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Las quejas contra marcas por sexualizar a las niñas se disparan: tops con relleno y bikinis de dos piezas a los tres años

Varios anuncios de moda de baño infantil

Ana Requena Aguilar

25 de junio de 2022 22:34 h

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Bikinis de dos piezas para niñas de tres o cuatro años, tops con 'foam' para dar forma a los modelos de niñas de diez años, poses sexis en anuncios de verano. La llegada del buen tiempo dispara las alarmas sobre las estrategias comerciales de algunas empresas que, según denuncian distintos organismos y asociaciones, sexualizan a las niñas. Solo en las tres primeras semanas de junio el Observatorio de la Imagen de las Mujeres, que depende del Instituto de las Mujeres, ha recibido 111 quejas contra diez marcas distintas por estos motivos. En una década, entre 2010 y 2020, el mismo organismo recibió 140 quejas sobre el mismo asunto.

Las quejas van en varias direcciones: algunas señalan a marcas que ofrecen bikinis con relleno para niñas, otras critican que las empresas de moda estén ofreciendo de forma generalizada trajes de baño de dos piezas para menores de hasta dos años cuyos pechos, obviamente, no se han desarrollado. También hay quejas que señalan la manera en la que la publicidad muestra a las niñas con bikini, imitando a modelos adultas y con poses sensuales.

La directora del Instituto de las Mujeres, Toni Morillas, confirma el repunte de quejas que ha recibido el Observatorio, algo que les ha llevado a lanzar un comunicado en el que “llaman la atención” sobre este tipo de prácticas y estrategias de sexualización. “Apuntala y refuerza los valores sexistas que pueden acabar derivando en prácticas discriminatorias y contribuir incluso a las violencias sexuales. Hay también una carga profunda: si los elementos que son la medida del éxito social son determinados estereotipos de género y cánones de belleza estamos generando un perjuicio a las niñas en sus expectativas vitales y se puede estar incurriendo en una vulneración de los derechos de las niñas. La normalización del erotismo en el cuerpo de las niñas es también un caldo de cultivo para los abusos sexuales infantiles”, argumenta Morillas.

Un repaso a la oferta de conocidas marcas sirve para constatar que estas prácticas suceden. “Conjunto de traje de baño con estampado de vaca de vacaciones para niños y niñas de 3 piezas. Nota: 9-10 años y más se incluyen insertos acolchados”, puede leerse en un anuncio de la marca PatPat, que incluye esos insertos en más modelos. El año pasado, la marca ya se enfrentó a las quejas de varias usuarias y también a la denuncia pública de la organización de consumidores Facua, que exigió la retirada de estos modelos con relleno que eran, incluso, para niñas de 5 y 6 años. La asociación hablaba de que esos productos eran “parte de la perpetua cosificación que sufren las mujeres desde muy pronta edad” y suponían “una peligrosa erotización de la infancia”.

Contactada por elDiario.es, PatPat asegura que hasta que les llegó la primera queja no sabían que los modelos tan pequeños incluían también relleno. “Fue un descuido por parte de la fábrica que suministró ese estilo, así como de nuestros equipos internos de control de calidad. Nos disculpamos sinceramente. Estamos de acuerdo en que es inaceptable que las niñas y los niños usen bikinis con relleno”, aseguran. Sin embargo, la marca mantiene en su página web varios modelos de bikinis en los que incluye los “insertos acolchados” a partir de nueve años. Su argumento es que muchas niñas empiezan a desarrollarse a esa edad y que el relleno es extraíble. “No es para fomentar más pecho sino para cubrir si así lo desean”, dice la marca, que habla de “respetar” y “dar confianza” a las niñas para elijan “con lo que se sienten más cómodas”.

Pezones marcados

La técnica de coeducación del Instituto Asturiano de la Mujer Marian Moreno Llaneza se pregunta qué mensaje se envía con los tops con 'foam' para que el pezón no se marque o con la ingente oferta de bikinis de dos piezas para niñas muy pequeñas que aún no tienen pecho. “Se está sexualizando un cuerpo que no está sexualizado. Les estás diciendo a las niñas que tienen que taparse, que no pueden ir con tanta libertad como un niño a pesar de que a esas edades aún tienen el mismo pecho. Les estás enseñando unas diferencias de género, un mensaje sobre esconder el cuerpo o tener cuidado con él, con lo que eso significa después también para la sexualidad de las mujeres, escondida frente a la masculina, que es exhibida”, dice.

Otras de las marcas señaladas en las quejas al Observatorio es Decathlon. Algunos de sus bikinis para niñas a partir de 10 años incluyen un relleno en el sujetador. Fuentes de la empresa subrayan ese 'foam', que es extraíble, en ningún caso es para “dar volumen al pecho” sino para “evitar transparencias, aunque nuestros bikinis no se transparentan, y evitar que se marque el pezón”. Aseguran que el objetivo de su marca es fomentar la práctica deportiva de las niñas y que muchas madres les contaban que desde los nueve o diez años, con el inicio del desarrollo, sus hijas se mostraban avergonzadas si el bikini les marcaba el pezón.

Marian Moreno pone como ejemplo que existieran bañadores con relleno para los genitales de los niños. “¿Por qué nos da vergüenza que se nos marque el pezón y a ellos no el paquete? Es una cuestión de cultura y género, de enseñarnos a las mujeres desde muy temprano a que nuestro cuerpo nos avergüence”. La experta en coeducación reflexiona sobre cuál es la mirada que la sociedad, la familia y la educación está poniendo en las niñas y hasta qué punto la hipersexualización se está naturalizando.

El secretario general de Facua, Rubén Sánchez, repasa otros casos en los que la asociación ha actuado ante esa sexualización de las niñas. En ocasiones, dice, las malas prácticas reproducen la idea “de que las niñas tienen que mostrar una imagen de una edad mucho mayor a la suya”. “Pretendidamente o no, se las está sexualizando: a lo mejor no hay mala intención ni mala fe, a lo mejor su justificación es que las niñas quieren parecerse a sus ídolas y se les da esa la posibilidad, pero igualmente se las está sexualizando con las consecuencias que eso tiene”. Además de tops con relleno, en otras ocasiones la asociación ha denunciado, por ejemplo, la venta de disfraces para niñas como el de “enfermera sexy” y el de bombera con minifalda y botas con tacón de aguja.

Brazos en jarra, mirada a cámara

La directora del Instituto de las Mujeres explica que, una vez recibidas las quejas de la ciudadanía, el Observatorio está analizando cada caso y, llegado el momento, enviarán cartas individualizadas a las empresas requiriendo la retirada de productos o campañas y justificando por qué pueden ser constitutivas de una forma de publicidad ilícita por sexismo. Sin capacidad sancionadora, Morillas admite que los instrumentos con los que cuentan no son siempre los más eficaces, aunque en este caso y en función de las respuestas de las empresas valorarán, junto a otros departamentos como el Ministerio de Consumo, si toman acciones legales. La directora subraya, no obstante, la importancia de la sensibilización sobre este tema y el fomento del “rechazo social” a estas prácticas de hipersexualización de las niñas.

Un informe del Instituto de la Mujer sobre el sexismo en la publicidad de juguetes elaborado en 2019 encontró que en un 8,5% de los anuncios analizados protagonizados por niñas aparecían en un contexto “asociado a la sexualidad o el erotismo”. El estudio ponía distintos ejemplos, como “menores vestidas, maquilladas y/o con poses y actitudes de mujeres mayores; caracterizando a modelos jóvenes como preadolescentes sugerentes; recurriendo, como fetiche sexual, a la representación de adultas como colegialas; con los disfraces infantiles con connotaciones eróticas, o con la oferta de juguetes y actividades de ocio que constituyen un aprendizaje de roles y estereotipos para la cosificación”. La Comisión de Derechos de la Mujer e Igualdad del Parlamento Europeo ha alertado de la “influencia negativa en la autoestima” de estas prácticas, que pueden derivar en trastornos de alimentación, pero también del peligro de “auto-objetualización que incrementa la posibilidad de conductas agresivas hacia las niñas”.

Otra de las grandes marcas señaladas por las quejas es Mango. Fuentes de la empresa explican que en su línea de 0 a 4 años solo hay braguitas y no bikinis de dos piezas, que aparecen en su línea de 4 a 14 años, aunque también ahí ofertan braguitas. “Es por razones de producción, se escala de una talla 5 a 14”. A partir de esa barrera, los 14, esas mismas fuentes reconocen que sí puede existir “algún bikini con 'foam', pero no hay voluntad de generar volumen, es solo para armar el bikini”. Sobre su publicidad, aseguran que la consigna tanto de sus productos como de sus campañas es siempre la inocencia.

La artista visual y experta en género Yolanda Domínguez compartió en sus redes hace unas semanas una publicidad en la que las modelos que exhibían la ropa interior infantil eran, como mínimo, adolescentes. “Hay que poner cuerpos adecuados a la edad para la que vendes el producto”, remarca. Domínguez, muy crítica siempre con la publicidad, rechaza que las niñas que actúan como modelos posen con actitudes adultas, como los brazos en jarra, la cadera ladeada o la boca abierta. “¿Qué significa esa boca abierta?”, se pregunta. En la publicidad, prosigue, los zapatos, las uñas postizas o los bolsos han sustituido a las pelotas o los ordenadores como complementos.

“Es una parte más del aprendizaje de género. Es un proceso de socialización: aprendes que no te van a valorar por ser activa sino por ser un cuerpo concreto, atractivo, cuyo valor es ser contemplado y seducido. Una niña va a la playa a jugar, no a seducir”, resalta.

La experta en coeducación Marian Moreno insiste en el riesgo para una autoestima que, dice, se construirá sobre la mirada externa en lugar de la interna. “Es importante la reflexión. Si hablamos sobre esto con algunas familias seguramente sintieran repugnancia, sin embargo entramos en esa rueda de hipersexualización naturalizada”. Moreno defiende la coeducación como parte imprescindible de la solución para generar, también, una masa crítica de familias y población consumidora.

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