La probabilidad de que un niño desarrolle dos cánceres independientes es extremadamente baja y especialmente intrigante para médicos e investigadores. Por eso, cuando en febrero de 2019 los padres de Marta acudieron con la niña al Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, el doctor Jaume Mora fue el primer sorprendido. La niña había tenido un neuroblastoma a los 17 meses, pero el cáncer se había curado con el tratamiento y era un caso de éxito.
“Fue tan inesperado como devastador”, recuerda el doctor Mora. “Era una niña que ya nos costó mucho que sobreviviera al primer tumor y nueve años después aparece con un cáncer aún más agresivo”. Esta vez se trataba de un tumor rabdoide, un infrecuente tipo de cáncer infantil que acabó con su vida en apenas seis meses.
Gracias a la generosidad de sus padres, el doctor Mora puso en marcha una investigación para comprender qué había pasado en aquel caso y si podía aportar información sobre estos infrecuentes dobles tumores infantiles. “Nos preguntaron si podíamos hacer una donación de tejidos”, recuerda Rosa, la madre de Marta. “Lo hicimos no por saber qué había pasado sino para que otros niños pudieran beneficiarse de este estudio”. Esa investigación culmina ahora con la publicación de un artículo sobre el caso de Marta y otros tres niños con segundos tumores en la revista Cancer Discovery en el que no solo se esclarece el origen de estos casos tan improbables, sino que se aportan datos que contribuyen a mejorar la comprensión de los cánceres pediátricos en general.
Lo que hemos visto es que la mayoría de las mutaciones ocurren durante el desarrollo embrionario y confirma la sospecha de que es esencialmente diferente del cáncer en adultos
“En los cuatro casos a los niños se les diagnosticó un cáncer, se curaron y al cabo de los años desarrollaron un tumor totalmente diferente”, explica a elDiario.es Mónica Sánchez-Guixé, primera autora del trabajo. Este tipo de casos son tan raros, apunta, que apenas han sido estudiados. “Lo que hemos visto es que la mayoría de las mutaciones ocurren durante el desarrollo embrionario, lo que confirma la sospecha de que es esencialmente diferente del cáncer en adultos”. En los mayores de edad, explica, el cáncer se produce por una acumulación de mutaciones durante la vida, un proceso de envejecimiento, mientras que en los niños suelen ser células embrionarias que quedan como atrapadas en una etapa anterior a la diferenciación y no acaban formando ningún tejido específico, sino multiplicándose en forma de tumor.
Las tres vías de los cánceres infantiles
El estudio, liderado por el Instituto de Investigación Biomédica (IRB Barcelona) y el Institut de Recerca Sant Joan de Déu (HSJD - IRSJD), se ha basado en el uso de técnicas avanzadas de secuenciación del genoma. “Lo que describimos son las tres vías por las que podemos explicar a día de hoy que haya pacientes con dos tumores independientes durante la época de desarrollo”, resume el doctor Mora. “Este estudio nos confirma que todos los tumores de los niños se originan en el periodo prenatal. Naces con esas mutaciones. No naces con el tumor, naces con la alteración que te predispone”.
Este estudio nos confirma que todos los tumores de los niños se originan en el periodo prenatal, naces con esas mutaciones
De los cuatro pacientes, solo uno desarrolló una leucemia cuatro años después de haberse sometido a quimioterapia para el tratamiento de un sarcoma en una pierna. Los patrones mutacionales desvelaron que la leucemia se desarrolló posteriormente a este tratamiento, pero para que se produzca hace falta una mutación que te predisponga. “La quimioterapia induce, que no causa, esa leucemia”, explica Mora. “Pero tienes que haber nacido con la condición basal, que es una mutación concreta; si tienes la doble mala suerte de tener un segundo tumor, esa quimioterapia sí favorece la aparición de una leucemia”.
El segundo patrón, explican los investigadores, es el de un paciente que presenta dos tumores cerebrales que aparentemente son distintos, pero al mirar el origen han descubierto que surgen de la misma célula primera durante la época del desarrollo fetal. En el tercer patrón, el de Marta y otro niño, lo que vieron los investigadores fue lo contrario: que ambos tumores se desarrollaron a partir de dos mutaciones independientes que aparecieron en su desarrollo embrionario, mucho antes de haber recibido cualquier tratamiento contra el primer cáncer. “Son dos tumores que aparecieron en tiempos distintos, el tratamiento no tuvo nada que ver con el segundo tumor”, recalca el doctor Mora.
Lo que diferencia al cáncer infantil
“Este resultado nos sirve para entender estos casos tan concretos, no solo podemos explicar el por qué, sino que nos enseña mecanismos de la aparición del cáncer infantil en general”, resume Sánchez-Guixé. “Solo cuatro casos son como un pequeño grano de arena, pero al menos uno de ellos indica que esa mutación ocurrió en los primeros días de gestación, una prueba más a favor de las teorías que apuntan a que el origen del cáncer infantil es embrionario”.
“Este estudio no hubiera sido posible si los padres de los pacientes no hubieran demostrado un compromiso total con la investigación a lo largo de todo su camino”, asegura Jaume Mora, que es el director científico del Pediatric Cancer Center Barcelona del Hospital Sant Joan de Déu. “La relevancia del artículo es demostrar que el cáncer del adulto no tiene nada que ver con el infantil”, subraya. “Este último no se explica por lo que fumas, lo que comes o lo que respiras, el cáncer de adultos es muy diferente del de los niños y eso es muy relevante a la hora de explicar a los padres qué está pasando a su hijo, y lo que dio paz a los padres de Marta”.
Para nosotros ha sido importante saber lo que había pasado y que no era algo que hubiéramos podido hacer mal, o que tendríamos que haberla llevado antes
“Para nosotros ha sido importante saber lo que había pasado y que no era algo que hubiéramos podido hacer mal, o que tendríamos que haberla llevado antes al médico”, explica la madre de la niña. “Ahora sabemos que en este tipo de cáncer no había nada que hacer, es un cáncer que aún están estudiando, y ojalá otros puedan beneficiarse de este estudio”.
Para Antonio Pérez Martínez, jefe del Servicio de Hemato-Oncología Pediátrica del Hospital Universitario La Paz, que no ha participado en el trabajo, el resultado destaca la importancia de tener un adecuado biobanco de los niños con cáncer que permita identificar las alteraciones genéticas subyacentes que expliquen los mecanismos fisiológicos del cáncer secundario hasta ahora desconocidos. “Uno de los objetivos del plan estratégico del cáncer en niños y adolescentes para el año 2030 es aumentar el conocimiento sobre la biología de los cánceres infantiles, comprender sus causas y abordar la prevención si fuera posible”, apunta. Todos los estudios que, como este, aporten nueva información sobre estos raros casos, ayudarán a resolver el misterio y acorralar cada vez más a los cánceres infantiles.