángel Vadillo Profesor de psicología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM)

En cuanto al motivo por el que estas personalidades se ven atraídas por la ciencia, puede haber un componente de megalomanía o puro narcisismo, pero Fernando Blanco cree que también les seduce el halo de prestigio que envuelve a lo científico y académico. “Imagino que hay un deseo de que te reconozcan”, opina. “Aparte de elaborar un relato en el que ellos son los héroes, frente a un comunidad científica que no se ha enterado de nada, quizás llegan a pensar que están alcanzando el culmen de la inteligencia humana y quieren alimentarse de ese prestigio”. 

El sufrimiento bajo el delirio

Sobre los casos de enfermedades mentales graves, el psiquiatra Pedro Sánchez Gómez recuerda que en general son poco frecuentes, pero el hecho de que aparezcan en el entorno de la investigación genera un sesgo en quienes tienen una de estas experiencias. “En el ámbito científico, sobre todo en la física, se van a encontrar que van a estar sobrerrepresentados, porque los pocos que hay están allí, no es que haya muchos”, explica.

El motivo por el que la ciencia es un foco de atracción de estas fantasías parece evidente, pues es el proveedor de los hilos con los que se tejen las explicaciones del mundo. “Algunos aspectos de la ciencia, especialmente la física, rompen con nuestro estilo de pensamiento cartesiano y newtoniano”, argumenta el especialista. “Y las personas con psicosis suelen tener suprimido el fenómeno de la consonancia cognitiva, de modo que es posible que las paradojas de la física les atraigan más que al resto”.

En esta España laica y descreída, los temas más recurrentes son los ovnis, la física o los inventos. Por eso estas personas suelen identificarse con grandes descubridores, físicos o ingenieros

Pedro Sánchez Gómez Psiquiatra

El experto recuerda que es más probable que quienes protagonizan este tipo de aproximaciones excéntricas a los científicos sufran trastorno bipolar, más que esquizofrenia, pues en el segundo cuadro suelen verse muy afectadas las capacidades cognitivas. “En el trastorno bipolar, durante la fase de manía o euforia, los pacientes tienen una visión de sí mismos extraordinariamente buena, y pueden entrar en el campo de una idea delirante”, señala. Y hay que tener en cuenta que estas ideas cambian según cada época y los temas de moda en cada momento.

“Cuando estos pacientes desarrollan un delirio, los temas obedecen a la cultura en la que están inmersos”, informa Sánchez. “En una cultura religiosa, la fantasía es que eres santo o que se te aparece un ángel. Ahora, en esta España laica y descreída, los temas más recurrentes son los ovnis, la física o los inventos. Por eso estas personas suelen identificarse con grandes descubridores, físicos o ingenieros. Las oficinas de patentes están llenas de ejemplos”.

La psiquiatra vasca Uxue Picaza destaca que no hay estudios científicos concretos que nos digan que la ciencia es un foco de interés para estos enfermos, aunque admite que los temas tecnológicos está en boga y las nuevas tecnologías, la posibilidad de ser observado con cámaras o a través de internet, sí son una constante en muchos cuadros paranoicos. “Pero la ciencia es una opción más, entre otras muchas”, recalca. Entre los pacientes más graves, muchas veces sus envíos de correos masivos o sus intervenciones en público son llamadas de atención, comenta. “La parte más megalomaníaca se explica porque necesitan tener un lugar y que les hagan caso, por eso muchas veces, cuando se paran, se quedan en la nada y algunos acaban suicidándose”.  

No tiene ninguna gracia, no es motivo de chanza, sino de compasión y de asistencia técnica y de poner los medios para que estas personas sufran lo menos posible

Pedro Sánchez Gómez Psiquiatra

En este sentido, Sánchez Gómez cree que se han transmitido algunas ideas equivocadas y muy perjudiciales sobre relación entre la locura y la ciencia. “Respecto a la genialidad, hizo mucho mal la película Una mente maravillosa, basada en la vida del matemático John Forbes Nash”, asegura. “La película es mentirosa, no dice la verdad, porque Nash desarrolló sus ideas científicas antes de que apareciera la paranoia en su vida”. Es por eso que llama a tomarse este asunto en serio y con rigor. “Estos episodios no deben ser motivo de chanza, sino de compasión y de asistencia técnica y de poner los medios para que estas personas sufran lo menos posible”, advierte. 

Aparte de tratar a todos con el mismo respeto y prudencia, hay algunas pautas para distinguir cuando estamos ante un caso de enfermedad mental, según los expertos. “Distinguir la cordura de la enfermedad mental solo es sencillo cuando la gravedad de la enfermedad es tal que compromete toda la actividad mental de quien la sufre”, indica Sánchez Gómez. “En estos casos es la manera de hablar y gesticular la que nos pone sobre aviso: su discurso descarrila, está lleno de incoherencias lógicas, su mímica, la expresión de las emociones son siempre extrañas en incoherentes con el contexto en el que surgen”. Pero hay muchísimos casos donde la enfermedad mental no compromete funciones mentales tan básicas y la persona puede expresar una idea delirante y ser creíble salvo que seas experto en la materia. “Yo me suelo reír mucho de un compañero y amigo que se tragó que un paciente había trabajado como físico de partículas en el CERN y resulta que no tenía ni el bachiller completado”, comenta.

Víctor Peralta recuerda que ninguno de nosotros somos enteramente racionales y somos susceptibles de elaborar explicaciones delirantes sobre asuntos que no conocemos bien. “Cuando la gente no encuentra explicación a algo, o no se cree la que le dan, como pasó en la pandemia, es más susceptible de creer en una teoría alternativa”, explica. Y vivimos en una época en la que los avances tecnológicos son tan complejos que su entendimiento no está al alcance de todos. “La línea que separa la ciencia ficción de la ciencia se ha ido haciendo cada vez más tenue”, sentencia. “Estamos viendo avances inimaginables, que en el pasado parecían locuras”. “Hay un gradiente entre lo normal y lo patológico en el que nos movemos todos”, subraya Fernando Blanco. “Todos podemos caer en teorías de la conspiración, dependiendo de la situación. Y por eso conviene tener cuidado—concluye—, no vayamos a ser nosotros los que un día pidamos el micrófono para decir un disparate”. 

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