Un día histórico. El Sínodo de Obispos aprobó la publicación de una Relatio Synodi (documento de trabajo), con una amplia mayoría -los 62 puntos fueron aprobados por mayoría absoluta, y sólo tres no obtuvieron dos tercios-, en el que se acuerda seguir trabajando por el acceso a la comunión de los divorciados vueltos a casar, se reconocen los “elementos positivos presentes en los matrimonios civiles y, con las debidas diferencias, en las convivencias”, y se insta a acoger a los homosexuales “con respeto y delicadeza”.
Consciente de la fuerte oposición, Bergoglio dispuso que cada uno de los puntos fueran votados individualmente, y que se publicaran los resultados de todos los escrutinios. Sin llegar a ningún acuerdo final -para ello habrá que esperar a octubre de 2015-, la mayoría moderada, con el apoyo del Papa Francisco -quien pronunció un “discurso maravilloso”, en palabras del cardenal Federico Lombardi-, ha logrado mantener en el debate todos y cada uno de los temas que aparecieron el pasado lunes en la relatio postdisceptationem: la denuncia contra la violencia a las mujeres, la cercanía a los que sufren problemas derivados de situaciones familiares (divorcios, rupturas, enfrentamiento con los hijos) y, especialmente, tres cuestiones a debate: la aceptación de otras formas de convivencia no canónicas; el acceso de los divorciados vueltos a casar a los sacramentos; y la acogida a los homosexuales.
Estos tres aspectos generaron, a lo largo de la semana, una furibunda crítica por parte de los sectores ultraconservadores, quienes criticaron -directamente, o a través de sus terminales mediáticas- al Papa Francisco y a sus estrechos colaboradores, especialmente al cardenal Walter Kasper.
El primero de los tres puntos obtuvo un reconocimiento superior a los dos tercios, mientras que la petición del acceso a la comunión de algunos casos de divorciados vueltos a casar tras un “camino penitencial” tuvo el voto favorable de 104 padres sinodales y 74 en contra. La acogida a los homosexuales cosechó 118 votos a favor y 62 en contra.
Un cambio histórico e imparable
Hay puertas que tardan siglos en entreabrirse. Pero que, cuando lo hacen, no se vuelven a cerrar. Esto es lo que ha sucedido durante las dos últimas semanas en el Vaticano, donde 191 obispos han debatido en sínodo extraordinario sobre la actitud de la Iglesia ante los homosexuales, los distintos tipos de matrimonio, las uniones no conyugales, la violencia contra las mujeres o el acceso a la comunión de los divorciados vueltos a casar.
En su mensaje al Sínodo, Francisco habló de las dos tentaciones de los obispos: “la rigidez hostil y el bien destructivo”, y aclaró que su papel como líder de la Iglesia es “garantizar la unidad”. “La Iglesia no mira a la humanidad desde una torre de cristal para juzgar o clasificar a las personas”, incidió Francisco, quien también quiso dejar claro que una apertura a otras realidades “no pone en entredicho la verdad fundamental del sacramento del matrimonio: la indisolubilidad”. Sus palabras cosecharon una ovación de más de cinco minutos, apuntó Federico Lombardi.
158 padres sinodales aprobaron este mediodía el mensaje final del Sínodo, en el que reconocen la necesidad de que la Iglesia sea “una casa con la puerta siempre abierta, recibiendo a todos sin excluir a nadie”, y donde se plantean, por primera vez en la historia de esta institución, la posibilidad de reconocer la existencia de “nuevas uniones y nuevos matrimonios” fuera del canónico, así como la posibilidad de dar la comunión a los divorciados que vuelven a casarse por lo civil.
El mensaje final, y antes de aprobarse la Relatio final, es un consenso de mínimos al que se ha logrado llevar después de que la minoría ultraconservadora amenazara con abandonar las reuniones si se mantenía el documento de trabajo aprobado el lunes, mucho más progresista de lo esperado y en el que se reconocían “aspectos positivos” en las parejas que no se casaban por la Iglesia y que hablaba de una acogida a las parejas homosexuales.
En los llamados “círculos menores” de esta semana, los ultraconservadores lograron “suavizar” el contenido del mensaje, aunque en la Relatio final sí se hace un hipotético reconocimiento del matrimonio gay. En cualquier caso, el debate abierto sobre cuestiones fundamentales sigue vivo. Así, y a expensas de lo que pueda suceder de aquí a octubre de 2015, se atisba un cambio histórico en la doctrina.
Un cambio muy estudiado, en el que el papa Francisco está marcando los tiempos de manera precisa. Primero, convocando un sínodo y enviando un cuestionario previo a todos los fieles que quisieron contestar, algo que jamás había ocurrido en la historia de la Iglesia. Después, dejando la introducción al cardenal Kasper, antaño perseguido por defender la comunión a los divorciados o la acogida a los homosexuales y a los distintos tipos de familia. En tercer lugar, invitando al Sínodo a “hablar con total libertad”.
El papa ha estado presente en todas las reuniones, sin intervenir, y ha sido testigo de las discusiones -algunas de ellas virulentas- entre los ultraconservadores y los más moderados. Finalmente, ha “obligado” a los padres sinodales a ponerse de acuerdo en un “mínimo común” de temas que serán abordados dentro de un año -esta vez sí, con decisiones definitivas-, y en el que ya se incluyen cambios que se antojan imparables.