Ascenso violento. Las reservas de agua han subido mucho en muy poco tiempo. La lluvia muy intensa al iniciarse diciembre, sobre todo por la borrasca Efraín, ha aliviado la fuerte escasez hídrica y llenado los embalses hasta el 40%, aunque a costa de inundaciones, daños materiales y el fallecimiento de un agente forestal.
La borrasca Efraín trajo mucha agua en poco tiempo. Ha sido la borrasca de alto impacto más duradera y con mayor número de afecciones en la península ibérica de la temporada 2022-2023. Más de 24 provincias tuvieron que declarar alerta. En solo siete días, los embalses han almacenado 3.500 hectómetros cúbicos, un crecimiento del 18% en una semana (son casi siete puntos más de reserva de agua). Ahora, la red tiene casi tanto como hace 12 meses –aunque, en ese momento, había preocupación extendida por el bajo nivel de los embalses, bastante lejos de la media de la década: 29.500 hm3–.
La virulencia de las precipitaciones queda reflejada por el siguiente dato: en los 13 primeros días de diciembre, había llovido ya casi tanto como la media histórica para todo ese mes. Cayeron 72 litros por metro cuadrado cuando el promedio para los 31 días está en 79. Un 91%.
Así que Efraín ha dado un empujón drástico. El último día de noviembre, las precipitaciones acumuladas en España en lo que iba de año hidrológico –que comienza el 1 de octubre– eran un 25% menores que la media. Al fin y al cabo, se ha certificado que el otoño de 2022 ha sido el más cálido de la serie y el tercero más seco.
Pero, para cuando la borrasca abandonó la península, el déficit se había recortado hasta un 4% por debajo del promedio.
Con las precipitaciones, las reservas han engordado. Han podido esquivar así una situación grave: se ha llegado a estar a 17 puntos de lo esperable en esta época del año. El mapa siguiente cuenta cómo está cada embalse según su capacidad. Todavía se observan muchos puntos de color marrón que indican poco almacenamiento de agua.
Porque el nivel actual de reservas es parecido al que había en diciembre de 2021 cuando, por ejemplo en Andalucía, se miraba con preocupación a los embalses. De hecho, el portavoz de la Aemet, Rubén del Campo, explica que “a largo plazo todavía estamos en sequía meteorológica. Hace falta un invierno y primavera muy húmedos para salir de esa situación”.
Aquí puede observarse cómo más de la mitad de pantanos han podido llenarse más de un 50% a finales de diciembre cuando restan dos meses de invierno meteorológico: enero y febrero. Lo normal en invierno es que llueva 196 mm. Llevamos algo más de un tercio.
La cuestión es que este subidón hídrico ha supuesto un peaje en forma de lluvia muy fuerte concentrada en poco tiempo. Efraín obligó a “un importante número de avisos en gran parte del país especialmente en el noroeste, centro y sur sobre todo por acumulados de lluvia y rachas de viento”, según el informe específico de la Aemet.
Nuevo patrón derivado de la crisis climática
Se trata de un patrón ya acreditado por las mediciones de la Aemet: “Más lluvias torrenciales en un contexto de sequía meteorológica”. Esto supone “menos días de lluvias [al año], pero con mayor intensidad”. Es el patrón derivado de la crisis climática que multiplica los fenómenos meteorológicos más extremos. Periodos de falta de lluvia intercalados con precipitaciones más concentradas.
Desde luego, en este 2022, la falta de lluvias ha encadenado muchas semanas secas hasta ser uno de los tres peores años, pero también se han registrado episodios torrenciales como septiembre en las Islas Canarias o ahora esta borrasca de alto impacto.
Las precipitaciones de Efraín provocaron una batería de inundaciones, avenidas, destrozos por amplias zonas del país e incluso un fallecido.
En Extremadura, por ejemplo, se produjeron graves daños en las provincias de Cáceres y Badajoz. Muchas carreteras cortadas, entre ellas la que une las capitales provinciales. Numerosas localidades que padecieron riadas han solicitado ser declaradas zonas catastróficas para acceder a ayudas públicas.
En el sur de Andalucía, hubo daños en la provincia de Cádiz. En Jerez de la Frontera sopló lo que parecía un tornado: el temporal derribó muros y arrancó contenedores y árboles. En Grazalema se acumularon 178mm de agua en 24 horas.
Mientras, en la ciudad sevillana de Écija en una sola hora cayeron 30 l/m2, lo que acabó en más inundaciones que anegaron una veintena de calles de la ciudad. Se vieron imágenes de conductores atrapados en sus vehículos mientras discurría la riada por Ogíjares (Granada). También hubo avenida en Morón de la Frontera.
Efraín dejó una estampa llamativa: accesos a estaciones del metro de Madrid convertidos en ríos. La intensidad de la lluvia también causó cortes de carreteras y avenidas en Castilla-La Mancha.
Pero el mayor precio fue el de una agente medioambiental que perdió la vida al ser arrastrado su vehículo por el agua en la provincia de Salamanca.