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La reforma del Bachillerato llega con polémica: “conservadora” y pensada para las grandes ciudades

Estudiantes

Daniel Sánchez Caballero

4 de octubre de 2021 22:37 h

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Al final, todo son los recursos. Es la diferencia entre diseñar un buen plan y ponerlo en marcha con éxito y uno que, pareciendo una buena idea, no se llegue a implementar bien. Es lo que algunos directores de instituto se temen va a pasar con la reforma de la Secundaria que ha diseñado el Ministerio de Educación y que analizan estos días las comunidades autónomas.

Sucede, por ejemplo, con el paso de tres itinerarios de Bachillerato a cinco. “Si se pudiera garantizar la oferta, lo óptimo sería que hubiera incluso más bachilleratos”, expone Raimundo de los Reyes, exdirector de instituto y presidente de la asociación de directivos Fedadi. “El problema es que hay que conjugar esto con la realidad, y la realidad es que los centros tienen unas posibilidades organizativas limitadas y en las poblaciones pequeñas no va a haber alumnado suficiente para formar los grupos, con lo que no podrán ofrecerlo”.

Esta reflexión de De los Reyes es el punto en común entre todos los directores consultados sobre la reforma de Educación: bien tirada sobre el papel, difícil –por no decir imposible– de implementar en la práctica en ciertos lugares: fuera de las grandes ciudades, la inmensa mayoría de los centros ya no ofrecen el Bachillerato de Artes por falta de alumnado, huelga decir que tampoco van a ofrecer los dos itinerarios solo de Artes que se crean ahora. Lo mismo que sucede ahora, por otra parte.

La propuesta del Gobierno plantea crear cinco itinerarios de Bachillerato donde antes había tres: se mantienen Ciencia y Tecnología y Humanidades y Ciencias Sociales, se desdobla Artes, que pasa a tener una vía de Música y Artes Escénicas y otra de Artes Plásticas, Imagen y Diseño, y se crea un quinto recorrido, llamado General, a medio camino entre unos y otros. Para la Secundaria, se eliminan las matemáticas aplicadas o académicas que el alumnado debía elegir –aunque nunca se llegó a implementar del todo–, se deja la entrada de la Filosofía obligatoria para el Bachillerato y se crea alguna nueva materia en la ESO, como Formación y Orientación Personal y Profesional.

“Es una reforma conservadora”, opina Toni Solano, director del IES Bovalar de Castellón. “Se deja casi todo en manos de las comunidades autónomas, que podrán aplicarlo o no”. Su compañera Eva Bajén, del IES Cinco Villas, en Ejea de los Caballeros, también ha observado esta discrecionalidad y pide que “aunque está muy bien que haya muchas optativas, hay que controlar que los alumnos no pueden estudiar muchas materias a la vez, que luego pasa lo que está sucediendo en Aragón, que tenemos alumnado en tercero de la ESO con 13 materias”.

El cajón de sastre del Bachillerato general

Una de las mayores novedades es la creación de un itinerario de Bachilerato llamado General, que propone menos capacidad de elección de materias a quien lo curse y que parece destinado a quienes no tienen una vocación clara o definida. De los Reyes insiste con su augurio de la oferta. “Los institutos van a tener que ofrecer tres bachilleratos donde ofrecían dos [porque el de Artes no está en todos], y organizativamente va a ser complicado”, expone, “si no tienes ni el alumnado mínimo ni el profesorado para dedicarle, entonces van a tener que ofrecer dos, y cuáles. Puedes poner por ley que sea obligatorio, pero luego está la práctica. Al final, la optatividad que parece tan amplia no lo es tanto”.

Bajén, la directora de Aragón, plantea que puede acabar siendo contraproducente. En su instituto, cuenta, ofrecen actualmente el itinerario de Artes porque hay suficiente demanda, pero es el único hasta Zaragoza. “Bien puede suceder que al desdoblarme el Bachillerato de Artes en dos me quede sin alumnos para ninguno”, se pone en la peor situación.

Solano añade otro pensamiento popular entre los directores. “Que hayan creado un bachillerato general puede ser buena idea para no tener esa especialización [que conllevan los otros] y sacarse el título, pero a efectos prácticos vemos que es para colocar a los que no tienen plaza en la Formación Profesional. Tener otro grupo de 35 alumnos en un instituto es relativamente barato, más que la oferta de FP”, cuenta aludiendo a la escasez de plazas de Formación Profesional, que ha dejado a miles de alumnos fuera en Catalunya y Madrid.

Y luego está el miedo a que este itinerario acabe siendo la salida del que no sabe qué hacer. “Quien en 4º de la ESO lo tiene claro, lo tiene claro. Y cuando hay un Bachillerato general va a ser la elección de los que no quieren hacer el Bachillerato”, augura Solano recordando a los rebotados de la FP. “Cuando lo acabas, ¿a qué carrera vas? A las que no quiere ir. Además, cada asignatura tiene un baremo de cara a la prueba de acceso a la universidad y si haces asignaturas que no están bien consideradas por la carrera que quieres elegir, no te da la nota”.

Ana Cobos, presidenta de la Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España COPOE, cree sin embargo que esta tercera vía “está bien planteada” porque hay alumnos que hacen el Bachillerato “para ser policías o bomberos, o simplemente acceder a una oposición. ¿Por qué tienen que definirse tanto?”, se pregunta.

Adiós, itinerarios

Un aspecto bien valorado de la reforma llega antes del Bachillerato, pero marcaba también esta etapa. “Que desaparezcan los itinerarios está bien”, coinciden De los Reyes y Bajén. “Meter al alumnado en itinerarios a los 14 o 15 años, y que te condicionen, era cerrar puertas a una edad muy temprana”. Cuando el exministro José Ignacio Wert diseñó la Lomce, aplicó un modelo por el que el estudiantado tenía que elegir entre la vía académica, que llevaba al Bachillerato y probablemente a la Universidad después, y la aplicada, que se dirigía hacia la FP. Esta medida siempre fue tachada de segregadora, porque decidía el destino del alumnado cuando eran muy jóvenes, y nunca llegó a aplicarse del todo. Pero ahí estaba.

Solano mira con inquietud la propuesta de Educación –no deja de ser un borrador, susceptible de cambiar– y observa que la nueva estructura de la ESO sigue teniendo un 4º de Matemáticas A y un 4º de Matemáticas B, entre los que tendrá que elegir el alumnado –no hay más detalles al respecto en el documento de Educación–. “Parece que todo se organiza en torno a las Matemáticas, si son más fáciles o más difíciles”, apunta, dado que, excepto Educación Física, las materias obligatorias para todos los itinerarios de Bachillerato son de letras (Lengua extranjera, Filosofía y Lengua Castellana y Literatura).

Por último, este director apunta que esta reforma habría sido una buena oportunidad para regular la creación de ámbitos que aparece en la ley. La Lomloe da la posibilidad a las administraciones educativas de juntar materias en una misma clase y darlas como un todo transversal, pero no entra al detalle. Solano cree que “una buena manera” de hacerlo habría sido definir cuáles son y qué profesorado los puede impartir –en Secundaria está regulado qué materias puede dar cada profesor– para que no lo hicieran las comunidades. También propone establecerlos para 1º de la ESO, para facilitar el a veces complicado cambio de un colegio y los métodos de Primaria a un instituto y la educación secundaria.

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