Réplica de Yago de la Cierva a la columna 'Durante años ha sido tabú criticar al Opus Dei en España, pero ese tiempo se ha acabado'
El pasado sábado en el desayuno me topé con la grata sorpresa de encontrar varias referencias a mí en elDiario.es. Estoy persuadido de que sus lectores tendrán interés en escuchar la otra campana, y formarse su propia opinión sobre la disputa entre el autor del libro “Opus” y los que defendemos a Luis Valls Taberner y a las fundaciones que él creó. “Del choque de las ideas sale la luz”, dicen los franceses, y este puede ser un ejemplo de discusión civilizada.
Empiezo por lo que le doy toda la razón al autor: me llamo Yago de la Cierva y soy del Opus Dei. No mando nada ahí, pero lo soy con convicción, desde hace muchos años, y creo que lo saben no solo mis parientes, colegas y amigos, sino también los medios. Cuando dirigí la Jornada Mundial de la Juventud en 2011 a petición de la archidiócesis de Madrid, mantuve unos 80 encuentros con periodistas, y creo que al final ya me pedían que no insistiera más en eso. Poca noticia hay aquí, pero es cierto.
También le doy la razón en que me dedico a la comunicación de empresas y organizaciones. Me gustaría que me llamaran en tiempos de paz, pero es más frecuente que lo hagan cuando pasan por situaciones de crisis reputacionales como esta: qué hacer ante acusaciones falsas. A los consultores nos llaman empresas, pero también organizaciones sin ánimo de lucro, que con frecuencia no suelen tener profesionales en sus departamentos de comunicación.
El autor del artículo (al que no considero un “enemigo”, sino un oponente en un debate abierto) cita varias frases mías, con las que estoy totalmente de acuerdo, quizá porque son mías: la importancia de la transparencia, la necesidad de asumir las propias responsabilidades, etc. Totalmente cierto: lo dije, lo mantengo y lo seguiré recomendando a quien me quiera escuchar.
También es cierto que las fundaciones que creó Luis Valls Taberner cuando era presidente del Banco Popular me han contratado para que les asesore sobre cómo responder a las graves acusaciones contenidas en un libro y repetidas en un roadshow por los medios de comunicación españoles que le han querido escuchar. Aquí tampoco hay mucha noticia, porque al hablar con periodistas me presento diciendo: soy el portavoz de las fundaciones que creó Luis Valls. Cierto al cien por cien.
A partir de este punto, nuestros caminos divergen. La iniciativa siempre la ha llevado la otra parte. El autor llamó a la puerta de las fundaciones para pedir datos sobre Luis Valls porque “le parecía una persona fascinante” y quería escribir una biografía. Se le dio toda la información que pedía (que estaba ya publicada) en el orden que él quería. Luego desapareció… y supimos de él por sus posts ofensivos en X. Créanme, las fundaciones no dijeron nada en ese contexto porque, por no tener, no tienen ni perfiles en redes sociales.
Conseguimos el texto del libro gracias a eBay, porque no quiso compartirlo. Lo entendí después de leerlo. Lo que es menos comprensible es que diga por ahí que sí lo había entregado, porque es falso. En el contexto de la polémica, es solo una mentirijilla de niño de seis años pillado con churretes de chocolate en los mofletes que dice que no ha sido él quien se ha comido los bombones, pero… ¿Por qué mentir en una cosa tan pequeña? Quizá es el indicio de lo que venía después.
El autor dice: “el libro es extremadamente respetuoso con Luis Valls-Taberner, que es descrito como un católico devoto y bondadoso”. Por eso me atrevo a preguntar a los lectores: ¿es respetuoso decir de un banquero que ha manipulado el banco que dirigía para sus propios intereses, desviando “miles de millones” (sic) hacia el Opus Dei, en operaciones de blanqueo de dinero y de transferencias ilegales a todo el mundo?
No pongo en duda que el autor vea con simpatía a Luis Valls. Pero le acusa de cientos de delitos sumamente graves, y probablemente de la conducta más reprensible que se puede achacar a un banquero: robar a sus accionistas, involucrar a los consejeros del banco en infinidad de conductas ilegales, traicionar la confianza de sus empleados y sus clientes, engañar al Banco de España y a los gobiernos de turno…
Son acusaciones que denigran a una persona, sin aportar ni un solo dato de lo que dice. Es más, silenciando los testimonios de todo aquel que le ha transmitido una opinión favorable a Luis Valls. 500 páginas de ataques, ninguna de defensa. Es como escribir la historia del Betis preguntando solo a los hinchas del Sevilla.
Peor aún: habló con algunos béticos, pero borró sus testimonios porque no corroboraban sus prejuicios. El autor podría ponerse de ejemplo de ese mal periodismo que queda retratado en la frase, “no dejes que los hechos te estropeen una buena historia”.
Por poner un ejemplo entre mil: durante los últimos cincuenta años, las fundaciones recibieron una media de 11 millones de euros anuales, provenientes de cantidades que provenían de la renuncia de los consejeros a sus honorarios. Se ve que le parece poco, porque el autor habla de “cien millones al año”. Añadir un cero es poco serio, pero incomprensible en un periodista financiero.
En comunicación sabemos que no hay nada mejor que presentarse de víctima para captar la benevolencia. Por eso dice que yo estoy en “el centro de una campaña de desinformación para que la atención de los medios no recaiga sobre las graves acusaciones recogidas en mi libro”. Vaya, se le ha escapado: el libro sí recoge graves acusaciones. Por lo demás, un repaso a la hemeroteca muestra que las fundaciones empezaron a hablar después de que el autor hablara con distintos medios españoles. Después, no antes.
El autor menciona que mis “cómplices” han sido el ABC, Cope, El Debate y Vida Nueva, porque ellos se han hecho eco de mi respuesta al libro. Dejando de lado que yo nunca me atrevería a decir que sus cómplices son la editorial Planeta y el diario El País, ¿tiene sentido acusar a una organización porque se defiende? ¿Solo él tiene derecho a hablar? ¿Porque es inglés y yo no?
El motivo por el que las fundaciones han salido en defensa de Luis Valls –fallecido en 2006– es dar voz a los miles de directivos y empleados que trabajaron con él, de los cientos de periodistas que le conocieron, de los numerosos colegas de la banca y de los reguladores que le trataron, de los millares de beneficiados por las acciones filantrópicas que impulsó, en los políticos –empezando por el Partido Comunista– y los sindicalistas que le apreciaron… Muchos nos han llamado para agradecernos el gesto de salir y defender a quien consideran un tipo admirable. No un “cristiano devoto y bondadoso” (pero delincuente), sino un banquero de tomo y lomo, un filántropo generoso adelantado a su tiempo, y una persona excelente.
Por el momento no vamos a acudir a los tribunales: es lento, caro, y suele ser poco eficaz para defender la buena fama. Además, nos obligaría a distraer fondos de causas sociales para pagar a abogados. Por eso, como en este país hay libertad de expresión (aunque le siente mal al autor), preferimos aclarar las cosas a todo aquel que con buena fe haya repetido sus acusaciones con mala fe.
Quien quiera conocer al verdadero Luis Valls Taberner sin gafas de madera puede acudir a su página web, www.luisvallstaberner.es, donde encontrará lo que piensan de él los que le conocieron. Y agradezco mucho a elDiario.es el buen hacer periodístico de quien ofrece las dos versiones en una polémica, para que el lector decida.
Dejo mucho en el tintero porque sus críticas más feroces se dirigen al Opus Dei, pero… a mí el Opus no me ha nombrado portavoz, y no diré nada en su nombre. Quien quiera saber lo que ha respondido la Obra, lo encontrará en www.opusdei.es. Pero reconozco que la cita del autor que aparece como título de su artículo, “durante años ha sido tabú criticar al Opus Dei en España”, me ha provocado una sonora carcajada.
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