El mundo ha aceptado, al fin, que tiene un serio problema: las bacterias se vuelven cada vez más resistentes a los antibióticos lo que hace inútiles muchos tratamientos. ¿El precio? Unas 700.000 muertes al año. El uso indiscriminado de medicamentos está detrás de la creación de cepas de patógenos resistentes. La ONU ha planeado para su actual periodo de sesiones en Nueva York una declaración para afrontar esta amenaza a la medicina.
El portavoz de la Sociedad Española de Enfermades Infecciosas y jefe de este servicio en el Hospital del Mar de Barcelona, Juan Pablo Horcajada, asegura que la proliferación de bacterias resistentes está menguando el arsenal con el que cuentan los profesionales para combatir infecciones. La resistencia microbiana multiplica por mucho las muertes anuales por sarampión, tétanos, o el cólera. El cálculo es que a mediados del siglo XXI se llegue a los 10 millones de víctimas, por encima del cáncer, que causa de 8,2 millones de muertes.
¿Cuál es la situación para que haya justificado una resolución de la ONU?
Es muy preocupante porque se trata de un fenómeno que estamos viendo venir desde hace algunos años, que progresivamente va aumentando y que ya trae consecuencias bastante graves.
¿Como por ejemplo?
Cada vez nos encontramos con más problemas: dentro y fuera del hospital. Hay cosas que estamos haciendo que necesitan antibióticos como por ejemplo los trasplantes. Sin antibióticos no se pueden realizar porque al trasplantado se le bajan las defensas para evitar el rechazo del órgano y luego hay que tratar infecciones. Si los antibióticos empiezan a perder su eficacia el trasplante no tiene tanto sentido.
Pero también nos topamos con dificultades para tratar infecciones de diferentes tipos como de orina, neumonías, posoperatorios... Con esta situación los tratamientos tienen menos efecto. Los pacientes tardan más en curarse.
Pero antibióticos sí hay...
Cada vez hay menos que sean eficaces. Las bacterias aprenden, eso es ley de vida. Y se vuelven resistentes. Históricamente, las farmacéuticas han estado investigando para sacar nuevos productos que venzan esas resistencias pero ahora, por razones de rentabilidad o las que sean, no se hace tanto. Nos estamos quedando sin antibióticos, que son las moléculas que más vidas han salvado en la historia de la humanidad.
Describe usted un panorama preocupante.
Tan grave que algunos incluso dicen que nos acercamos a la época anterior al descubrimiento de la penicilina. En ocasiones, estamos recurriendo a antibióticos antiguos que estaban en desuso para atacar algunas bacterias. Sustancias que habían sido superadas al ser, por ejemplo, más tóxicas.
¿Qué enfermedades suelen provocar estas bacterias superresistentes?
Son bacterias que están detrás de enfermedades, sobre todo, de las vías respiratorias, urinarias e intrabdominales. También están bastante presentes en las infecciones intrahospitalarias [que se adquieren durante la estancia en el centro sanitario] que afectan a cualquier parte del organismo y que, incluso, se detectan en los catéteres para administrar medicación.
Otras patologías provocadas por estos patógenos son las enfermedades de transmisión sexual [afecciones que han repuntado en los últimos años en España]. Para la gonorrea o la sífilis se está regresando a tratamientos que habían quedado en desuso hace diez años.
Si tuviera que elegir un origen claro sobre este problema ¿cuál sería?
Hay un abuso de los antibióticos. Se consumen en exceso. Se utilizan más y con más alegría. Además, con la noción de que las bacterias se están volviendo cada vez más resistentes, se termina por aplicar antibióticos de amplio espectro o cócteles de antibióticos para tratar de vencer esa resistencia.
Aunque la preocupación es de carácter global, ¿cómo está España?
Estamos por encima de la media europea en cuanto a la frecuencia de bacterias multirresistentes de diversos tipos. Junto con Grecia e Italia mostramos mayores resistencias que en el norte de Europa. A eso hay que añadirle que España está a la cabeza en el uso de antibióticos por habitante.
¿Y cómo se expanden estas cepas de un organismo a otro?
La vía dentro del hospital es importante pero también es muy relevante la zoonosis [transmisión de animales a humanos]. La utilización de fármacos en la ganadería –y la agricultura– tiene un impacto directo en las personas. Los antibióticos impregnan los tejidos de los animales y luego pasan. Las bacterias aprenden.
¿Qué papel juega el autoconsumo?
El abuso no es exclusivo de los profesionales. Forma parte de la actitud de la población, del boca a boca entre aquellos que tienen acceso fácil a estas sustancias.
Tomar antibióticos por cuenta y riesgo del paciente es inútil.
Hay bastante gente a la que le cuesta distinguir entre un antibiótico y un antiinflamatorio. Recientemente hemos sabido por el Eurobarómetro que solo el 37% de la población conoce realmente qué son. Es típico el caso en el que se utilizan para procesos víricos como la gripe en los que no sirven para nada.
Los cálculos oficiales hablan de 25.000 muertes anuales y gastos por 1.500 millones en Europa
Son muchas muertes pero podrían ser muchas más. Las proyecciones, si se mantiene el actual ritmo, apuntan a que, para 2050, la mortalidad provocada por bacterias resistentes supere a la del cáncer.
¿Por qué supone tanto gasto?
Las infecciones resistentes obligan a estancias más prolongadas en los hospitales. Hay más secuelas en los pacientes. Surgen más problemas de salud. Es una pescadilla que se muerde la cola. Se gasta mucho pero más bien en parches que en solventar la causa. El hecho de que la ONU haga una resolución sobre esto significa que se acepta que es un problema de salud pública. De la ciencia pasa a la acción política porque los sanitarios ya hemos avisado. Lo vemos venir. Y una vez que se pone en marcha, es un tren difícil de parar.
¿España tiene una estrategia para revertir esta tendencia?
Hay redactado un plan nacional de lucha contra las resistencias para vigilar el uso de los antibióticos, mejorar su aplicación y controlar la trasmisión en los hospitales pero no se ha implementado: falta financiación y formación. Porque España es, junto a Luxemburgo y Malta, el único país de la UE que no tiene especialidad médica en enfermedades infecciosas. Un buen cuerpo de expertos es crucial para avanzar.