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La presión a los más pequeños en el deporte o cómo se les exige ser el próximo Messi

¿Diversión o competición? Ambas son compatibles y no hay por qué elegir. Se compite para aprender, crecer y divertirse. Pero en el deporte infantil, muchas veces son los propios padres los que exigen a los más pequeños ser la estrella del equipo y el resultado puede ser el abandono.

Casi la mitad de los niños y un tercio de las niñas que dejan el deporte lo hacen, en gran parte, por la fuerte exigencia que les trasladan sus padres o familiares, según este estudio realizado por la Universidad Pablo de Olavide y la Universidad de Huelva. Incluso una elevada autoexigencia desarrollada por el propio niño con el objetivo de no defraudar hace que pierdan la ilusión por el juego.

El deporte infantil es una actividad que no solo brinda una oportunidad para hacer ejercicio, sino que también enseña habilidades sociales importantes como la cooperación, el trabajo en equipo y la comunicación efectiva. Sin embargo, a menudo hay una presión excesiva sobre los niños para que tengan un desempeño sobresaliente en su deporte, lo que puede llevar a consecuencias negativas para su salud física y mental.

“Si los padres presionan, los niños pueden tener estrés y puede repercutir en su salud mental”, explica David Peris del Campo, doctor en Psicología y Presidente de la Federación Española de Psicología del Deporte. “Dar la sensación de que hay que hacer más para ser mejor y no es así.” Peris del Campo coincide con las conclusiones del estudio y añade que, ante estas situaciones de presión, “años más tarde, cuando los niños tienen poder de decisión, quieren abandonar el deporte”.

Actuar como padres, no como entrenadores

Esas altas expectativas que generan los padres en sus hijos a veces llegan un paso más allá: “Hay situaciones en las que un padre llega a mover hilos dentro del equipo para beneficiar a su hijo y eso, perjudica a los otros”, cuenta el psicólogo. En este sentido, “los padres esperan que sus hijos sean el próximo Messi, e igual lo llegan a ser, pero no exigiéndoles desde los siete años”, nos cuentan en un club de fútbol del norte de la Comunidad de Madrid.

La exigencia puede manifestarse de diversas maneras: presión sobre los sus hijos para que practiquen más horas de las recomendadas, criticar duramente los errores del juego, e incluso cuestionar el trabajo de los entrenadores. “Hay padres que dirigen a los niños desde la grada y las instrucciones se contradicen con las mías. Ahí es cuando los niños se agobian”, afirma Sergio, entrenador de un equipo alevín en el club Rivas F.C de Madrid.

Los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos, en este caso, hacer lo imposible para que salgan ganadores pero ¿a costa de qué? “Si los padres se sobrepasan, generan mucho estrés en los niños y la reacción es el bloqueo”, añade Peris del Campo.

Este experto explica que es importante que los padres y entrenadores entiendan la importancia de fomentar un ambiente saludable y positivo para los niños en el deporte infantil: enfocarse en el disfrute y no solo en el rendimiento. “Disfrutar y aprender de lo que pasa, dejar de lado las presiones que nada tienen que ver con el juego”, remata.

Un mal ejemplo desde la grada

Además de esta presión, los adultos también influyen con la actitud y el comportamiento que muestran durante los juegos. Las noticias sobre insultos a colegiados y jugadores desde la grada no son nada nuevo. Desde gritos a los niños, entrenadores y hasta a los árbitros, los padres parecen querer dirigir el partido.

Los niños no se sienten frustrados por la derrota en sí, sino por el drama que hacen los adultos

Ángel Andrés Jiménez, bautizado como Árbitro de la Paz, tiene como principal cometido eliminar del fútbol (y del deporte en general) los insultos y las malas formas. Con sus charlas previas al juego, intenta que se instale un ambiente sano basado en el respeto y deportividad. Uno de los mensajes que transmite se conoce como V.A.R (ver, animar y respetar), de la Plataforma 0:90. “Animar no es dar instrucciones a los niños porque al final les genera presión y tensión y tienen que jugar simplemente divirtiéndose”, añade Ángel.

El Árbitro de la Paz, testigo de muchas de estas situaciones, cree que “los niños tienen que equivocarse y rectificar pero no tener presión desde la grada. Muchos se sienten frustrados no por la derrota en sí, sino por el drama que hacen los adultos”.

Además, Ángel también ha recibido insultos por parte de los aficionados: “Hace años, los adultos se concentraron a la salida de un partido para seguir insultándome y uno de los niños salió en mi defensa y pidió respeto”. El mundo al revés. “Los niños merecen que los adultos les demos ejemplo a ellos, no ellos a nosotros. Tienen derecho a jugar en un ambiente educativo y nosotros tenemos que crearlo”, concluye Ángel.

Una forma de fomentar un ambiente saludable es establecer límites. Los padres y entrenadores deben enfocarse en el esfuerzo y el progreso de los niños en lugar de solo en los resultados. Todos los niños tienen diferentes habilidades y ritmos de aprendizaje. Y como decía el ex seleccionador nacional de fútbol Luis Enrique en su etapa como streamer en Twitch: “Solo llega un 1% de los niños. Dejad que disfruten”.