COVID-19

El repunte de contagios deja a España muy lejos de su objetivo de incidencia y eleva el riesgo de una cuarta ola

La tercera ola ha tocado suelo sin haber alcanzado los objetivos mínimos que Sanidad negoció con las comunidades para desescalar. Con una incidencia acumulada de 127 casos por 100.000 habitantes a 14 días, España se aleja del nivel de riesgo bajo –entre 25 y 50 casos de COVID-19– con el que empezar a relajar las medidas y dar comienzo a la tan ansiada nueva normalidad.

La ministra Carolina Darias se resiste a aceptar que eso ocurra, por lo que no descarta ampliar el estado de alarma más allá del 9 de mayo para conseguirlo: “El objetivo es llegar a 50 y luego bajar a 25”, dijo hace unos días. No obstante, España camina en rumbo contrario: la tendencia a 7 días –la que da la imagen más a corto plazo– ha hecho saltar las alarmas en algunas regiones después del puente de San José y de cuatro días sin actualizar los datos.

Los expertos temen que la Semana Santa irrumpa en este escenario y ponga al país en una situación parecida a la del resto de Europa, con una cuarta ola en ascenso y el anuncio de confinamientos estrictos para intentar atajarla antes de que sea tarde. “Flaco favor le hacemos a nuestro país si nos quedamos igual mientras que buena parte Europa se confina o endurece las medidas”, expresa Quique Bassat, epidemiólogo de ISGlobal. Alemania ha anunciado esta misma madrugada que da un paso atrás en su desescalada con una incidencia a 14 días menor que España.

El Ministerio de Sanidad ha admitido “preocupación” por el cambio de tendencia ascendente y ha pedido “máxima precaución” de cara a los próximos festivos. Darias también ha recordado que la de Semana Santa es “una estrategia de mínimos” y que cualquier comunidad que lo considere necesario “puede adoptar nuevas medidas más restrictivas”.

Estamos ya cerca del final, pero nos queda todavía un trecho. El virus no está derrotado y está a nuestro alcance evitar un nuevo repunte y, por lo tanto, una cuarta ola

Aun así, Bassat cree que España ha renunciado a llegar al nivel de riesgo bajo y que esa estrategia, “que los dirigentes han propuesto y que la población ha aceptado”, tiene consecuencias. Por ejemplo, “asumir que para lograr una cierta normalidad, algunas personas van a enfermar y otras cuantas quizá fallezcan”, dice. También Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública (SESPAS), piensa que los políticos no tienen el horizonte de los 50 casos en mente para tomar medidas, pero en cambio cree que la gente “lo está interpretando correctamente”. “No se está dando la sensación de que estemos en un nivel de riesgo intermedio”, apunta.

Atrás quedó aquella primera desescalada que dio comienzo al verano y en la que España logró doblegar la primera ola hasta los 8 casos por cada 100.000 habitantes. Ninguna de las dos posteriores han logrado tocar fondo de esa forma, pues la segunda repuntó desde los 188 casos (el 10 de diciembre) y la tercera desde los 127 (el pasado 17 de marzo). “El problema es que se tiene mucha impaciencia para relajar las medidas antes de llegar a los objetivos”, apunta Hernández, que apuesta por ser un poco más precavidos a la vista de la ola europea que acecha a España.

“La velocidad de descenso estaba siendo bastante buena y es lógico que se empezase a desescalar, pero con lo que está ocurriendo en el resto de Europa habría que plantearse dar un paso atrás”, defiende Pedro Gullón, miembro de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE). “Un pico de contagios antes de Semana Santa nos va a poner en una situación vulnerable”, reconoce.

Por otro lado, el ritmo de vacunación y la inmunización de cierta población de riesgo dibujan un horizonte más esperanzador para nuestro país. Todos los expertos consultados insisten en que, de darse una cuarta ola, tendrá importantes diferencias respecto a las fases anteriores, pero que depende mucho de cómo actúe la cepa británica y de la situación de los hospitales, que ahora mismo sigue estando al límite en algunas comunidades. Siete de ellas tienen las UCI por encima o rozando el máximo recomendado del 25% de ocupación.

El epidemiólogo Quique Bassat cree que “deberíamos haber aflojado con una incidencia de 50 y no de 130”. “Lo único sensato es suspender la flexibilización de las medidas, pero eso sería muy impopular”, admite, aunque añade que la responsabilidad sanitaria consiste en salvar vidas y “no en tener contenta a la población”. De hecho, Catalunya, Baleares o Galicia han pospuesto algunas decisiones sobre sus desescaladas y se han retractado de otras, como la flexibilización de los horarios en hostelería o la apertura de interiores, mientras que la tendencia de los datos continúe estancada o empeorando.

Extremadura ha registrado este fin de semana un aumento del 65% de la transmisión, Navarra del 14% y Canarias del 13%. Aun así, todas ellas se mantienen en un nivel de riesgo medio o hasta bajo, mientras que a los epidemiólogos les preocupan más aquellas que se han estancado en números superiores a 200, como Melilla, cuya transmisión crece a una velocidad del 25% y ha alcanzado una incidencia de 514; Ceuta, de 257; o Madrid, de 218. Les sigue de cerca Euskadi, rondando los 188 casos por cada 100.000 habitantes. “Son estas las que podrían poner en apuros al resto del país”, reconoce José Martínez Olmos, exsecretario General de Sanidad y profesor de Salud Pública en Granada.

“Además de los confinamientos perimetrales, importa lo que pase dentro de cada región”, recuerda Gullón, de la SEE. “Que Madrid, por ejemplo, no haya bajado su incidencia de 200 en tantos meses, pone a su sistema sanitario en una situación muy complicada en caso de un repunte”, apostilla. De todas formas, reconoce que aún es pronto para medir el impacto real de estas pequeñas subidas, que se afianzará en los próximos días y nos puede dar una pista de lo que se juega España después de la Semana Santa.

“Hay que ver qué consecuencias pueden tener las imprudencias que cometeremos en estas fiestas, si será como en navidades y nos encontraremos con una subida importante a la vuelta, o si lograremos mantenernos” en esta meseta inestable, se cuestiona Bassat. El epidemiólogo catalán lo ilustra con las imágenes que se repiten cada fin de semana, donde algunas personas se saltan las normas a pesar de las directrices de los gobiernos autonómicos. Solo en Madrid, la Policía Municipal ha intervenido 474 fiestas ilegales en domicilios en el puente de San José. “Son pocos, pero hacen mucho ruido y empañan la imagen de una mayoría que está siendo responsable”, concluye Olmos.

Ildefonso Hernandez cree que esas subidas y bajadas continuas alteran la percepción de la ciudadanía. “El problema es que cuando se refuerza una inercia, es muy difícil cambiarla o doblegarla”, expresa. “La verdad es que me preocupa, porque no hemos dado ni un respiro a nuestros sistemas sanitarios para atender a otras patologías”, reconoce. “Con un poco de paciencia y dos o tres semanas más, habría sido suficiente para manejarlo bien”, se lamenta.