Manual para defenderte del ciberacoso machista si te atreves a hablar de feminismo en redes
Responder de manera masiva a los ataques machistas masivos. Organizarse para combatir el acoso en la red. Es el objetivo con el #AkelarreCiberfeminista ha recorrido en las últimas semanas algunos locales de Madrid y planea otros fuera de la capital. Hablan de empoderamiento 2.0 o de sororidad viral y quieren dar un paso más allá de la denuncia. El grupo lleva trabajando en el proyecto desde junio y el proceso ya ha dado como resultado un kit de autodefensa ciberfeminista. Pero es solo el principio.
“La idea inicial era empezar a investigar cómo podíamos dar respuesta a las agresiones que sufrimos las mujeres, y en especial las feministas, en la red. No queríamos quedarnos solo en la visibilización de estos ataques, buscábamos algo más. Y ese algo más empieza por informarnos y saber que tenemos herramientas alternativas”, explica la ilustradora Silvia Fantón, una de las integrantes del grupo.
La parte más técnica del kit, que puede descargarse en esta web, incluye recursos para hacer más segura la presencia de ciberfeministas en la red –“El proyecto está más enfocado a Twitter porque es la más hostil”, dice Fantón–. Entre los recursos hay consejos para idear contraseñas seguras, navegadores que permiten el anonimato o correos electrónicos y buscadores alternativos seguros. Pero además, #AkelarreCiberfeminista se ha convertido en un espacio colectivo para combatir el acoso machista en redes.
Amenazas, insultos sexistas, comentarios vinculados al físico, publicación de datos personales...No son excepciones las ciberfeministas que tienen que lidiar casi día a día con este tipo de acoso.“Invisibilizarnos ya no es fácil. Las nuevas tecnologías son un espacio para alzar la voz de forma colectiva y nos hemos dado cuenta de que somos masa crítica. El ciberfeminismo nos posibilita conectarnos con mujeres de todo el mundo y ver compartimos los mismos problemas. Esto hace que, cuando alzamos la voz sobre las agresiones que sufrimos, el patriarcado se pone en alerta”, dice Virginia Díez, activista y mediadora cultural.
Un ejército de respuestas feministas
Díez incide en que el primer paso es “tomar conciencia de que las herramientas tecnológicas que usamos no son seguras, así que tenemos que buscar alternativas”. Entre otras cosas, el grupo ha diseñado bots –programas que efectúa de una manera automática y repetitiva una tarea– para responder a los ataques machistas. “La idea es que sea un ejército de bots y que el agresor reciba de manera masiva respuestas feministas”, explica Fantón.
Algunas de las pruebas que realizaron fueron, por ejemplo, un bot que tuiteaba frases generadas a partir del discurso de Clara Campoamor por el voto femenino en las Cortes en 1931. Otro hablaba en inglés parafraseando a Virginia Woolf. Otras pruebas se dedicaron a analizar el uso de términos como “feminazi” y a emitir respuestas genéricas o responder a determinados hashtags con memes feministas. De momento, el grupo prefiere mantener en secreto los que finalmente fueron desarrollados.
Fantón explica que el objetivo es responder de manera masiva y que #AkelarreCiberfeminista sea “colectivo, igual que hacen ellos”. Fantón se refiere a cómo algunos usuarios se organizan en diferentes foros como ForoCoches –conocido por sus hilos con comentarios machistas–. Así ocurrió con la página feminista Locas del Coño, que hace no mucho lograron tumbar a raíz de un artículo titulado TEST: ¿Eres un maltratador? que no gustó a sus usuarios.
Uno de ellos logró redireccionar el dominio de Locas del Coño a otra página en la que nada más entrar se podía leer “Feminazis”. El ataque estuvo acompañado de cientos de mensajes que las dueñas de la web comenzaron a recibir a través de sus redes sociales. “Putas feminazis”, “ojalá os violen”, “sois terroristas miserables”. “Cuando un machitroll tiene seguidores se organiza, les anima a que vayan a tu perfil a insultarte, a seguir con la agresión. Nosotras llamamos a las ciberfeministas a organizarnos para defendernos”, dice Fantón.
Andrea Momoitio, coordinadora de Pikara Magazine, no comparte la idea de hablar de trolls porque, asegura, “no son trolls, son machistas organizados en Internet, con un ideario, unos objetivos y unos espacios web. Como nosotras”. Por eso la idea de #AkelarreCiberfeminista “va más allá de la parte técnica. Es reflexionar y compartir de forma colectiva nuestras experiencias para seguir añadiendo estrategias con las que defendernos. Se trata de crear nuevos imaginarios”, explica Fantón.
Así es el acoso a una ciberfeminista
La tuitera Barbijaputa asegura que el acoso “es constante” y, aunque reconoce que el anonimato puede ayudar a gestionarlo, recuerda que siempre hay gente intentando descubrir su identidad para publicarla, lo que se suma a los insultos y las amenazas. “Una vez recibí un vídeo de un hombre grabándose con un cuchillo y diciéndome que me iba a matar, fotos de testículos, insultos que son barbaridades, descripciones detalladas de cómo te van a violar...”, esgrime. 'Puta', 'guarra', 'fea', 'gorda'...son insultos que muchas ciberfeminsitas ven en sus pestañas de menciones.
Y, a veces, más allá: A la actriz, cantante y activista Alicia Murillo la llamaban para amenazarla de muerte después de que alguien colgara su número de teléfono y su dirección en la web. Lo hicieron como respuesta al proyecto El Cazador Cazado, en el que grababa con su móvil el diálogo que mantenía con hombres que la acosaban en la calle. Loreto Ballesteros decidió abandonar Twitter tras las amenazas e insultos que siguieron a un tuit en el que denunciaba la hipersexualización de las niñas y adolescentes y los retuits que comenzó a hacer de otras mujeres que relataban los abusos que habían sufrido en su infancia.
El acoso puede tener consecuencias. “Yo a veces me autocensuro porque no siempre estás con la misma energía para enfrentarte a algo así”, dice Barbijaputa. La youtuber afrofeminista Desirée Bela-Lobedd decidió cerrar sus perfiles este año después de la polémica generada porque iba a impartir una charla en Barcelona en la que cobraba. “La cosa se salió de madre y empecé a sufrir acoso y un cuestionamiento constante que acabó derivando en ataques machistas y racistas”, dice Bela-Lobedd, que hace hincapié en que “las ciberagresiones no pueden costarte la salud”.
Este es uno de los testimonios que incluye el kit de autodefensa de #AkelarreCiberfeminista, que incide en que “la violencia machista que se produce en internet tiene componentes muy parecidos a la violencia que opera off line”, escriben en el primer capítulo. “Internet es un espacio público más y las agresiones que sufrimos en él las mujeres son muy parecidas a la que sufrimos en la calle. Lo que cambia es la herramienta”, dice Díez. Un fenómeno machista analizado por Laurie Penny en en el capítulo Cibersexismo. Sexo, poder y género en Internet, del recientemente publicado De esto no se habla.
“Los trolls misóginos, los acosadores, los machistas cotidianos en cada alcoba: todos ellos atacan a las mujeres, al menos en parte, por un odio que nace de la presencia de mujeres y chicas en los espacios públicos, ya que el ciberespacio es, al menos por el momento, un espacio público”, esgrime la escritora en el libro. Pero, ¿hay alguna diferencia entre el acoso machista que campa en Internet y el que viven las mujeres feministas fuera de la red?
El poder del anonimato
Para Andrea Momoitio ambos espacios se distinguen en que las redes sociales posibilitan el anonimato. “Muchas de las cosas que tenemos que leer ya no están tan aceptadas. Internet permite que toda esa gente que se está mordiendo la lengua encuentre en la red y en el anonimato una oportunidad de mostrar lo que no ha dejado de pensar nunca”, explica.
La periodista incide en la necesidad de conocer las herramientas tecnológicas. “Yo tengo mis trucos que he ido apuntándome sobre la marcha”, dice Barbijaputa, “pero yo solo soy una cabeza, en colectivo se pueden diseñar muchos instrumentos”. Momoitio coincide: “Necesitamos conocer más la tecnología que usamos porque el movimiento feminista puede que sea uno de los más activos, pero nos faltan herramientas para conocer el propio espacio”, concluye.