La rodilla del Papa pone a prueba el futuro del pontificado de Francisco

Jesús Bastante

en religiondigital.com —
3 de mayo de 2022 22:44 h

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“Esta pierna no va bien, no me permite andar”. El Papa Francisco se confesaba, el pasado sábado, ante un grupo de peregrinos eslovacos, a quienes pidió que se acercaran para bendecirles, mientras él permanecía sentado. No es la primera vez que le ocurre: en las últimas semanas, Bergoglio se ha visto obligado a suspender varias audiencias, a no presidir la liturgia del Viernes Santo o a pronunciar sentado la bendición 'Urbi et Orbi' el domingo de Resurrección. Durante el pasado viaje a Malta, además, el Pontífice tuvo que bajar del avión en una plataforma móvil, y hoy mismo, la Santa Sede ha confirmado que el Papa se ha sometido a una infiltración por una rotura de ligamentos, por lo que en los próximos diez días reducirá drásticamente sus apariciones públicas.

Francisco, ahora mismo, no puede andar. Y esto marca un antes y un después en el pontificado, tras nueve años de su elección. ¿Podrá Bergoglio volver a viajar, caminar, encontrarse con la gente o nos encontraremos ante un Papa que, poco a poco, acaba alejándose del contacto diario con los fieles? “Esperemos solucionar su dolencia, que no es grave, pero sí molesta”, afirma a elDiario.es un colaborador del Pontífice, que admite que Bergoglio “no es un buen enfermo”.

El Papa cuenta, desde 1994, con una prótesis en la cadera derecha. El médico que se la implantó, Francesco Bove, declaraba a Il Corriere della Sera que dicha prótesis “es en parte responsable” del balanceo del Papa y de sus dolores, como lo es también esa costumbre de los eclesiásticos de rezar de rodillas. De hecho, la gonalgia es conocida popularmente como “el mal de las monjas”.

Por su parte, Paolo Mariani, profesor del Instituto Universitario de Ciencias Motoras de Roma, apuntaba que “entre las varias posibilidades relacionadas con el mal funcionamiento de la rodilla, podría originarse en el desgaste de la prótesis”. No obstante, esta hipótesis fue excluida tras un TAC al que fue sometido el pontífice. La realidad es que, en este momento, Francisco ve muy limitada su capacidad de caminar, y no puede permanecer de pie durante mucho tiempo.

“El médico me ha pedido que no camine”, ha repetido con desazón Bergoglio. Roma trata de evitar una operación y por eso, este martes ha sido infiltrado. “Y ya veremos”, apuntaba el propio Francisco en una entrevista. “Una vez los papas solían ir con la silla gestatoria. Ahora también se necesita un poco de dolor, humillación… ”, bromeaba el Papa, de 85 años.

Problemas de movilidad y futuros viajes

Los problemas de movilidad de Francisco han causado un gran impacto, y podrían modificar sustancialmente la agenda de los próximos meses, tanto en sus apariciones públicas como, especialmente, en lo tocante a los viajes internacionales. Y es que, a lo largo de 2022, están previstas visitas de Bergoglio a Líbano (junio), República Democrática del Congo y Sudán del Sur (comienzos de julio) y Canadá (finales de ese mes). Kazajstán para septiembre y un gran viaje a Oceanía para finales de año están, hoy por hoy, en el aire, y dependerán de la evolución de una rodilla que, según los expertos, no pinta nada bien.

Ya en julio pasado, Francisco fue operado de una estenosis diverticular sintomática del colon, que lo tuvo diez días fuera de la circulación. La falta de transparencia a la hora de informar de su salud –Francisco había aparecido esa misma mañana ante los fieles, anunciando un próximo viaje en septiembre, sin hacer la más mínima referencia a un ingreso programado– hizo que muchos se preguntaran si el Papa estaba o no realmente grave. Y, con estas dudas, se dispararon también los movimientos de los enemigos del argentino en el Vaticano, que alimentaron durante un tiempo los rumores de un nuevo cónclave.

La lista de achaques del líder de la Iglesia Católica incluye, además de sus problemas de cadera, una ciática recurrente. En 2019 fue operado de cataratas. Cuando fue elegido Papa, algunos rumores apuntaba que le faltaba medio pulmón. En realidad, en 1957 le extirparon el lóbulo superior del pulmón derecho por una pleuresía. Él mismo se encargó de contar los detalles de esa operación de urgencia. “Cuando a los 21 años me enfermé con algo grave, tuve mi primera experiencia con el límite, con el dolor y la soledad. Me cambiaron las pautas. Durante meses, no sabía quién era y si me moría o no. Ni los médicos sabían si iba a sobrevivir”, relató en el libro Soñemos juntos (Plaza y Janés).

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