Un mayor de 60 años tiene 70 veces más probabilidades de ingresar en la UCI por no vacunarse que de sufrir un trombo por el suero de AstraZeneca
Pese a la decisión política tomada y a las informaciones aparecidas en los últimos días respecto a los trombos relacionados con la vacuna de AstraZeneca, la comunidad científica tiene bastante claro que no hay debate.
“Los beneficios de la vacuna continúan superando los riesgos para las personas que la reciben. La vacuna es eficaz para prevenir la COVID-19 y reducir las hospitalizaciones y las muertes”, asegura la Agencia Europea del Medicamento (EMA). A partir de esta afirmación de la máxima autoridad científica europea en la materia, José Antonio Forcada, presidente de la Asociación Nacional de Enfermería y Vacunas (ANENVAC), cree que es “totalmente incomprensible que nos desmarquemos de la OMS y la EMA no permitiendo la utilización de la vacuna en cualquier grupo de edad desde los 18 años, que es lo que deberíamos estar haciendo”.
Forcada recuerda que la aparición de casos de trombosis en personas vacunadas con AstraZeneca es muy baja y además no está demostrada la causalidad. La EMA ha analizado 18 casos de fallecimientos por trombosis en una población de 25 millones de personas vacunadas. Dicho de otra manera, el riesgo de fallecer por esta causa no llega a una persona por millón. “Primero hay que establecer ese vínculo, que podría existir, pero aún así hay que tener en cuenta que los beneficios que aporta la vacuna –salvar miles de vidas, evitar sufrimientos por enfermedad grave, pérdidas de jornadas laborales incluso, si se trata de salvar la economía– son más altos”, insiste Forcada.
En Reino Unido han realizado una comparación muy visual de esta dualidad. Con datos de las autoridades sanitarias británicas, el Winton Center for Risk Evidence Communication ha elaborado tres gráficos en los que expone, en función de tres escenarios de incidencia, el riesgo/beneficio potencial de vacunarse con el suero de AstraZeneca en función de la edad. Estas proyecciones enfrentan el riesgo que tendría una persona no vacunada de ingresar en la UCI si no se inocula (se ha elegido este indicador por tener consecuencias de gravedad similar a sufrir una trombosis) o de sufrir un trombo en el caso de hacerlo (y que se acabe demostrando que los trombos están causados por la vacuna).
El resultado, en versión española traducidos por la Agencia Sinc en colaboración con los autores de los gráficos, es este (los datos referidos son siempre del Reino Unido y por cada 100.000 habitantes):
Para elaborar estas tablas, el centro, perteneciente a la Universidad de Cambridge, observa cuántas hospitalizaciones en Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) se registran por grupo de edad en un periodo de 16 semanas debidas a la COVID, calcula cuántas de ellas se evitarían vacunando a toda esa gente (con una estimación media de éxito de la vacuna del 80%) y enfrenta ese dato con los casos de “pacientes con trombosis relacionadas con la vacuna” (casos registrados, no especifica que hayan concluido en muertes).
El análisis de los datos dice que para cinco grupos de edad distintos y tres niveles posibles de riesgo en función de la incidencia acumulada (o sea, 15 escenarios posibles en total), solo en uno los riesgos superan a los beneficios: para el grupo más joven, de 20 a 29 años, en un supuesto de bajo riesgo. Para todas las demás hipotéticas situaciones, da igual la edad o el nivel de incidencia, vacunando se evitan más ingresos en la UCI que trombos se provocarían supuestamente.
Así, una persona mayor de 60 años tiene 70 veces más riesgo de ingresar en la UCI en un escenario de baja contagiosidad si no se vacuna que de tener un trombo si lo hace. En una situación de riesgo medio de contagios, esa proporción es de 206,5 no ingresados en UCI por cada trombo, y de 638,5 mayores que no ingresarán por coronavirus por cada una que sufriría un trombo por la vacuna cuando haya un escenario de riesgo alto.
Forcada añade que el trabajo del Winton Center es conservador: por cada ingresado en la UCI hay otras nueves personas que van al hospital pero no llegan a ingresar en los cuidados intensivos que no han sido tenidos en cuenta a la hora de contar los beneficios. Tampoco se incluye el efecto de reducción de los contagios que tiene vacunar a la población, según recuerdan los autores del estudio, ni el hecho de que el riesgo de sufrir una trombosis tras la vacuna dura dos semanas (de momento no se han documentado casos con la 2ª dosis) mientras que el de ingresar en el hospital dura 16 en esta muestra y se repite en el tiempo, según explica la médica y divulgadora Esther Samper.
Además, las ventajas de vacunar aumentan exponencialmente según crece la edad de las personas. Según se observa en los siguientes gráficos, los beneficios de inocular también crecen exponencialmente según sube la incidencia en un país frente al riesgo de no hacerlo. En el primer caso, con una incidencia de 2 por cada 10.000 habitantes al día –que el Winton Center califica de “bajo riesgo de exposición”– para el grupo de edad entre 20 y 29 años se provocarían más casos de trombos que se evitarían ingresos en UCIs (0,8 ingresos evitados, 1,1 casos de trombos aparecidos, siempre cada 100.000 habitantes).
Es el único supuesto entre los cinco grupos de edad y los tres distintos escenarios en el que los riesgos potenciales superan a los beneficios potenciales, según este análisis. A partir de ahí, los ingresos que se evitan vacunando multiplican los trombos provocados. La vacunación se demuestra especialmente efectiva con los más mayores, dicen los gráficos, si se tiene en cuenta que los mayores de 60 sufren 17 veces más ingresos en las UCIs que los más jóvenes, pero cinco veces menos trombos.
En este segundo caso, en un escenario de “riesgo medio” se observa cómo los ingresos que se evitan aumentan exponencialmente en todos los grupos de edad. Incluso en el de los más jóvenes, entre 20 y 29 años, se evitarían 2,2 ingresos por cada 1,1 casos de pacientes con trombosis, justo el doble (y siempre hablando de incidencias sobre 100.000 habitantes).
En el tercer escenario, de alto riesgo, los beneficios se disparan.
En este caso extremo, aunque los autores del trabajo especifican que era el que se vivía en el Reino Unido durante la segunda ola, vacunar a la población con AstraZeneca evitaría en 16 semanas el ingreso en la UCI de 6,9 personas de entre 20 y 29 años; de 24,9 entre 30 y 39; de 51,5 entre 40 y 49; de 95,6 entre 50 y 59; y de 127,7 personas de entre 60 y 69 años. Un total de 306,6 personas por cada 100.00 habitantes. A cambio, calcula el Winton Center, tres pacientes (por cada 100.000 también) sufrirían una trombosis relacionada con la vacuna.
El epidemiólogo Quique Bassat lo resume: “Las vidas salvadas, o los ingresos en UCI evitados, son infinitamente más frecuentes gracias a la vacuna que los efectos adversos asociados con la trombosis, que son extraordinariamente infrecuentes”. Y remata: “Dejar de usar la vacuna por miedo a estos efectos sería como dejar de usar la penicilina por miedo a las reacciones anafilácticas (que por cierto ocurren en uno de cada 10.000 tratamientos, mientras que el VIPIT –los trombos asociados a la COVID– ocurre en uno de cada millón de tratamientos).
Forcada defiende que el riesgo de otros medicamentos muy habituales en cualquier casa es mayor que el de la vacuna. “La heparina tiene un riesgo mucho más importante, las mujeres que toman anticonceptivos, las personas que consumen aspirina o nolotil tienen un riesgo”, explica, e insiste, como Bassat, en que es diez veces más alto a que te aparezca un trombo después de haberte vacunado.
Este enfermero teme que el daño a la imagen del suero de AstraZeneca o incluso a las vacunas en general ya esté hecho. “Va a ser difícil repararlo, pero hay que hacerlo. Necesitamos todas y cada una de las vacunas de que podamos disponer. Hay que actuar de manera coordinada siguiendo las directrices científicas emanadas de las sociedades, tenemos que actuar todos a una y hacer ver que vacunando se salva la vida a muchas personas”.
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