Después de un viaje espacial de siete años, una cápsula de la NASA ha aterrizado este domingo en el desierto de Utah con una valiosa carga: un puñado de rocas y polvo del asteroide Bennu, que promete proporcionar información única sobre la formación del sistema solar hace unos 4.500 millones de años.
Según la NASA, en declaraciones recogidas por Agencia Sinc, “esta misión ayudará a los científicos a investigar cómo se formaron los planetas y cómo comenzó la vida, así como a mejorar nuestra comprensión de los asteroides que podrían impactar contra la Tierra”.
Es la primera vez que la agencia espacial de Estados Unidos ha conseguido traer a la Tierra muestras de un asteroide. La Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón (JAXA) logró recuperar restos de asteroides en 2020, pero se trató de una cantidad mínima, no más que la de una cucharadita de polvo y rocas, aunque más de lo que los científicos esperaban entonces.
Aunque la misión de JAXA con su sonda Hayabusa2 también supuso una importante información. El análisis de las muestras del asteroide Ryugu presentó dos componentes básicos para la vida: uracilo, una de las unidades que componen el ARN y vitamina B3 o niacina.
Esta misión, bautizada como “Osiris-Rex”, espera haber recolectado 250 gramos de restos del asteroide Bennu, aunque no se sabrá con certeza hasta que se abra la cápsula que los contiene el 26 de septiembre, según explicaron científicos de la agencia espacial estadounidense en una rueda de prensa.
Los expertos creen que Bennu contiene moléculas que se remontan a la formación del sistema solar hace 4.500 millones de años y que podría arrojar luz sobre preguntas que han intrigado a la humanidad durante siglos, como el origen de la vida y del propio sistema solar.
¿Por qué Bennu?
La NASA eligió Bennu porque es relativamente rico en moléculas orgánicas y podría ayudar a responder una de las grandes incógnitas de la ciencia: ¿Cómo consiguió la Tierra tener una abundancia de moléculas orgánicas y agua líquida, dos ingredientes clave para la vida?
Los científicos creen que esas moléculas podrían haber llegado a nuestro planeta a bordo de meteoritos y, por tanto, analizar la composición de Bennu les servirá para comprobar esa hipótesis y esclarecer qué papel podrían haber jugado los cuerpos celestes en el origen de la vida, teniendo en cuenta que los asteroides apenas han cambiado desde su formación.
Además de la composición de Bennu, la otra razón por la que los científicos lo eligieron es porque tiene una órbita que es muy conocida, lo que facilitó que la nave nodriza Osiris-Rex pudiera acercarse para tomar muestras. En concreto, Bennu orbita alrededor del sol cada 14 meses, mientras rota cada cuatro horas. Descubierto en 1999, se cree que Bennu se formó a partir de fragmentos de un asteroide mucho más grande tras una colisión. Mide medio kilómetro de ancho, aproximadamente la altura del Empire State Building, y su superficie negra y rugosa está llena de rocas grandes.
Un viaje de siete años
El viaje hacia Bennu comenzó en 2016, cuando la nave “Osiris-Rex” despegó del centro de la NASA en Cabo Cañaveral (Florida, EE.UU.). Llegó a Bennu en 2018 y, después de pasar dos años volando alrededor del asteroide en busca del mejor lugar para tomar las muestras, por fin la nave se acercó a la superficie con su aspiradora de tres metros de largo dispuesta a succionar el polvo y las rocas estelares. Sin embargo, recolectó tanto material que la cápsula no podía sellarse correctamente y algunas rocas quedaron atrapadas alrededor del borde de la tapa, perdiéndose en el espacio.
Pese al incidente, en mayo de 2021, la nave emprendió el viaje de regreso a la Tierra con la misión de entregar a la NASA la cápsula que contiene los restos de Bennu. Y ese viaje ha tenido fin este domingo, con el aterrizaje en el desierto de Utah.
El valor de la muestra
El valor de la muestra radica en que no está contaminada por otras sustancias, lo que podría proporcionar información previamente desconocida. A menudo, los meteoritos contienen información útil para los científicos pero, al llegar a la Tierra, esta ya se ha visto alterada. Una vez recogida la muestra, según informa Sinc, se enviará al Johnson Space Center de la NASA en Houston, donde se almacenará en un laboratorio especial y desde donde se pretende supervisar la distribución de los fragmentos a científicos de todo el mundo.
Al igual que ocurrió con la misión Apolo, en el Johnson Space Center se preservará una gran parte de las muestras para que puedan ser estudiadas por generaciones futuras.