El paciente de Berlín, el de Londres, el de Düsseldorf y, ahora, la de Nueva York. La revista Cell ha publicado este jueves el caso de la cuarta persona con VIH que se cura de la infección tras un trasplante de médula ósea. El avance, pese a parecer similar, guarda algunas diferencias con los anteriores: es la primera mujer, identificada como racialmente mixta, y el primer caso en el que la donación se ha realizado a partir de células de cordón umbilical y no de un donante adulto. Aunque esto no supone ningún avance terapéutico en personas seropositivas, sí abre la puerta a nuevas estrategias para aquellas que necesiten ser trasplantadas como parte de sus tratamientos contra el cáncer.
La paciente de Nueva York recibió el trasplante de médula ósea en 2017. La intervención hizo remitir tanto la leucemia que padecía como el VIH, lo que le permitió dejar de tomar la medicación. Aunque el estudio se realizó 18 meses después, y fue presentado en una conferencia en febrero de 2022, los médicos que realizan su seguimiento han señalado que 30 meses después de abandonar los antivirales, continúa siendo seronegativa.
“El estudio es robusto y las conclusiones están soportadas por los datos”, indica el virólogo y director de la Unidad de Inmunopatología del Sida del Instituto de Salud Carlos III, Jose Alcamí. El experto señala en declaraciones al Science Media Center que, aunque “debemos dejar transcurrir más tiempo para asegurar la curación, la experiencia previa con los pacientes denominados de Berlín y Londres, tres años es un tiempo razonable para afirmar (con cautela) que la paciente está curada”.
La principal diferencia con los casos anteriores, el tercero de ellos publicado hace apenas dos semanas en la revista 'Nature Medicine', es que el trasplante se ha realizado a partir de células de cordón umbilical, que requiere menos compatibilidad que las extraídas de un donante adulto.
“Cuando nacemos, las células progenitoras son más 'adaptables' a distintos contextos genéticos. Un trasplante de médula de células madre de adulto requiere una identidad genética completa, del 100% en una serie de genes que son como un DNI genético para el trasplante. Sin embargo, las células del cordón no requieren un 100% de identidad, sino que un 50% es suficiente”, explica Alcamí, que considera que “esta estrategia se ha revelado eficaz en la paciente y abre una vía para encontrar un mayor número de donantes por paciente candidato”.
¿Por qué se utilizó esta estrategia? Para una potencial cura de VIH en un paciente que necesite un trasplante de médula ósea, el material que reciba debe ser portador de la mutación delta 32, relacionada con la resistencia a la infección. Solo en al rededor del 1% de la población caucásica existe esta delación genética, que es mucho más rara en otras razas. “La epidemia de VIH es racialmente diversa y es extremadamente raro que las personas racializadas encuentren un donante adulto no emparentado suficientemente compatible”, indica la codirectora del estudio, la experta en enfermedades infecciosas de la facultad de Medicina de la Universidad John Hopkins, Deborah Persuad.
Ante la dificultad para encontrar a un donante adulto compatible con la mutación, el equipo de especialistas del Weill Cornell Medicine de Nueva York y de la Red Internacional de Ensayos Clínicos sobre el SIDA en Madres y Adolescentes (Impaact) optaron por recurrir a células madre de sangre de cordón umbilical almacenada portadora de la mutación. El éxito de la intervención “amplía las oportunidades para personas de diversa ascendencia que viven con el VIH y necesitan un trasplante para curar otras enfermedades”, explica Persuad.
La experta insiste en la necesidad de priorizar la búsqueda de células con la mutación Delta 32 para los trasplantes de estos pacientes. “Hasta ahora, las curas exitosas han sido con esta población de células mutadas, mientras que los estudios que utilizaron células madre sin esa mutación no han podido curar el VIH”, señala.
Lo excepcional de este caso no puede extrapolarse a lo general. “No debemos dar falsas esperanzas: este tratamiento no es posible, viable ni deseable para la inmensa mayoría de pacientes que viven con VIH”, explica el director de la Unidad de Inmunopatología del SIDA, que recuerda que un trasplante de médula es una intervención arriesgada y que solo está indicada para pacientes con cáncer hematológico que han agotado otras vías terapéuticas. Además, los avances científicos han permitido que las personas seropositivas que tienen acceso al tratamiento puedan tener una vida normal, más allá de la pastilla diaria o las inyecciones. La medicación consigue reducir la carga viral hasta hacerla indetectable, lo que evita la transmisión del virus, y desde hace años los nuevos diagnósticos pueden disfrutar de una esperanza de vida similar a la de cualquier persona sin VIH.
En los últimos tiempos, los esfuerzos por encontrar un remedio contra el VIH que beneficie a los 38,4 millones de pacientes en todo el mundo, se han enfocado en lograr una cura funcional. A finales de febrero, la empresa biotecnológica AELIX Therapeutics presentó los resultados de un ensayo clínico en fase II de una vacuna terapéutica que permitiría permanecer un tiempo más prolongado sin tratamiento antirretroviral. En concreto, las personas que recibieron el fármaco alcanzaron dos años sin replicar el virus; mientras los que tenían placebo tuvieron que retomar la medicación a las 12 semanas.
“Lo que queremos es mejorar la respuesta inmune de las personas que ya tienen la infección y ver si, gracias a ello, son capaces de controlar la multiplicación del virus. Normalmente, a una persona con VIH le damos tratamiento antirretroviral y dejamos el virus congelado. Los pacientes son indetectables y no transmiten la infección, pero si dejan de tomar la medicación, en más del 90% de los casos, el virus reaparece en unas semanas y volvemos a la casilla de salida. Algunos pacientes son capaces de controlar el virus sin tener que tomar la medicación. Es lo que llamamos los ‘controladores de élite’, pero son en torno al 1%. Con esta inmunoterapia lo que intentamos es transformar la respuesta normal del 99% para que se parezca más a ese 1% y que, si paran de tomar la medicación, el virus no rebote. Es un campo muy prometedor de investigación para los próximos años”, explicaba en esta entrevista el investigador José Moltó.