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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

“¿Por qué quieres abortar?”

“Perdona, ¿puedo hablar contigo un momento?” Un chico joven con gorra y camiseta que dice llamarse Jesús interpela a la periodista. Como él, unas pocas decenas de personas aguardan concentradas a las puertas de la clínica Dator -en Madrid-, un centro acreditado para interrumpir voluntariamente el embarazo. Allí tratan de interceptar y hablar con las mujeres que entran. Es el día de los santos inocententes, una fecha señalada para los grupos antiabortistas, que tradicionalmente convocan concentraciones ante las clínicas que practican abortos para clamar por lo que consideran 'asesinatos de niños'.

'Nos asesinan como animales', lleva escrito precisamente Jesús en la camiseta que luce. Muchos otros chicos y chicas esperan en la puerta. La mayor parte del grupo lo forma gente joven, pero hay también adultos e incluso algún niño. De vez en cuando rezan o corean algún lema. En una pancarta, las fotos de Felipe González, José María Aznar y Mariano Rajoy: 'Herodes mató a menos niños', dice el cartel.

En la clínica, ya están acostumbrados a la coacción: desde su fundación en 1986, soportan concentraciones todos los 28 de diciembre, y también los primeros viernes de cada mes, como mínimo. “Nos tienen en el punto de mira, fuimos la primera clínica que se legalizó en España y siempre hemos mantenido una actitud combativa y reivindicativa, hemos sido una referencia”, dice Luisa Torres, encargada de la comunicación del centro. Durante estos años de concentraciones se han producido denuncias, altercados, e incluso alguna detención.

No es tan fácil para las mujeres, que al acudir a sus citas se encuentran con un grupo de personas dispuestas a inmiscuirse en su vida privada. “Al ver este despliegue algunas se dan la vuelta, otras llegan a la esquina y llaman por teléfono o anulan sus citas. Además, los quirófanos están en la planta de abajo, al nivel de la calle, imagínate el impacto”, asegura Torres. Varias mujeres aguardan su cita en las salas de espera. Allí, el sonido de la calle llega amortiguado.

A la salida, Jesús, que confunde a la periodista con una paciente, insiste. “¿De cuánto estás, de un mes? Podemos ayudarte a encontrar trabajo y tenemos una casa de acogida si tienes problemas económicos. Esta gente -señala a la clínica- es muy lista, te van a seguir llamando, te van a insistir para que lo hagas, van a hacerte creer que nosotros somos los locos, pero no es así. Yo no quiero convencerte, sólo quiero ayudarte”, dice Jesús.

Como rutina, la clínica avisa a la Delegación del Gobierno para advertir de las concentraciones y pedir protección. Varios policías vigilan al grupo. Sin embargo, no evitan que prácticamente ocupen la puerta ni que intercepten a las mujeres. “Dependiendo de la tolerancia del mando policial del momento, adoptan una actitud u otra, se les deja estar en la puerta o se les obliga a estar en la acera de enfrente”, explica Luisa Torres. Algunos policías hablan e incluso ríen con los concentrados.

Las preguntas personales no cesan: “¿De cuánto estás?, ¿Ya has abortado?, ¿Has abortado alguna vez más?, ¿Tienes hijos?, ¿Tienes pareja?, ¿Por qué quieres abortar?, ¿Tienes problemas económicos, tienes trabajo?”. Parte del grupo vigila la conversación. Jesús pide el teléfono, y ofrece el suyo. Tiende también el folleto de una asociación que dice ayudar a mujeres embarazadas: “Si llamas y no te atienden o no te sirve lo que te dicen, llámame a mí”.