Sanidad calcula 510 muertes en siete días atribuibles a la ola de calor
El Instituto de Salud Carlos III estima en 510 las muertes atribuibles a las altas temperaturas registradas en los siete primeros días de la ola de calor, que se corresponden con el periodo que va del 10 de julio hasta el sábado 16, informa Efe. Ese día se calcula que hubo 150 fallecimientos por circunstancias relacionadas con el calor.
Desde 2015 se han atribuido al calor 11.966 fallecimientos, según los datos de exceso de mortalidad (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III. Es una media de 1.700 muertes anuales, aunque en tendencia descendente: el pasado verano fue el de menor mortalidad achacable al exceso de temperatura de la serie analizada.
Según la estadística del Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo) de la última semana, las defunciones “observadas y estimadas” por causas atribuibles al exceso de temperatura de esta ola de calor tuvieron su pico máximo el sábado, con 150 fallecimientos, mientras que el viernes hubo 123.
De las 510 personas que habrían fallecido por la ola de calor, se estima que 321 son mayores de 85 años, 121 tienen entre 75 y 84, y otros 44 habrían muerto con entre 65 y 74 años.
El objetivo de la estadística del MoMo es “identificar las desviaciones de mortalidad diaria observada con respecto a la esperada, según las series históricas de mortalidad”, y permite “estimar de forma indirecta” el impacto de cualquier evento de importancia en salud pública.
La intensa, duradera y extensa ola de calor llega a su fin este lunes, tras nueve días de máximas entre los 39 y 45 grados en casi toda la Península, y aunque las altas temperaturas darán una pequeña tregua en el arranque de esta semana, el calor volverá los próximos días. Los meteorólogos recuerdan que aunque sea julio es “una situación inusual porque, aunque no lo parezca, no son habituales unas temperaturas tan altas para este mes”, según el portavoz de la Aemet, Rubén del Campo.
Cada vez más olas, cada vez más largas
La cada vez mayor frecuencia con la que se producen las olas de calor, y su mayor extensión en el tiempo, como consecuencia de la crisis climática obliga a los españoles a adaptarse a este incremento del calor extremo.
“El reto es saber si podremos mantener ese ritmo de adaptación y más teniendo en cuenta que se avecina más calor”, explica Julio Díaz. “Está claro que con la mitigación [del cambio climático] ya no basta: hace falta adaptación”, apostilla Cristina Linares.
Ambos científicos de la Unidad de Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano han detectado que esa capacidad de adaptación varía mucho de unas zonas del país a otras: entre las mejores están Córdoba, Huelva y Girona y entre las peores Valladolid, Cáceres y Ciudad Real. ¿Por qué esas diferencias?
Los habitantes de zonas urbanas son seis veces más vulnerables a las olas de calor que los de las zonas rurales. “La ruralidad es un factor de protección”, explica Linares. También están más expuestos a daños en su salud las mujeres “tanto por su biología como por los roles que se les han asignado”, abunda la investigadora. En esa línea, las viviendas en peor estado y la dificultad, no ya para disponer de aire acondicionado, sino para tener dinero con el que activarlo suponen factores de vulnerabilidad para las personas: “La pobreza cuadriplica el riesgo”, remata Carmen Linares.
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