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Una semana de activismo contra el acoso callejero disfrazado de piropo

“Recuerdo viajar en transporte público. Fui manoseada y vi a hombres masturbándose en un autobús. Todo esto ocurrió cuando tenía 12 ó 13 años”, explica a eldiario.es Elsa D'Silva, activista en India. No es el único país donde los espacios públicos son inseguros. “Ocurre en todo el mundo. La diferencia está en el volumen, la frecuencia con que sucede y cómo de extremo es el acoso”, señala la experta Holly Kearl, directora de Stop Street Harassment y una de las coordinadoras de la International Anti-Street Harassment Week (Semana Internacional contra el Acoso Callejero), que se celebra hasta el sábado 16 de abril en ciudades de 37 países. Ninguna es española.

Durante estos siete días, actividades presenciales y acciones online, como las tweet chats (#EndSH) o la campaña lanzada por seis países latinoamericanos bajo el hashtag #NoEsMiCultura, buscan que se escuche la voz de las personas que sufren estas actitudes machistas y reapropiarse de la narrativa. En España no hay actividades programadas pero las organizadoras animan a participar delante del ordenador o sumándose a la pegada internacional de carteles que se pueden descargar en la web Stop Telling Women to Smile Stop Telling Women to Smile(deja de pedir a las mujeres que sonrían).

“El acoso callejero está en el espectro de la violencia de género”, afirma Alicia Wallace, de Hollaback! Bahamas, una de las promotoras de esta semana de acción global. Piropos y comentarios sexuales no deseados, miradas o gestos lascivos, acercamientos intimidantes, fotografías sin consentimiento, agarrones, presión de genitales sobre otro cuerpo, exhibicionismo, masturbación pública, persecución. “El acoso callejero se ha normalizado y es visto como una parte más de la vida que la gente –las mujeres en particular– deben esperar”, concluye. En España, la activista y parlamentaria de Podemos Beatriz Gimeno confirma que no hay datos estatales, pero opina que “el acoso existe aunque no alcanza los niveles de otros países”. Percibe un auge de incidentes contra la comunidad LGTBQ.

El caso de Afganistán

“Caminar en grupos rara vez evita el acoso. El uso de ropa conservadora no ayuda. En Kabul, he visto a mujeres con burkas azules acosadas tanto como las mujeres en pantalones vaqueros. El problema no es en absoluto cómo visten las mujeres, sino la sensación de que el hombre tiene derecho a los cuerpos de las mujeres en los espacios públicos”, escribe Noorjahan Akbar, la fundadora de la web Free Women Writers.

Una de las consecuencias del acoso callejero es que “afecta seriamente a la calidad de vida, ya que limita la libertad de movimiento y daña a la salud mental” explica Narayan Khatiwada, presidenta de la Juventud de Defensa de Nepal (YAN).

La Semana Internacional propone acciones como la entrega de tarjetas a los acosadores en Alemania, el ensayo de réplicas mediante juegos de rol en Estados Unidos o el mapeo de las zonas conflictivas en Guatemala o India, como hace Safecity. Las nuevas tecnologías han dado herramientas a los acosadores, pero también a las activistas. El objetivo es que las víctimas puedan “romper el silencio, compartir sus experiencias anónimamente, utilizar datos para tomar decisiones informadas, involucrar a la comunidad y hacer que las instituciones hagan su trabajo”, detalla Elsa D'Silva.

Ciudades con enfoque de género

Se incide en que las ciudades necesitan un enfoque de género. D'Silva destaca que las localizaciones menos accesibles, como aseos y subterráneos, y las más concurridas, como estaciones de tren mal iluminadas, son “zonas de confort para un agresor”. El transporte público ocupa un lugar destacado en el programa de esta semana. En Filipinas se entrenará a 100 conductores de tuktuk y en Papúa Nueva Guinea se entrevistará a las pasajeras que estén usando paradas solo para mujeres. Medidas similares también existen en Europa: bajo el nombre Project Guardian, Londres ha lanzado una campaña contra el acoso en el transporte público, como ya hicieron Vancouver o Nueva York, ciudades donde Hollaback! es muy activa.

En el sexto año de la convocatoria, las organizadoras reconocen ciertos avances. La directora del Observatorio Contra el Acoso Callejero (OCAC) de Chile, Francisca Valenzuela, cree “que se ha posicionado el tema en los medios y al menos conceptualmente las personas se refieren a él como un tema de violencia”.

No hay consenso en si se deben hacer leyes que aborden específicamente el tema. Activistas de Argentina, Chile, Bélgica, India o Portugal celebran su penalización legal, mientras que otras como Hollaback! creen que “legislar aumentarían la penalización que afecta predominantemente a las personas de color, de bajos ingresos. No queremos revictimizar a los hombres que ya son discriminados por el sistema”. Todas son partidarias de adoptar medidas que involucren a las comunidades. Narayan Khatiwada, activista nepalí, destaca que “en ausencia de conciencia, las leyes y la política no pueden ser implementadas de manera efectiva”.

No se puede entender el acoso sin escuchar a las víctimas. “Si eres un espectador, como muchos hombres, podrías no ser capaz de reconocerlo o no sentirte motivado a intervenir. La mayoría de los hombres que han asistido a nuestros talleres afirman que no conocían la magnitud del problema, ya que las mujeres y niñas no comparten sus experiencias”, afirma Elsa D'Silva desde India.

Valenzuela sabe qué le diría a alguien que no considere que el acoso tiene que ver con la violencia machista: “Todas estas expresiones alimentan un continuo de violencia que debe comprenderse y erradicarse por completo. Si lo más grave –como el feminicidio o la violación– te parece un problema, debemos aprender a ver los síntomas previos que generan una cultura de machismo, desigualdad y violencia”.