El teléfono de Juan vibró cuando entró un mensaje por el que la Comunidad de Madrid le citaba para hacerse una resonancia magnética a las tres de la mañana de un viernes a mediados de agosto. Pero ni se planteó rechazarla, recuerda: más vale prueba en mano que semanas de espera. Y tenía experiencia con eso de pasarse meses sin recibir noticias del hospital. Juan –nombre ficticio– no vive precisamente cerca del hospital de Villalba en el que le convocaron, un centro de la red pública de la Comunidad de Madrid que gestiona la empresa Quirón, pero aun así las dos horas de coche (ida y vuelta) eran mejor que la alternativa y aceptó.
Las convocatorias para hacer pruebas de madrugada se están volviendo cada vez más habituales en toda España. Hospitales de Castilla-La Mancha, Castilla y León, Andalucía, Catalunya o Euskadi han realizado esta práctica al menos en algún momento de los últimos años con más o menos regularidad, tanto para bajar las listas de espera como para amortizar más las (carísimas) máquinas que realizan ciertas pruebas, especialmente las resonancias magnéticas.
“Esto se da más frecuentemente en los centros privados, pero el sistema público utiliza estos recursos también en horarios de tarde y sábados y festivos”, explica Marciano Sánchez Bayle, portavoz de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP). “Y aunque es deseable una utilización intensiva de los recursos tecnológicos del sistema sanitario, y no parece que esto sea un hecho habitual, la lógica de la rentabilidad es probable que lo haga cada vez más frecuente”, comenta.
15 pacientes cada noche en el Hospital de Villalba
La Comunidad de Madrid explica que en el caso del centro de Villalba, que gestiona la empresa Quirón, el servicio no tiene sobrecoste para las arcas públicas. “Es una iniciativa del propio hospital que lleva en marcha tres años ya y atiende a unos 15 pacientes diarios, con un nivel de satisfacción muy bueno”, una afirmación difícil de contrastar.
Como la siguiente: “Es un circuito cerrado y nocturno solo para resonancias sin contraste, y consensuado con los pacientes (excepto niños y mayores) a los que les viene bien hacerse estas pruebas por la noche por motivos laborales, familiares o de otro tipo, y a quienes personal del servicio les acompañan desde su llegada al hospital hasta que se van. Precisamente porque es un horario que encaja a ese perfil de pacientes, el servicio tiene una tasa de absentismo casi inexistente y resultados muy buenos”, explica el portavoz.
Juan igual no se calificaría a sí mismo como “mayor”, pero aunque se mantiene perfectamente activo, hace tiempo que dejó atrás la edad de jubilación. Cuando explica por qué no dudó en aceptar la cita pesa la experiencia familiar previa: 18 meses aguardando una operación de hernia. “En el [Hospital Universitario] Infanta [Sofía, el centro que en teoría les corresponde], año y medio. Esto, en dos semanas. Cómo no voy a ir a Villalba”, reflexiona. Si no hubiera aceptado la cita de madrugada, explican fuentes de la federación de Sanidad de CCOO en Madrid, se habría quedado pendiente de que se abriera una vacante.
Pero no deja de ser elegir entre la solución mala y la menos mala, sostiene Sánchez Bayle: “La hora de la citación es extemporánea y poco conveniente porque significa grandes dificultades para el acceso al centro para el paciente y porque altera unas condiciones básicas del descanso a las personas. Creemos que es el resultado de una política de maximizar los beneficios del sector privado, que antepone criterios económicos al respeto del derecho de los pacientes”, continúa Sánchez Bayle.
Además, semejante horario puede convertir cualquier contratiempo en una pesadilla. En el caso de Juan, recibió una llamada del hospital para suspender la prueba “por problemas técnicos” minutos antes de la cita. “¡Estaba ya en el parking!”, recuerda el hombre. Había hecho un viaje largo desde su casa en plena madrugada, así que no estaba dispuesto a irse, y así se lo trasladó a la persona que intentó convencerle de que volverían a citarle. Finalmente, consiguió que le hicieran la prueba esa noche.
400.000 personas esperando consulta
Las listas de espera son uno de los principales problemas de los gestores de los servicios sanitarios públicos. Y en los últimos años no han hecho más que crecer. Aunque las estadísticas más habituales refieren a la espera para operarse o ver al especialista, no para hacerse una prueba recomendada por este último, sirvan los datos por aproximación: la espera media para operarse hoy es de 128 días, lo que supone un 30% más que hace justo diez años, y uno de cada cuatro pacientes debe aguardar más de seis meses para ser operado. Sucede algo parecido con el tiempo hasta que se consigue ver al especialista, que está ya por encima de los 100 días. Casi 400.000 personas estaban esperando consulta, según la última estadística oficial.
Para intentar mitigar estas esperas, admiten algunos responsables sanitarios, se expanden los horarios de funcionamiento de los hospitales y ya no es inhabitual ser citado un domingo o un día entre semana a las tardes y el principio de la noche –y según dónde, como en Quirón Villalba, más que al principio–.
Llevan tiempo haciéndolo en el Hospital Regional de Málaga, por ejemplo. Andalucía es la tercera comunidad autónoma con una mayor lista de espera, con 24,7 pacientes aguardando turno por cada 1.000 habitantes. El gerente del centro, José Antonio Ortega, explicaba hace poco que necesitan “darle el máximo rendimiento” a las máquinas que hacen las resonancias magnéticas, y que además la lista de espera “preocupa” en el centro, según contó Diario Sur. Pero en este caso las citas acababan a las 2 am. En Madrid Quirón –que ha sido preguntado por este periódico sin obtener respuesta– ha ido un paso más allá.
También lo ha puesto en práctica Castilla y León, donde al menos los hospitales Río Hortega y Clínico de Valladolid y el Universitario de León han estado realizando pruebas hasta las 2 de la mañana, también para hacer resonancias –siempre sin contraste– y, en estos casos, también radiografías. En Castilla-La Mancha lo ha practicado el Hospital Universitario de Guadalajara y en Catalunya se da también desde hace años.
Estas prácticas dividen a los expertos. Por un lado se valora que el sistema sea más flexible y permita un mayor uso de los recursos públicos, especialmente para atacar un problema grave. Por otro, observan con recelo lo que puede suponer pasar por encima de los pacientes y las asociaciones advierten: “Estaremos atentos a que rechazar estas citas no suponga un castigo para el paciente”, por ejemplo pasándolo al final de la lista de espera.