La ministra de Sanidad ha informado esta tarde a todos los consejeros y consejeras autonómicos sobre la nueva normativa para el uso de mascarillas frente a la COVID-19. La nueva norma consistirá en que las mascarillas pueden no usarse en exteriores siempre que haya una distancia interpersonal de 1,5 metros entre no convivientes (si se trata de convivientes, podrá no llevarse en todo caso). Se mantendrán obligatorias en todos los espacios cerrados de uso público, o abiertos al público, y también en todos los medios de transporte públicos. Es decir, por ejemplo, en todas las bibliotecas; en todos los supermercados; y en todos los autobuses o metros. “Importante será que nos acordemos de llevarla a mano”, señalan fuentes de Sanidad. Esto es por si, incluso aunque no se entre en ningún espacio, en algún momento hay multitudes y no se puede mantener la distancia, o por si hay que usar un transporte público.
La nueva normativa estará vigente a partir de este sábado, 26 de junio, a través de un real decreto que establecerá un “criterio homogéneo” aplicable a nivel nacional. También eximirá del uso a residentes en centros sociosanitarios y sus trabajadores si más del 80% ha recibido la pauta completa de la vacuna contra la COVID-19; y en dependencias de trabajadores esenciales con el mismo porcentaje de vacunación, por ejemplo, en un parque de bomberos. La comunicación de la ministra de Sanidad, Carolina Darias, a los consejeros autonómicos en Consejo Interterritorial de Salud se trata de un trámite, puesto que la norma será aprobada mañana, en Consejo de Ministros, por el Gobierno, tal y como adelantó el presidente Pedro Sánchez la semana pasada. Algunos consejeros, como el de Andalucía, que lo veía precipitado, se habían mostrado molestos porque el reglamento lo asuma finalmente el Gobierno de España mañana, y no se haya decidido con las comunidades autónomas.
“Creo que es una medida importante, que va a venir bien, la ciudadanía la estaba esperando”, ha valorado Darias en rueda de prensa, tras la reunión. “Hay que seguir vigilantes con el virus, especialmente entre los jóvenes”, refiriéndose a que la positividad y los casos se acumulan entre los ciudadanos de 15 a 30 años, dado que más del 80% de los de más de 40 tienen ya una dosis de una de las vacunas. “Esta medida de flexibilidad está bien pensada, desde la evidencia científica”, ha añadido, “nos acerca a la movilidad”. “Tenemos que llevar la mascarilla con nosotros, aunque no la llevemos puesta”, ha matizado la ministra, sobre la obligación de llevarla encima. Ha deslizado que no llevarla no acarreará sanción, pero no lo ha confirmado y ha pospuesto los detalles a este jueves tras el Consejo de Ministros.
Sanidad lleva tanteando cómo dar este paso desde mayo. La Ponencia de Alertas del Sistema Nacional de Salud, con representantes de varias comunidades y externos, ha estado trabajando en un documento valorando si se dan las circunstancias para “flexibilizarla”. Varias comunidades, como Galicia, Catalunya o Castilla-La Mancha, habían presionado para ello. El portavoz Fernando Simón trasladaba este lunes que “si alguien quiere seguir llevando la mascarilla, bienvenido sea. Que te la puedas quitar no significa que te la tengas que quitar, si alguien siente que hay demasiada gente a su alrededor o hay algún riesgo de transmisión, se la pone”. La norma es reversible, aunque desde Sanidad no esperan que tenga que tener que volverse a imponer por causa de esta pandemia.
Los expertos en Salud Pública coinciden en que, con un 31% de la población española con pauta completa, entre ellos casi el 100% de los mayores de 70, y con casi todos los mayores de 50 con al menos una dosis, este es el momento adecuado para esta relajación. Pero también en que hay que incidir en que esto no es el fin de la pandemia, ni de la mascarilla como medida de prevención. El reto de salud pública, comentan, es que la gente siga utilizándola como medida en los momentos apropiados, como el transporte público o los interiores. En exteriores con distancia nunca ha sido útil per se, asume la comunidad científica, porque un contagio en esas circunstancias es casi imposible; se impuso así para que la ciudadanía se acostumbrara a emplearlas en todo momento.
La mascarilla ha sido el símbolo de la crisis de la COVID-19 en Europa y América, sociedades nada acostumbradas a ella. El jueves 21 de mayo de 2020, las mascarillas se hicieron obligatorias en España, mediante una orden ministerial publicada en el BOE. Era, en principio, mientras durase el estado de alarma, pero susceptible a alargarse, como así fue, con el real decreto de nueva normalidad. La normativa en España ha sido de las más estrictas en la Unión Europea y muchos otros países afectados por la enfermedad. La obligación de llevarla por la calle empezó el verano pasado cuando varias comunidades lo decretaron así para todos los supuestos, hubiese o no distancia en exteriores, porque tenían competencia para hacerlo. Las excepciones se circunscribieron a cuando se comiera o bebiera. Las últimas en incorporarlo fueron Madrid y Canarias. Para finales de julio ya estaba impuesta en todo el territorio. Y ninguna Comunidad levantó esa medida mientras eran las competentes. Luego llegó la normativa estatal, con una enmienda del PSOE el pasado marzo que la hacía obligatoria en todo momento.
En nuestro entorno, prácticamente solo Italia y Francia tenían normas similares de uso en casi todo momento en lugares públicos, incluidos exteriores. En Italia ha sido así desde octubre. Hasta entonces, cuando comenzó ahí la segunda ola, solo lo era en espacios cerrados y en algunas regiones especialmente golpeadas, como el Lacio. En Francia comenzó a serlo en verano, primero en algunas ciudades grandes. En ese país, dejó de ser obligatoria por la calle este jueves pasado. En otros países, como Alemania o Reino Unido, nunca ha tenido que llevarse en exteriores con distancia.