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El primer relato judicial de una víctima del franquismo: “Llamaron a la puerta y me encontré una pistola en la cara”

Julio Pacheco y Rosa María García a su salida de los juzgados de Madrid el pasado mes de septiembre

Alberto Pozas

11 de abril de 2024 22:50 h

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El pasado septiembre Julio Pacheco se convirtió en la primera víctima de torturas policiales del franquismo en declarar en un juzgado y contar lo que sufrió a manos de varios agentes en los calabozos de la Dirección General de Seguridad, en Madrid. Con la causa judicial en un momento delicado por la posible prescripción de los hechos, la declaración de este militante comunista constituye el único testimonio judicial de un opositor a la dictadura como víctima y no como acusado. “Los policías te tiraban para un lado, te pegaban, te daban golpes... tú eras como una peonza y ellos hacían contigo como si fueras un juguete”, relató Pacheco, según su declaración, a la que ha tenido acceso elDiario.es. Él pudo identificar a dos policías que estuvieron presentes en su detención e interrogatorios: José Manuel Villarejo, entonces conocido como 'el alemán', y el ya fallecido Antonio González Pacheco, apodado 'Billy el Niño'.

Julio Pacheco explicó en el juzgado que fue detenido por tres policías en la noche del 24 de agosto de 1975. “Llamaron a la puerta de casa, abrí y me encontré una pistola en la cara. Me esposaron rápidamente y me bajaron a un coche que estaba esperando en la puerta”, empezó relatando. Los agentes iban de paisano, pero no tuvieron que identificarse: “No hizo falta, con la pistola en la cara no hizo falta”. Desde su casa en el barrio de Lavapiés de Madrid fue llevado a la Puerta del Sol donde se encontraba la Dirección General de Seguridad, actual sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid. Allí se encontró con una de las caras más reconocibles de las torturas policiales del franquismo: “Me subieron a los despachos de arriba y ahí me recibió González Pacheco, 'Billy el Niño'”.  

En esos años Julio Pacheco estudiaba segundo de Biológicas en el colegio universitario de San Blas, adscrito a la Complutense, y militaba en la oposición a la dictadura: tanto en la Federación Universitaria Democrática Española (FUDE) como en el Partido Comunista marxista-leninista. Esa noche descubrió que estaba acusado de participar en la muerte de Antonio Pose, teniente de la Guardia Civil asesinado por el FRAP apenas unos días antes. Fue 'Billy el Niño' el que le informó de lo que, supuestamente, sabían de él: “Me dijo que sabían cuál era mi nombre de guerra, qué cargo tenía en la organización y me pasaron a interrogatorios”.

Nadie dejó constancia de esos interrogatorios y su declaración en el juzgado del pasado mes de septiembre fue la primera referencia oficial a las torturas que denuncia. Los primeros golpes y amenazas, contó, llegaron en el coche de camino al kilómetro cero de Madrid. Después empezaron siete días de pesadilla. “Durante los tres primeros días los interrogatorios fueron mucho más crueles, más fuertes”.

Atado a un radiador en una habitación sin luz natural, los agentes le sometieron durante días a golpes en la planta de los pies. “Es muy doloroso, cuantos más golpes te dan, más sientes ese dolor, estuve mucho tiempo sin poder plantar los pies”, relató a la jueza. Y después llegaban las “ruedas”: agresiones en grupo de policías dentro de una habitación pequeña. “Te tiraban para un lado, para otro, te pegaban, te deban golpes... tú eras como una peonza y ellos hacían contigo como si fueras un juguete”.

El objetivo, relató en el juzgado durante más de 45 minutos, era que confesara su participación en el asesinato del teniente Pose, o que señalara a quien lo hubiera hecho. “El empeño era que yo me autoinculpara”, explicó. En los interrogatorios intervenía otro policía que no le pegaba, solo le instaba a confesar: “Habla ya, confiesa, que te van a dejar tranquilo”.

La tortura física se sumaba a la psicológica. “Me repetían continuamente que podían hacer lo que quisieran conmigo porque no estaba fichado en ningún sitio, estaba como secuestrado”. Después de tres días de golpes fue ya llevado a calabozos y fichado formalmente, bajando la intensidad de las agresiones.

Rosa María García también compareció como testigo ante la misma jueza porque ella también fue detenida y torturada en esa misma operación de la policía franquista. “En una de las sesiones me enseñaron a Rosi, mi compañera, y la estaban torturando, golpes en la planta de los pies. Me dejaron verla para forzar un poco la confesión”, relató él. Pacheco nunca habló y unos días después, tras comparecer ante la Justicia militar, fue llevado a la cárcel de Carabanchel, de donde salió cuatro meses después.

“Me reafirmé en no chillar. No quejarme”

“Te van intimidando, te van haciendo sentirte más indefenso, más vulnerable. Cuando me enseñaron a Rosi, cuando la estaban golpeando, me sirvió para reafirmarme más en que no iba a hablar. Y me reafirmé en una cosa muy tonta: no chillar. No quejarme. No dar la satisfacción a esa gentuza de oírme quejarme”, relató Julio Pacheco, que llegó a pedir permiso a la jueza para llamar “gentuza” a los policías que le habían torturado durante días.

La causa que dirige el juzgado 50 de la Plaza de Castilla de Madrid es la única en España que, a día de hoy, investiga por lo penal supuestas torturas y crímenes de la dictadura franquista. Unas diligencias que se encuentran en un momento delicado: la instructora decidirá en las próximas semanas si archiva o no el caso por la posible prescripción de los hechos. Una de las razones, junto con la amnistía de 1977, que se ha llevado por delante decenas de causas similares sobre los crímenes de la dictadura de Francisco Franco.

El otro juzgado que investiga los crímenes de la dictadura está a miles de kilómetros de donde ocurrieron los hechos. En su despacho de Buenos Aires, la magistrada María Servini ha escuchado en las últimas semanas el testimonio de víctimas de la dictadura en una causa en la que llegó a estar procesado el exministro Rodolfo Martín Villa, cuya imputación ahora los afectados buscan reactivar.

En Madrid, la jueza instructora Ana María Iguacel le hizo una última pregunta para que dijera lo que quisiera decir. El antiguo militante comunista no dudó: “Quiero que comprendan la situación de indefensión que tienes en esos momentos. En sentirte que no eres una persona, que eres un juguete para ellos, que eres un juguete en sus manos, que lo único que te mantiene fuerte es la dignidad de no denunciar a tus compañeros”.

Villarejo 'el alemán' y 'Billy el Niño'

En su comparecencia, Julio Pacheco relató sus encuentros con dos personajes de la Policía española que en esos momentos se desempeñaban en la Puerta del Sol: José Manuel Villarejo y 'Billy el Niño'. Sobre el primero, hoy jubilado acusado en multitud de causas de espionaje, Pacheco no dudó en identificarle como uno de de sus torturadores, algo que el policía siempre ha negado. En aquel entonces era conocido entre los militantes como 'el alemán'.

Pacheco aseguró que se acordó de que era él cuando el comisario empezó a salir en televisión tras el estallido de diversas investigaciones judiciales. “Sabíamos que este era uno de los torturadores. Le llamábamos entre nosotros 'el alemán' porque tenía aspecto de alemán, así cara cuadrada, muy rojo él, ese está identificado plenamente”.

El denunciante aprovechó para comentar a la jueza la dificultad que entraña, varias décadas después, poder identificar a los policías que participaron en las torturas. “Podemos poner caras, pero acompañar caras y nombres no podemos, no somos capaces a no ser que sea una rueda de reconocimiento. O fotos de aquella época”, lamentó.  

También habló de sus encuentros con Antonio González Pacheco, alias 'Billy el Niño', policía ya fallecido acusado de torturas por multitud de militantes antifranquistas que llegó a ser reclamado sin éxito por la Justicia argentina. Él no le torturó, pero sí le recibió en los despachos de la Dirección General de Seguridad y, una noche, le sacó del calabozo para llevarle a un despacho.

“Me llevó al cuarto de banderas, donde metían todo lo que requisaban en los registros. Me metió allí, me dio unas judías infames que no me pude comer y me estuvo contando sus hazañas. Yo creo que estaba un poco bebido, no me torturó”, relató Julio Pacheco ante la jueza. Su causa judicial, la única de estas características abierta en España, espera ahora una decisión de la magistrada sobre si los hechos han prescrito.

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