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Universidades lanza un programa para reconocer méritos al profesorado y tres de cada cuatro beneficiados son hombres

La brecha de género campa por la Universidad. El Ministerio que dirige Manuel Castells acaba de publicar los datos de un programa piloto para reconocer sexenios de transferencia a sus profesores e investigadores y los resultados añaden argumentos a quien señala la desigualdad que sufren las mujeres en los campus.

Dicen los datos que los hombres han presentado el doble de peticiones que las mujeres para obtener estos sexenios (10.560 frente 5.591), que incluyen un pequeño complemento económico anual de algo más de mil euros. También tienen mejor tasa de aceptación que ellas. Esto sucede en todas las ramas del conocimiento, independientemente de la composición de las plantillas, que ya de por sí también reflejan esta brecha.

En concreto, los hombres han realizado casi el doble de peticiones de reconocimiento de sexenios que las mujeres (65,4% frente al 34,6% las mujeres) de las 16.151 solicitudes registradas por la ANECA (Agencia Nacional de la Calidad y la Acreditación). Además, su tasa de solicitudes aprobadas casi triplica a la de mujeres (el 27% ellas, apenas una de cada cuatro son positivas, el 73% ellos). La combinación de ambos factores se traduce en que de las 6.859 solicitudes aprobadas (el 42,5% del total), solo una de cada cuatro (27,7%) es para una mujer.

Los siguientes gráficos interactivos ponen en relación el número total de solicitudes presentadas por hombres y mujeres en cada campo de conocimiento, con el porcentaje de éstas que han sido aprobadas por la ANECA. Haz clic sobre las flechas para navegar por la visualización y pincha sobre las burbujas para más información.

Los sexenios son complementos a la productividad, la fórmula habitual en la Universidad para reconocer la labor investigadora del profesorado. Para obtener uno se deben acreditar seis años de trabajo con resultados demostrables. Se solicitan a la ANECA, que estudia cada expediente en base a unos requisitos establecidos y decide si se dan o no.

Hasta ahora solo se otorgaban a la investigación y dentro de esta categoría había un campo para transferencia, pero en 2018 la agencia decidió realizar este programa piloto para otorgarle entidad propia. La transferencia de conocimiento se entiende, simplificando, como la labor de dar a conocer la investigación que se realiza en las universidades a la sociedad para que la conozca y la pueda aprovechar.

“Es un programa piloto y hay que mejorarlo”

Mercedes Silés, directora de la ANECA, explica que en la agencia han detectado este sesgo, pero prefiere no aventurar explicaciones hasta que no concluya el análisis que están haciendo de los datos. “Me preocupa mucho el tema de las mujeres”, explica. “De hecho, lo primero que hice [cuando accedió al cargo, en febrero] fue poner al frente de los comités que evalúan los sexenios a catedráticas”, reivindica.

Recuerda Silés, catedrática de Álgebra en la Universidad de Málaga, que este es un programa piloto y como tal presenta carencias que hay que estudiar y corregir de cara a la siguiente convocatoria, porque la voluntad es perpetuar el programa.

“Cuando salieron los sexenios de investigación hace 30 años en la primera convocatoria tampoco se acertó por completo”, recuerda. “Para mí ha sido un paso decisivo poner en marcha el proyecto y en general lo valoramos muy positivamente, aunque hay que mejorarlo, naturalmente”.

Para el programa, la ANECA ha establecido cuatro bloques y los solicitantes deben haber presentado contribuciones en al menos dos de ellos. Estos son: transferencia a través de la formación de investigadores; transferencia de conocimiento propio a través de la actividad con otras instituciones; transferencia generadora de valor económico; y transferencia generadora de valor social.

Para Rosa San Segundo, catedrática en la Universidad Carlos III y directora del Instituto Universitario de Estudios de Género, “los resultados son bastante escandalosos, no son acordes al esfuerzo y el trabajo de las mujeres y los resultados que suelen tener”, afirma. “Las mujeres aprueban más la Ebau [la prueba de acceso a la Universidad], sacan más sobresalientes, mejores notas en general. Cuando se accede a algo por méritos, las mujeres suelen tener más opciones de obtener mejores resultados”, argumenta. Pero no ha sido el caso.

Cree esta catedrática que la convocatoria presenta varios errores. “El concepto de transferencia que se ha utilizado es muy específico. Para estos sexenios se ha valorado la transferencia que significa presencia pública y los varones tienen mucha más que las mujeres, que hemos estado en el espacio privado”, explica.

“La transferencia que hacemos las mujeres es crear redes de investigación. Por ejemplo, yo he creado la Plataforma Universitaria de Estudios Feministas y de Género [que preside también]. Otra cosa que hacemos mucho las mujeres es colaborar en revistas, que ni se nombran u organizar congresos, que tampoco se mencionan”, argumenta.

Además, para solicitar uno de estos sexenios es necesario tener aprobado previamente un sexenio de investigación, lo cual ha dejado fuera a muchos candidatos e incluso aumentado el sesgo de género. “El profesorado permanente, catedráticos, profesores titulares y contratados doctores pueden pedir el sexenio de transferencia [porque son quienes pueden tener un sexenio de investigación concedido]. ¿Quién no? Los que tienen peores condiciones laborales: ayudantes, becarios, asociados... Este tipo de profesorado más devaluado, que son mayoritariamente mujeres”.

Los datos dan la razón a San Segundo: si la distribución habitual de la plantilla universitaria de la rama de Ciencias Sociales y Jurídicas es de un 53,8% de hombres y un 46,2% de mujeres, cuando se aplica el filtro de quién tiene un sexenio, esos porcentajes pasan a ser del 58,6% y el 41,4%. En Artes y Humanidades, del 51,5%-48,5% global se pasa al 57,2% y 42,8%. Sucede en todas las ramas.

Por campos, el que más solicitudes ha tenido ha sido Ciencias de la Salud (1.556), seguido de Ingeniería Química y de los Materiales (1.487), Ingeniería Electrónica y de Sistemas (1.471) y Ciencias de la Naturaleza y Bioquímica (1.431). Los que menos, Arquitectura e Ingeniería Civil (427 solicitudes), Ciencias de la Educación (633) e Ingeniería Mecánica y de la Navegación (777).

“Los campos vinculados a Ciencia y Tecnología aglutinan un mayor número de solicitudes, que seguramente se asocien a actividades de transferencia generadora de valor económico como suelen ser las patentes, propiedad industrial, royalties y registros de software, entre otras”, escribía una primera valoración con datos incompletos (pero muy similares a los actuales) la analista científica Susana Sánchez Gil hace dos semanas.

En una visión de género, Sánchez Gil añade: “En Ingeniería Electrónica y de Sistemas, Ingeniería Informática, Ingeniería Mecánica y de la Navegación, Arquitectura e Ingeniería Civil y Física y Matemáticas es donde se detectan las mayores diferencias entre hombres y mujeres. Este comportamiento pone de manifiesto, una vez más, las diferencias existentes entre géneros en las áreas STEAM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Artes y Matemáticas, en sus siglas en inglés): en este caso, la capacidad de las mujeres para realizar actividades de transferencia e innovación a un mismo volumen cuantitativo que los hombres”.

San Segundo tiene claro a qué se debe. “El resultado es acorde a la estructura de las universidades. Creo que la brecha de género pone de manifiesto que el sistema español de ciencia y tecnología está ocupado por varones, al menos en su gestión y dirección. La universidad se resiste a que las mujeres accedamos a los puestos de gestión en igualdad de condiciones. Si la Universidad se supone que es meritocracia, este tipo de resultados pone que manifiesto que no es así. Se ve claramente el techo de cristal, el precipicio de cristal [por el que es más fácil caerse de un puesto de responsabilidad en caso de alcanzarlo], el suelo pegajoso, la doble jornada”, reflexiona.

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