Madrid está en medio de un nitrogenazo. Días de altos niveles de dióxido de nitrógeno (NO) acumulado en el aire. Tanto, que cuatro estaciones de medición ya han rebasado el número máximo de superaciones de concentración de este contaminante para todo el año. Este agente proviene sobre todo de los tubos de escape. En Barcelona, la Generalitat tuvo que poner la semana pasada en acción un protocolo en el área metropolitana por circunstancias similares. Paralelamente, las autoridades alegan que este gas proviene en gran medida de los motores diésel que han copado el mercado. Ese boom del gasoil estuvo favorecido en buena medida por los incentivos fiscales de las autoridades.
En medio de esta vorágine atmosférica, la doctora Ana Santurtún, investigadora en la Unidad de Medicina Legal y Toxicología en la facultad de Medicina de la Universidad de Cantabria, explica la relación innegable entre este gas y el empeoramiento de las enfermedades cardiacas, además de avisar de que esta acumulación puede llevar aparejados otros contaminantes dañinos como son las partículas en suspensión. “Hay que alertar” cuando se prevén picos de polución, pide la científica. Y existe la técnica para predecir buena parte de estos nitrogenazos.
Para empezar, ¿por qué es malo el dióxido de nitrógeno?
Nosotros hemos comprobado que, a medida que sube el NO, se producen más arritmias cardiacas. Estudiamos los datos en nueve ciudades españolas durante seis años tomados por las estaciones de medición de fondo urbano que son las que mejor reflejan el aire que está respirando la población en su día a día. Núcleos con mayor y menor densidad poblacional, de costa y de interior. Y en todas se repetía este patrón.
En estos días se están superando las acumulaciones de este contaminante marcadas como límite por la ley. Pero ¿hay un nivel no perjudicial a la hora de respirarlo?
Una de las cosas que descubrimos en nuestro estudio es que lo que realmente afecta son los cambios de nivel. Parece que hay menos efecto cuando el dióxido se mantiene estable que cuando varía. Como si al organismo le costase adaptarse a esos cambios.
¿Se acepta ya como innegable, desde un punto de vista científico, que el aire contaminado es un factor de riesgo sanitario?
Estudios como el nuestro que cruzan los datos de polución con los ingresos en hospitales lo demuestran. Es evidente que exponerse a contaminantes tiene efectos en determinadas partes del cuerpo. Los estudios para determinar cómo afecta en un nivel genético o si multiplica un determinado tipo de cáncer tienen que tener en cuenta muchos más factores, pero está claro que el aire contaminado que respiramos afecta a nuestra salud, sería aberrante negarlo.
Episodios como los que están viviendo en el comienzo de este año Madrid o Barcelona, ¿pueden prevenirse?
Una emisión puntual de gases que haga crecer el nivel de este contaminante en el aire –como pudiera producir una industria– no es controlable. Pero sí hay otros factores que son más predecibles: por ejemplo, también hemos demostrado que, epidemiológicamente, la población es más vulnerable a los efectos del NO en determinadas épocas del año como el otoño y el invierno (quizá asociado a otros factores que ayudan a acentuar patologías). Al mismo tiempo sabemos que la estabilidad atmosférica, los anticiclones, favorecen la acumulación de contaminantes. Si, además, existen ahora unos buenos modelos y posibilidades de predicción atmosférica, pueden anticiparse episodios de alta concentración contaminante en momentos de alta sensibilidad de las personas.
Como ocurre actualmente con un anticiclón prolongado en época invernal.
Igual que existe la Agencia Estatal de Meteorología podría existir una entidad similar para la polución. No que se diga “ayer hubo mucha contaminación” sino “mañana seguro que hay altos niveles de NO. Tenga cuidado”.
Unas alertas sobre el fenómeno para, por ejemplo, no salir de casa esos días si se tiene una afección cardiaca o con niños pequeños.
Hay algunos canales como páginas web sobre calidad del aire, pero los datos se dispersan mucho: ayuntamientos, comunidades autónomas, trabajan con series diferentes. Hay que alertar a la población para que puedan tomar precauciones cuando se den estos picos de alta contaminación.
Ahora se ha puesto el foco sobre el dióxido de nitrógeno. En el verano se habla del ozono troposférico. ¿La contaminación va por estaciones?
Cuando respiramos metemos todo en los pulmones. De hecho, es posible que el mismo aire que ahora está saturado de NO también contenga mucho material en suspensión.
Las llamadas PM10 y PM2,5.
Eso es. Además, para las micropartículas más pequeñas, las PM2,5, también se sabe que las situaciones atmosféricas que favorecen el dióxido favorecen igualmente ese material. Estas partículas suspendidas en el aire se acumulan sobre las ciudades y, por su tamaño, son capaces de traspasar la zona de la tráquea y pasar a los pulmones y alcanzar los alveolos. De ahí pasan a la sangre. Las PM 2,5 tienen su origen en la actividad humana: el 80% en la industria y el 20% en el transporte. Su acción se relaciona con el aumento en los ingresos hospitalarios por procesos respiratorios como el asma.
¿Cree que la política medioambiental recoge suficientemente la importancia de los efectos de la contaminación?
Comprendo que tomar medidas directas contra la contaminación es complicado porque implica aspectos económicos o de transporte. Pero también debería meterse en esa ecuación los costes de la polución. En primer lugar la salud de la población, que deriva directamente en el gasto en sanidad. Pero también hay daños a los cultivos o miles de horas de trabajo que se pierden por bajas laborales.