¿Salir del armario en el instituto? Difícil

Utiliza el alias de Pseudosafo y es una mujer de 20 años. Las palabras que vienen a continuación forman parte de su experiencia al hacer pública su orientación sexual en su etapa en el instituto: “Estuve cerca de cuatro años aguantando insultos de personas que ni conocía y que no me conocían, solo sabían que era lesbiana y se dedicaban a recordármelo todo el rato de forma muy despectiva. En ocasiones me amenazaban con pegarme, me empujaban y me ponían zancadillas”. Ella estudió en el IES Ojos del Guadiana, en Daimiel, Ciudad Real. Y es en este mismo centro en el que dos alumnos actuales, Iván Prado y Rodrigo Rodríguez, han decidido hacer un estudio sobre la homofobia en las aulas.

Su investigación tiene forma de web y, lo que podría no haber sido más que un trabajo escolar motivado por la participación en un concurso, se está convirtiendo en un documento importante en cuanto a la visión desde dentro y no desde fuera y la viralidad de este tipo de aproximación en otros institutos. Para ponerlo en pie, estos alumnos de 3º de la ESO realizaron un cuestionario con preguntas a alumnos acerca de cómo fue la confesión de su sexualidad, si han sufrido acoso o insultos en el centro escolar, si alguien salió en su defensa o si se han confiado a los profesores. Y a estos últimos se les ha preguntado, al tratarse de homosexuales, si tienen libertad para admitir abiertamente su opción sexual, si se trata el tema de la homosexualidad en sus clases, si piensan que hay homofobia también hacia el profesorado y si algo ha cambiado desde que ellos fueron al instituto en su adolescencia.

El estudio no sólo contempla el acoso y la discriminación entre alumnos sino también entre profesores y entre profesores y alumnos en ambas direcciones. Además de las entrevistas –hechas tanto a homosexuales como a heterosexuales–, se han realizado encuestas y se han recogido experiencias mediante la web.

De las encuestas, trasciende el dato de que un 69% de los alumnos ha presenciado alguna vez una agresión debido a la discriminación hacia alguna compañera lesbiana o gay, transexual o bisexual. También, más de la mitad de los encuestados ha escuchado o leído insultos. A la pregunta “¿crees que en los institutos es fácil o difícil salir del armario?”, la respuesta más contestada es “es difícil porque hay compañeros muy intolerantes”, muy seguida de cerca por “es difícil porque no sabes si tus amigos van a respaldarte o no”.

Iván y Rodrigo conocían bien la realidad de su instituto y no les han sorprendido del todo los resultados. “Gran parte me las esperaba aunque sí que ha habido cosas chocantes” explica Rodrigo, “como que me parece mucha gente la que afirma haber presenciado alguna agresión física leve o grave. También me sorprendió que mucha gente afirme saber que muchos compañeros ocultan su homosexualidad por miedo a esas agresiones, porque eso no se habla luego entre nosotros”.

A Iván le ha llamado la ha llamado la atención un detalle importante: “El hecho de que tanto en las encuestas como en las entrevistas ninguna de las personas homosexuales dijeron su nombre, ni alumnos ni profesores, y siempre preguntaban lo primero si iba a salir su nombre o no. Pensaba que al tenerlo reconocido y sentirse bien con ellos mismos darían el nombre real, por eso fue una sorpresa. También me causó mucha impresión que los votos de la encuesta fueran tan variados y distintos, y no pensé que las personas que se consideraban homófobas respondieran abiertamente que lo son, aunque solo sea un uno por ciento”.

Sara Madour es la profesora –“¡un 10 de profe!” exclama Iván– que les ha orientado, animado y ayudado a sacar el proyecto adelante. Del resultado final, Sara está “muy contenta” por diversos motivos pero, ante todo, porque los autores “son dos chicos cuya salida del armario no fue especialmente fácil y que yo seguí de cerca desde el principio. El que hayan sido capaces de convertir esa mala experiencia en objeto de estudio me parece realmente emocionante. Verlos trabajar este tema sin esconderse es algo realmente grande, porque están en 3º ESO y no son conscientes, afortunadamente, tal vez, de lo que ha costado que eso pueda pasar”.

Además de todo lo que han aprendido desde una perspectiva académica, Iván valora haber aprendido “a nivel emocional” el poder “ayudar a otras personas con el proyecto enfocándolo desde las experiencias personales y a la vez a aprender de la gente y sus experiencias”. Han creado un contexto donde compartir un tema muy sensible que aún hoy sigue siendo difícil de tratar.

Como ejemplo, los alumnos solicitaron que, para poder llegar a una mayor cantidad de alumnos, el Departamento de Orientación encargara a los tutores que estos repartieran los cuestionarios a sus alumnos, lo cual fue denegado. “Era de esperar” explica la profesora. “Los alumnos se sorprendieron mucho, pero si conoces los entresijos de un instituto, sabes que hay mucho miedo a los padres, especialmente en lo relacionado con la sexualidad. El hecho de que en mi centro no haya jornadas de orientación o prevención de enfermedades de transmisión sexual es otra muestra clara de ello. Los padres son el ‘coco’ y no hay que molestarles, incluso si eso supone no avanzar en términos de mejora de la convivencia, como en este caso. Sin embargo, sí que tenemos una jornada informativa con un miembro del Ejército, y a nadie se le ocurre pensar que pueda venir un padre antibelicista hecho una furia a pedirte explicaciones”.

“Nos molestó mucho que no quisieran pasar nuestra encuesta” explican en la web, lo cual les permitió un cambio de enfoque: “Si teníamos que pasar la entrevista online, podíamos abrirla a alumnos de otros centros y así tener una visión más global”. Es más, la profesora les explicó que en lugar de verlo como un problema, lo hicieran “parte del trabajo”, el que hubiera pasado eso ya les daba pistas de que el tema “no está en absoluto normalizado”.

Gracias a esta inesperada oportunidad, los objetivos, más allá del concurso o el trabajo, han cambiado para estas dos personas. “Viendo lo lejos que está llegando y sabiendo que estamos ayudando a personas que están bastante lejos de nosotros, mi objetivo es seguir con el proyecto, seguir ayudando, y que la gente siga ayudándonos a completarlo” admite Iván. “Siempre suelo decir que me gustaría que la gente comprendiera que los homosexuales no son personas raras –dice Rodrigo– que son como cualquiera pero con una condición sexual diferente, y eso es lo que nos gustaría conseguir, un mundo sin tanta homofobia porque nadie se merece ser criticado o juzgado y menos aún por su forma de sentir. Querría seguir con el proyecto para poder ayudar a gente que se encuentre en situaciones difíciles, para que no vayan por la vía fácil, el suicidio, ya que he leído que ha habido muchos casos de suicidios de adolescente por sufrir un acoso continuo por su condición sexual”.

Tras recoger la documentación e interpretarla, Rodrigo e Iván han redactado una serie de propuestas, seis recomendaciones para combatir la homofobia en su instituto, pero que podría aplicarse a otros. Que los insultos o agresiones por razones de orientación sexual sean tipificados como falta muy grave, que se fomente el lenguaje inclusivo –“hemos analizado mil veces ”Juan y María se casan“, pero nunca hemos analizado ”María y Alicia se casan“– y que el centro asuma de alguna manera como propio este estudio, incluyéndolo en las tutorías y enlazándolo desde la portada de la web del instituto.

Esto se llevó al Consejo Escolar del IES Ojos del Guadiana el pasado 23 de abril pero se pospuso la votación hasta el día 26 para que las personas que no lo habían leído pudieran hacerlo antes de votar. Finalmente no se debatió el día que estaba previsto ya que el director lo emplazó a la votación general de modificaciones de las normas de convivencia del centro dentro de unas semanas. Si el voto final es positivo, lo que empezó como un trabajo escolar podrá continuar como una fuerza transformadora de la realidad de los institutos españoles. O de uno, al menos.

“El rumor de la homosexualidad se utiliza como forma de exclusión social”

Candela (nombre ficticio), profesora de secundaria en un instituto público, homosexual, 32 años: “Creo que en los IES se controla bastante la homofobia y no se expresa realmente a simple vista (se hace a escondidas). Digamos que hay una homofobia contenida, está pero se exterioriza poco”.

Claudia Porcel, profesora de secundaria en un instituto público, heterosexual, 30 años: “El rumor de la homosexualidad, sin embargo, en ocasiones se utiliza como forma de exclusión social para los profesores que salen de la norma (poco sociables, sociables en exceso o con un sentido del humor tendente al sarcasmo o la extravagancia). De eso sí conozco varios casos”.

Alejandro (nombre ficticio), profesor de secundaria en un centro público, homosexual, 33 años: “Creo que para hablar de ello [de la orientación sexual propia], hay que ser cuidadoso de con quien lo haces, dado que podría darse el caso, por ejemplo, de familias que podrían oponerse a que le dieras clase a sus hijos”. “También veo iniciativas como la vuestra, que demuestra que hay interés en mostrar una realidad que existe. Quizá eso sea una buena señal”.

Ibai, profesor en un centro privado religioso, homosexual, 38 años: “Creo que no se acepta igual la homosexualidad femenina que la masculina, motivo por el que sigue siendo mucho menos visible, en la sociedad en general y en los centros educativos. Hasta en eso somos una sociedad machista”.

Declaraciones extraídas del trabajo ¿Hay armarios en las aulas?