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Echar mano del petróleo y el carbón para salir de la crisis de la COVID amenaza con anular el recorte de emisiones de 2020

Central eléctrica de Tianjin (China).

Raúl Rejón

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La crisis de la COVID-19 reaviva viejas fórmulas para impulsar la economía con previsibles resultados nefastos en la crisis climática: el incremento en el uso de petróleo, carbón y gas previsto por la Organización Mundial de la Energía para 2021 hará que las emisiones de CO2 a la atmósfera salten un 4,8% este año, es decir, más de 1.500 millones de toneladas de gases de efecto invernadero en un solo curso. “El mayor incremento anual en una década”, analiza la OIE.

El panorama que dibuja este análisis es el de una salida del parón económico causado por la pandemia que se encamina por la senda de un calentamiento global de la Tierra por encima de los 3ºC. Un valor lejísimos del umbral de seguridad trazado en 1,5ºC por el Acuerdo de París de 2015 contra el cambio climático. El Panel de Expertos Científicos de la ONU ya ha descrito los impactos que supone que la temperatura planetaria al final del siglo llegue a 2ºC en lugar de ese 1,5ºC.

El año pasado, con gran parte de los sectores económicos congelados durante muchas semanas, se rebajó considerablemente la cantidad de gases liberados por este sector: cayó un 5,8%. Con todo, obtener energía produjo 31,5 gigatoneladas de CO2 [31.500 millones de Tm]. Así que, a pesar del recorte, y debido al efecto acumulativo de los gases, en 2020 se alcanzó la concentración media de carbono en la atmósfera más alta: 412,5 partes por millón. A más carbono, más efecto invernadero ya que esa capa no permite que salga hacia el espacio exterior la radiación solar rebotada en la superficie.

2020 también se colocó en los primeros puestos del ránking de cursos con temperatura más alta. Fue el año más cálido en España y en Europa. Empató con 2016 a nivel mundial. Un planeta más cálido redunda en problemas como la multiplicación de huracanes –que llegan más lejos y son más destructivos en tierra–, el empeoramiento de las sequías, el empobrecimiento de las cosechas agrícolas y el rendimiento pesquero o la proliferación de incendios forestales más destructivos. Efectos corroborados por la observación científica.

Pero el análisis de la Organización Internacional explica que casi todo el ahorro en daño climático creado en 2020, al caer algo las emisiones, se va a esfumar en 12 meses. “Las emisiones rebotarán y crecerán un 4,8% mientras la demanda de petróleo, carbón y gas rebotan con la economía”. En 2020, las emisiones por la obtención de energía bajaron 1.900 millones de toneladas. La proyección para 2021 es un incremento de 1.500 millones.  

 Así que “sería el aumento más grande desde la recuperación económica tras la crisis financiera global hace más de una década”. Va a dejar el nivel de emisiones apenas un 1% por debajo del pico histórico que se marcó en 2019.

Y aporta un dato esclarecedor: la demanda de electricidad en el planeta va camino de subir un 4,5%. ¿Mucho? ¿Poco? “Es cinco veces más que la caída que experimentó en 2020” con la pandemia desbocada, explica la Organización. El núcleo principal estará en las economías emergentes, especialmente China. Más energía, más electricidad para alimentar la economía, se va a traducir, a pesar de que las fuentes renovables han ganado mucho terreno, en más quema de combustibles fósiles. Es decir, más CO2 exacerbando la crisis climática.

Empuje del carbón y el gas

A la cabeza del rebote va a estar el carbón, el combustible fósil que más CO2 libera. La OIE explica que el año pasado decayó un 4% la demanda del mineral, pero que, en 2021, la tendencia va hacia un aumento del 4,5% lo que dejará el consumo por encima del nivel marcado antes del estallido de la pandemia de COVID-19.

Esta previsión de quema masiva del mineral para generar electricidad conllevará el lanzamiento de 640 millones de toneladas más de CO2 para llegar a las 14,8 gigatoneladas. Supone volver de golpe a 2019, de hecho, implica un 0,4% más de gases que en aquel año.

La generación de electricidad con plantas térmicas en Asia conllevará “tres cuartas partes” de este rebote. Las plantas de China suponen un tercio del consumo mundial de carbón. Además, la expectativa de que el precio del gas natural suba este año hace que “se produzcan algunos cambios hacia el carbón sobre todo en EEUU y la Unión Europea”, explica la Organización.

Sin embargo, el petróleo, aunque también incrementará las emisiones en unos 650 millones de toneladas de CO2, se quedará, calcula este estudio, unos 500 millones de toneladas por debajo lo que expulsó hace dos años. ¿La razón? Básicamente el sector de la aviación internacional, al que no atribuyen una reactivación completa.

La tercera pata del mix energético a base de combustión fósil es el gas natural. La OIE espera que se alcance un pico histórico para este combustible: 7,15 gigatoneladas. “El uso de gas en edificios e industrias son algo más que una tendencia”. Experimentó la mayor caída de demanda en 2020, pero también la recuperación más temprana en 2021. Así que, en términos relativos, el gas natural ha vuelto con fuerza a la emanación de gases que alimentan la costra invernadero que recalienta la Tierra y altera el clima.

Con todo, la OIE añade que “las renovables siguen siendo la historia de éxito de la era COVID-19” ya que “se espera que proporcionen más de la mitad del incremento de electricidad necesario para cubrir la demanda”. China, que encabeza el uso de carbón, también es la primera a la hora de generar electricidad renovable. 

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