“Una ola internacional de científicos clama contra los confinamientos”. “Decenas de miles de médicos consideran que estas medidas son dañinas para la salud mental y física de la población”. En los últimos días hemos leído todo tipo de titulares en esta dirección, algunos de los cuales incluso han ocupado portadas en la prensa escrita. Se trata de la Gran Declaración Barrington, que al cierre de este artículo ha sido firmada por más de 9.000 científicos y más de 23.000 médicos. Pero, ¿quién está detrás de ella en realidad?
Existen dos tipos de personas que apoyan la declaración: las que existen y las que no. La plataforma funciona como una especie de Change.org en la que basta con dar un correo electrónico válido para participar. Así, este periódico ha podido sumarse al manifiesto en nombre del profesor Bacterio, el incompetente científico de Mortadelo y Filemón creado por Francisco Ibáñez. Los del Río (de la Universidad Dale a tu Cuerpo Alegría Macarena) y el Doctor Persona Nombrefalso son otros de los supuestos expertos que apoyan este manifiesto.
Resulta imposible comprobar cuántos de los más de 30.000 nombres de investigadores y médicos son reales, sobre todo porque la página ya no permite ver quién firma. Esto no ha impedido que muchos medios se hayan hecho eco de la declaración a través de cifras infladas por nombres como el Doctor Johnny Bananas, que figura como experto “en sumas difíciles”.
Así lo reveló Sky News, que también encontró homeópatas, masajistas y hasta hipnotizadores entre los firmantes —no se sabe si reales o también ficticios—. Preguntados al respecto por el medio, los organizadores aseguraron que carecen de los recursos necesarios “para auditar cada firma”.
Los 35 cofirmantes de carne y hueso
Esto no quiere decir que no haya investigadores y médicos reales tras el manifiesto, aunque su número es mucho más pequeño de lo que sugiere la página. En ella se destacan 35 cofirmantes de diversos campos. Epidemiólogos, microbiólogos, médicos, modelizadores, filósofos, pediatras, psicólogos, psiquiatras, genetistas, economistas del comportamiento, bioestadistas y geógrafos son algunos de los expertos citados.
La experiencia de los 35 cofirmantes en epidemiología y salud pública es dispar. La lista va desde Michael Jackson (nombre real) —investigador cuyo currículo incluye el desarrollo de cebos para roedores— hasta Michael Levitt —premio Nobel de Química en 2013 por su trabajo en la modelización de moléculas y reacciones—.
Levitt, firme crítico de los confinamientos, lleva subestimando la pandemia desde febrero. “Me sorprenderé si el número de muertes en Israel supera las diez personas”, declaró en marzo (en estos momentos superan los 2.000 fallecimientos). Además, aseguró que la epidemia terminaría en EEUU en agosto. También defiende que es posible alcanzar la inmunidad de grupo sin vacunas y que el virus está mutando para ser menos letal, pero que los confinamientos evitan su evolución natural. Ninguna de estas afirmaciones es compartida por la mayoría de epidemiólogos y virólogos.
Los verdaderos expertos tras el manifiesto
El manifiesto cuenta con tres firmantes principales: Martin Kulldorff, Jay Bhattacharya y Sunetra Gupta. Esta última, catedrática de epidemiología teórica de la Universidad de Oxford (Reino Unido), se ha convertido en una de las voces más escuchadas por quienes se oponen a los confinamientos.
Sin embargo, los expertos lamentan que el manifiesto se haya hecho de una forma chapucera y sin proponer alternativas concretas, factibles y reales. “Sabemos que los confinamientos tienen consecuencias en la salud y el tejido económico, pero [los firmantes] plantean un escenario no real”, asegura a elDiario.es el director del Observatorio de Salud Pública de Cantabria Adrián Hugo Aginagalde.
Es lo que el manifiesto denomina “protección focalizada”, consistente en proteger a los más vulnerables al coronavirus, mientras el resto hace “vida normal”, para “reducir el umbral de la inmunidad de grupo”. Aginagalde cree que la declaración presentada no es la forma de tener este debate, “no solo por el medio utilizado, sino por el contenido de la propuesta y lo pobre que es el análisis”. Critica que no haya una “explicación detallada” de lo que podría suponer y que no se haya publicado en una revista científica por los cauces habituales.
A Aginagalde le llama la atención que académicos como Gupta “propongan situaciones no ensayadas” en vez de “lo que se sabe que funciona” para controlar al coronavirus. “Durante la primera ola [el confinamiento domiciliario] se probó en muchos países para evitar que el aumento de casos colapsara los servicios de salud y provocara un exceso de mortalidad mayor que el de la propia pandemia”.
El epidemiólogo destaca el éxito de los confinamientos: “Se ha comprobado su eficacia. Sabemos pocas cosas que funcionan, y esta lo hace”. Por otro lado, considera que la proposición de Gupta y sus colegas, “si es que proponen algo con precisión”, no ha funcionado nunca. “No se ha hecho ni se ha visto de forma natural [que se alcance la inmunidad de grupo sin vacuna]”, asegura.
Son palabras similares a las pronunciadas por el Director General de la OMS Tedros Adhanom este fin de semana, quien recordó que “la inmunidad de grupo se consigue protegiendo a la gente de un virus, no exponiéndola a él”. Por eso, insistió en que esta estrategia, en su opinión “carente de ética”, nunca ha sido usada en la historia de la salud pública.
¿Es posible proteger a los vulnerables y hacer vida normal?
La Declaración Barrington sugiere dejar que los menos vulnerables al SARS-CoV-2 se infecten, para así proteger a los débiles. Aunque el manifiesto no profundiza en la forma de hacerlo, ¿sería esto factible? Aginagalde explica que va contra los postulados de Fox, cuatro reglas que permiten valorar si es posible alcanzar la inmunidad de grupo en una población.
“La distribución de casos susceptibles tiene que ser uniforme en la población [para poder alcanzar la inmunidad de grupo]. Si se concentran, en cuanto tengas una persona infectada llegará [al resto]”, asegura. “Los firmantes parten de la teoría de que existen ámbitos cerrados que pueden mantenerse así, cuando los epidemiólogos de campo sabemos que hasta el espacio más cerrado es abierto porque sus trabajadores entran y salen”, resume Aguinagalde.
Por todo ello, se muestra sorprendido de que “catedráticos de epidemiología desconozcan estos conceptos que se supone que dominan” y hayan olvidado los postulados de Fox, “que no tienen mayor misterio”. Por todo ello, se siente “incapaz de discernir los fundamentos teóricos” en los que el manifiesto se basa, “ni la aplicabilidad de lo propuesto”.
Algunos investigadores consideran que tras las ideas de académicos como Gupta hay un hombre de paja. “La Declaración de Barrington se basa en la falsa premisa de que los gobiernos y la comunidad científica desean que continúen los confinamientos extensos hasta que haya una vacuna”, explica el investigador de la Universidad de Southhampton Michael Head.
La realidad es que estas medidas “solo se usan cuando la transmisión es alta, y ahora que tenemos conocimientos sobre cómo controlar mejor nuevos brotes, la mayoría de intervenciones nacionales y subnacionales son mucho más ligeras que las vistas en primavera”.
El 'think tank' tras los expertos del manifiesto
Para comprobar quién está detrás de la Gran Declaración Barrington hay que ir más allá de sus tres firmantes principales. El manifiesto toma su nombre de Great Barrington, Massachusetts (EEUU), donde se firmó.
En esta localidad tiene su sede el American Institute for Economic Research (AIER), un think tank liberal de economistas crítico con el cambio climático y cofinanciado por el controvertido multimillonario Charles Koch.
El AIER no solo alojó el evento en el que se firmó el manifiesto, sino que es el propietario del dominio web que aloja la declaración, según ha revelado Byline Times, que define a Koch y a su hermano como “algunos de los mayores financiadores del negacionismo climático del mundo”.
“¿Qué hacen científicos al frente de una campaña dirigida por un think tank que coquetea con el negacionismo climático?”, se preguntaba la columnista de The Guardian Sonia Sodha. “Dudo que estén alineados con la ideología del AIER, pero afirmar que la declaración debería estar al margen de la política mientras la presentan en un evento financiado por Koch es muy extraño. La interpretación más amable es que son políticamente ingenuos […] pero han hecho a la ciencia un profundo daño”.
Esta es, precisamente, otra de las críticas que han recibido investigadores como Gupta en el pasado: presentar una “brecha científica” que suponga “una distracción peligrosa” en la lucha contra la COVID-19, tal y como asegura Stephen Buranyi en The Guardian. “Nuestros medios tienen la tendencia de amplificar las posturas minoritarias, sobre todo si parecen confirmar la visión conservadora que tienen muchos periódicos”.
La OMS tampoco está en contra de los confinamientos
Aginagalde opina que al manifiesto de Gupta se le ha prestado más atención de la merecida después de que la OMS supuestamente “diera marcha atrás” para “condenar” los confinamientos, en referencia a unas declaraciones de su enviado especial David Nabarro. En realidad, y según explica Maldita, el organismo internacional no ha cambiado su postura sobre este tema.
Según ha confirmado la propia OMS a Maldita, esta “nunca ha pedido que los confinamientos nacionales sean la medida principal para controlar el virus. El doctor Nabarro estaba repitiendo nuestro consejo a los gobiernos de hacerlo todo”. En otras palabras, usar esta medida para ganar tiempo y reorganizarse, pero sin desatender otros frentes como los test y el rastreo.
Aginagalde da la clave de por qué la Gran Declaración Barrington ha tenido semejante éxito mediático: “En toda crisis de salud pública buscamos soluciones milagrosas. Han planteado una solución que parece menos dolorosa y es normal que la queramos abrazar”. La evidencia científica, de momento, apunta en otra dirección.