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Rechazo en la comunidad educativa al acuerdo para contratar profesores sin el máster: “Es un maltrato a la Educación, ser profesor es más que conocer la materia”

El anuncio de la ministra de Educación, Isabel Celaá, de que se va a permitir de manera excepcional que licenciados sin el máster profesorado den clase en institutos no ha caído muy bien entre la comunidad educativa. Aunque los sindicatos y algunos profesores consultados entienden la situación de emergencia, creen que esta medida rebaja la profesión docente, manda el mensaje de que enseñar está al alcance de cualquiera y desprecia la didáctica y organización escolar, e incluso va contra el debate público sobre cómo mejorar la profesión.

Por no hablar de las dificultades jurídicas que plantea la situación: la Ley Orgánica de Educación y el Real Decreto (RD) de acceso a la función pública establecen que el máster es necesario para dar clase en institutos, explica Francisco García, secretario general de la federación de Educación de CCOO, y un RD se modifica con otro, pero una ley orgánica no se cambia de cualquier manera. En circunstancias normales haría falta todo un proceso parlamentario y que una mayoría absoluta del Congreso lo valide (no valen más síes que noes). “Van a necesitar creatividad jurídica”, dice García.

En cualquier caso, los sindicatos rechazan la medida. “Provocará un deterioro de la calidad de la enseñanza”, afirman desde CSIF. “Ser profesor no es solo conocer la materia, hay que tener conocimientos de pedagogía”, añaden en CCOO. Saber enseñar, cómo se adquieren los conocimientos, las dificultades de los alumnos, especialmente en una edad complicada como los adolescentes. UGT se muestra más comprensiva, pero apunta a otro problema que revela esta decisión: “Se han acabado las listas de interinos porque se están ofreciendo contratos con un tercio de la jornada que la gente rechaza”, afirma su responsable, Maribel Loranca.

Para ejercer la docencia en Secundaria, actualmente es necesario estar licenciado en ciertos grados (algunos más obvios, otros menos, en los que se impartan conocimientos trasladables luego a las asignaturas correspondientes en los institutos; existen listas de qué grados permiten acceder a qué especialidades docentes) y después cursar un máster en formación del profesorado, que incluye un periodo de 4 o 5 meses llamado practicum en el que los estudiantes van a centros a realizar prácticas, pero siempre tutorizados. Con estos requisitos, y en ocasiones algún idioma, ya se puede impartir clase en los centros privados, tengan concierto o no. Para trabajar en uno público, grosso modo, hay que pasar por una oposición. Los mejores de cada convocatoria se ganan una plaza y el resto pasan a formar las bolsas de interinos, de donde se van contratando profesores temporalmente por orden para cubrir las vacantes o realizar sustituciones.

Estas listas, explicó este jueves la ministra Celaá tras reunirse con las comunidades autónomas, son las que se están agotando en algunas regiones debido a las contrataciones de profesores para reducir los grupos. Fuentes sindicales explican que en algunas especialidades –por ejemplo, para enseñanzas artísticas o en la Formación Profesional, según UGT– las listas son históricamente cortas. Que el año pasado no hubiera oposiciones al cuerpo docente por la pandemia –como se ha explicado, sirven también para engrosar estas listas– tampoco ha ayudado.

“Es un retroceso”

Antonio Moreno es menos comprensivo con la emergencia educativa. “Pienso que es un retroceso y un maltrato a la educación”, espeta de primeras este catedrático emérito en la Universidad Complutense de Madrid y exdirector del Instituto de Formación del Profesorado del Ministerio de Educación. Moreno, la persona que puso en marcha los másteres de formación del profesorado en España cuando el plan Bolonia cambió la estructura universitaria del país, cree que esta propuesta es sintómatica de la visión de la Educación que hay en España. “Todo el mundo cree que dar clase es una cosa simple, que se reduce a memorizar tres o cuatro cosas o resolver unos problemas. Dar clase es mucho más que conocer una materia o transmitir conocimiento de manera instrumental”, asegura.

Las fuentes consultadas básicamente coinciden con esta apreciación, con más o menos matices según les parezca más justificada la emergencia. “Si tenemos un máster es porque realmente creemos que es necesario”, sostiene Enrique Ortiz, que es a la vez profesor de Secundaria y profesor universitario en el máster de profesorado de la UCM. “Uno de los aspectos que se ha comentado como necesario para la mejora educativa en todos los niveles era mejorar la formación inicial del profesorado, que, en este caso, el máster garantiza”, argumenta. Y recuerda que los licenciados sin máster “no tienen asignaturas de docencia, de didáctica... me parece peligroso”.

Sorprendido por la noticia, el decano de la Facultad de Magisterio de la Universidad Autónoma de Madrid, Manuel Álvaro, se extraña de que las bolsas se hayan agotado, y se limita a realizar una reflexión general a falta de información específica: “Desde un punto de vista puramente conceptual, nadie debería afrontar la docencia sin una preparación adecuada”, afirma. Preparación de la que forma parte imprescindible el máster. Y señala el símil de los médicos, al que han recurrido sin excepción todos los consultados sobre la medida. Este razonamiento viene a decir que nadie contrataría –ni se dejaría operar– por un médico sin el MIR.

Los docentes que ponen este ejemplo son conscientes de que no es lo mismo tener un mal profesor que un mal médico, pero también creen que sirve para ilustrar la mirada que se tiene sobre la educación. “Esto demuestra una vez más que la educación en España está concebida como un lugar donde se aparca a niños que no podemos atender mientras trabajamos”, asegura Ortiz. Moreno, ya metido en faena y con varias décadas de experiencia formativa a sus espaldas, cree que “la debilidad del sistema educativo está en que se permite la injerencia de cualquiera para dar clase. Es más, creo que incluso debería estar prohibido que cualquiera dé clases particulares”, se sale un poco del tema.

Las alternativas

Los expertos consultados creen que se podría haber recurrido a otras fórmulas. Moreno propone recuperar profesores jubilados. Pero son población vulnerable ante la pandemia, se objeta. “Podría organizarse, dar clase a distancia”, responde, “pero hay muchos recién retirados en una edad perfecta para dar clase”. Otra alternativa que propone es que si hay que reclutar a graduados sin el máster, que se les obligue a matricularse. “Las clases les servirían como el practicum del máster y además tendrían en paralelo el trabajo teórico correspondiente y una tutoría en la Facultad. Serviría para darle valor académico a estas contrataciones”, propone. “Incluso estamos en periodo de matriculación”.

Ortiz cree que también se podría recurrir precisamente a estudiantes del máster, aunque lo tengan sin terminar. “Muchos de ellos presentan en octubre su trabajo de fin de máster”, explica. “Ya han estado haciendo sus prácticas... ¿Qué pasa con ellos?”, se pregunta. De momento no hay respuesta. La información compartida por el Ministerio de Educación no detalla la medida acordada por el Gobierno y las comunidades. En cualquier caso, explica este profesor, podrían empezar por estos estudiantes, por alumnos que puedan certificar haber realizado algún curso de didáctica, que los hay. “Me parece un poco desesperado todo esto”, cierra.

Maribel Loranca, de UGT, realiza una reflexión que, observada a la inversa, podría entenderse como una propuesta también. “Es cierto que se han acabado las listas de interinos en algunas comunidades, pero hay profesores que están preparando oposiciones y pueden haber rechazado un puesto por las condiciones del contrato. Se ofertan plazas a un tercio de jornada o media jornada, fuera del municipio o provincia de residencia del profesor, con los gastos que conlleva. Si te ofrecen un contrato de un mes, quizá prorrogable, no es descartable que hayan encontrado mejores condiciones laborales en otro sector”, desliza.

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