A pesar de que se daba por hecho que habría rebrotes, los confinamientos por el aumento de contagios en A Mariña (Lugo) y el Segriá (Lleida) han supuesto dos golpes de realidad sobre lo que significa la “nueva normalidad”. El virus de la COVID-19 sigue activo y circula en España cuando se ha inaugurado la temporada de vacaciones y sus viajes han multiplicado la movilidad de la población.
“Todos los epidemiólogos hemos dicho que iban a darse repuntes, lo importante es acotarlos. Y si se ha tenido que llegar a confinamientos es, entre otras cosas, porque no se han reforzado lo suficiente los servicios de Salud Pública, el centro de inteligencia durante una pandemia”, explica Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y exdirector general en el Ministerio de Sanidad. Este epidemiólogo entiende que la temporada de turismo aumenta el riesgo cuantitativo de casos en los lugares donde vaya a crecer la población, por lo que “hay que poder controlar más casos”.
Las medidas de control adoptadas en Galicia y Catalunya afectan a aproximadamente 300.000 personas (unas 70.000 en Lugo y el resto en Lleida). “El periodo vacacional nos demanda mucha detección precoz y rastreo de contactos, pero también mucha más responsabilidad personal. Es una doble dimensión”, explica Daniel López-Acuña, exdirector de Acción Sanitaria en Situaciones de Crisis de la OMS y profesor asociado de la Escuela Andaluza de Salud Pública. Esa misma idea es la que ha trasladado el director del Centro de Emergencias Sanitarias, Fernando Simón este lunes: “Hay que mantener las precauciones. Y tener cuidado de no irse de vacaciones si se tiene síntomas. Aquí se ve realmente cuándo una sociedad está formada por individuos conscientes de que forman parte de ella”, subrayó. Y señaló que “si alguien tiene sintomatología, es duro, pero tiene que saber que no está en condiciones de viajar”.
El especialista en medicina preventiva de la Sociedad Española de Epidemiología, Pedro Gullón, reconoce que “hay preocupación”. “Los destinos de vacaciones son los sitios con más movilidad, también internacional, y son por tanto lugares con más riesgo de brotes comunitarios. La población que pasa solo una semana de vacaciones es más difícil de controlar”.
Precisamente es lo que ha reconocido la Generalitat este lunes: en Lleida han tenido transmisión comunitaria desde principios de junio. El responsable del Servicio de Vigilancia Epidemiológica y Respuesta a Emergencias de Salud Pública en Lleida y Alto Pirineo y Aran, Pere Godoy, ha admitido este lunes que la evolución del virus está siendo “difícil de controlar”. El confinamiento allí está previsto en principio para 15 días, aunque el Ejecutivo catalán ha afirmado que no descarta prolongarlo. “Una vez que se desencadena la transmisión a esos niveles, cuesta bajarla”, ha advertido Godoy, que ha pedido “no asustarse” por las cifras que vendrán los próximos días.
López-Acuña afirma que “los brotes aislados se pueden manejar con contención reforzada, pero una vez comprobado que hay transmisión comunitaria ”ya se tienen que tomar medidas de confinamiento“. Sin embargo, en A Mariña, la Xunta ha decidido que ese confinamiento sea de cinco días y termine dos jornadas antes de la fecha de las elecciones gallegas. El profesor de la Escuela de Salud Pública andaluza explica que ”una vez se confina porque hay transmisión comunitaria es importante que se mantenga, al menos, durante 14 días, que es el periodo de incubación de la enfermedad. Hacerlo por un periodo más corto no tiene sentido“.
“Lo que ocurre en Lleida entra dentro de lo esperable pero no lo deseable: brotes con aumento de transmisión comunitaria en los que hay que realizar confinamientos selectivos. Esperable, pero no buena señal”, analiza Pedro Gullón. “Sería mejor que fueran brotes autocontenidos, pero también es bueno que lo encontremos a tiempo y se utilicen estas herramientas antes de tener que confinar a toda España como antes”, matiza.
Fernando Simón ha dicho este lunes que en el Ministerio de Sanidad “preocupa mucho” tanto el brote de Lleida como otros focos que, aunque se están controlando, “alguno tiene un volumen de casos muy por encima de los deseable”. Sobre el caso concreto de Lleida y la decisión del confinamiento, ha admitido: “Me hubiera gustado que la tomaran antes, pero es un acto muy valiente”.
Temporada de turismo sin cura ni vacuna
El 28 de abril de 2020, España al completo estaba confinada. La población debía permanecer en su casa. Esa tarde el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, explicaba el plan de desescalada. Su nombre oficial era de “transición a la nueva normalidad”. La “nueva normalidad”, iba a permitir, contaba, la “apertura total de la actividad económica, pero con el distanciamiento social y una protección distintas a las que hemos tenido antes de la COVID-19, hasta que encontremos el remedio terapéutico o la vacuna”.
Ninguno de esos dos requisitos ha llegado, por mucho que haya noticias esperanzadoras sobre sueros de inmunidad o se haya autorizado el uso del antiviral de Gilead Remdesivir (con el subsiguiente acopio de existencias por parte de los Estados a más 2.000 euros el tratamiento por paciente). Es decir, España está inmersa en esa realidad de la que hablaba Sánchez: con el SARS-CoV-2 activo y con capacidad de infectar y propagarse, a la vez que se han puesto en marcha los mecanismos económicos de movimientos y ocio de la reactivación turística en temporada estival. “Se acabó el estado de alarma, pero los brotes nos indican que tenemos que ser muy prudentes”, ha recordado este lunes el secretario general del Ministerio de Sanidad, Faustino Blanco.
En este sentido, Ildefonso Hernández señala los riesgos que entraña la actividad turística: “España tiene datos epidemiológicos de bajo riesgo, pero si hay puntos donde va a aumentar la población, ese riesgo va a crecer cuantitativamente. A más gente, más posibilidad de que haya un contagio”.
Para esto, Hernández pide que los refuerzos vayan a los servicios de Salud Pública porque “es donde, al observar los datos, se sabe hacia dónde ir, cómo circunscribir el brote y cruzar con la casuística para discernir si se está transmitiendo en un centro de trabajo o en las casas”. Gullón, por su parte, opina que “la tónica habitual debería ser brotes controlados, que se aísle a las personas implicadas en el brote y a sus contactos, o edificios concretos en los que se entienda que son contactos estrechos… pero una región, como ha pasado ahora”.
Salir de zonas confinadas
A principios de junio, otro epidemiólogo, Antoni Plasencia, decía a Efe que “sería un fracaso colectivo inaceptable volver a la situación de marzo”. Y entendía que, si el control era bueno, “más que un incendio masivo serán pequeños focos o incendios pequeños”. Para el especialista, la cuestión turística obligaba a una “detección y respuesta más rápida”.
Los expertos en Salud Pública coinciden, en definitiva, en que abrir la actividad, permitir los viajes y las estancias de vacaciones exige vigilar y estar encima de las cadenas de transmisión. Y si los contagios se expanden, abordar estos “confinamientos quirúrgicos” más localizados. Tanto en Lugo como en Lleida, las autoridades dieron un margen de tiempo para que las personas que no fueran residentes pudieran salir de la zona acotada. Sobre esto, Hernández comprende que se trata de evitar circunstancias muy incómodas para colectivos, en principio, con poco riesgo. La gente de paso “no es normal que estuvieran en riesgo. Es una medida más pensada para los residentes que han estado en contacto y con convivencia con posibles positivos. Eso sí, al mínimo síntoma deben avisar”.
Para Pedro Gullón, “tendremos que ver si son brotes muy descontrolados o no”. En los más acotados “puede valer con no salir mucho de casa y sí puedes volver a tu lugar de origen”. Eso sí, pide que al llegar “en caso de que vengas de zona de muy alta transmisión, lo recomendable es que luego estés en cuarentena durante 15 días”. E insiste: “Y consultar a la mínima”.