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Santiago Cantera, el prior del Valle de los Caídos que se niega a cumplir sentencias mientras permite misas por Franco

El prior del Valle de los Caídos, Santiago Cantera / web de la Abadía

Jesús Bastante

“Yo no quiero entrar en polémicas, pero el Valle de los Caídos tiene un sentido religioso e histórico que va más allá de la política”. Santiago Cantera, el prior del Valle de los Caídos, donde hay una abadía de monjes benedictinos que él lidera, tenía apenas tres años cuando el dictador Francisco Franco era enterrado en Cuelgamuros. No vivió el franquismo, ni sufrió la represión de los vencedores, ni la herida de los vencidos. Ahora se ha negado a ir al Senado a explicar por qué se niega a autorizar la exhumación de los hermanos Lapeña ordenada por un juez.

La suya no es una historia típica. Cantera estudió Geografía e Historia en la Complutense, especializándose en Historia Medieval, y ejercía como profesor en la Universidad San Pablo-CEU cuando, a los treinta años, después de una relación fallida, sintió la llamada al monasterio. E ingresó en la abadía, primero como prueba y, posteriormente, como religioso benedictino.

Desde 2014, Cantera ejerce como prior del Valle, en sustitución del abad Anselmo Álvarez. Un nombramiento no exento de polémica, pues Santiago Cantera no logró el consenso necesario entre su propia comunidad. Tanto es así que no fue nombrado abad, sino prior administrador (un rango inferior en el escalafón eclesiástico).

Cantera, no obstante, sigue la misma línea de pensamiento del padre Álvarez, que no condena el franquismo. De hecho, ha dado multitud de conferencias con títulos como La persecución religiosa en España. Prolífico escritor, en sus libros asegura, por ejemplo, que “el nombre de Cataluña no aparece hasta avanzado el siglo XII”, o arremete contra los que reivindican el carácter civil de la mezquita-catedral de Córdoba: “El andalucismo y el 'filoislamismo' que adora el pasado andalusí sostienen mitos sin fundamento histórico”, sostiene.

Según explicaba él mismo en una reciente entrevista, el Valle de los Caídos es un lugar de oración y reconciliación, donde “reposan los restos de casi 34.000 caídos de ambos bandos en la guerra según el registro (pero muy posiblemente haya entre 50.000 y 70.000): los que cayeron enfrentados están hermanados hoy aquí de cara a la eternidad”. Según informe del comité de expertos de 2011, hay 33.833 cadáveres, de los cuales 12.410 son de personas desconocidas, lo que lo convierte en la mayor fosa común de España.

Entonces, y ahora, Santiago Cantera sostenía que “es una lástima que algunos prefieran seguir hoy enfrascados en venganzas del pasado y no quieran comprender el sentido de la reconciliación, que sólo se puede alcanzar bajo los brazos redentores de la Cruz”. Porque, para los monjes de Cuelgamuros, el Valle de los Caídos es un monumento de paz, y no un símbolo de la represión y de las dos Españas.

“En este lugar tenemos encomendada una tarea particular, que es orar por las almas de todos los caídos de nuestra guerra de 1936-39, tanto los sepultados aquí como en otras partes de España, e interceder ante Dios para que Él derrame sobre España la paz y la prosperidad”, afirmaba Cantera.

No dijo nada de las misas que, cada 20 de noviembre, se celebran específicamente por el alma de Franco y de José Antonio, o las flores, siempre frescas, que coronan cada día la tumba del dictador. Más allá de sus funciones específicas, Cantera también ofició, el pasado 29 de diciembre, la misa en el tanatorio de Carabanchel por Carmen Franco, la hija del dictador.

Ningún paso, ninguna dignidad, para los cuerpos de aquellos que fueron enterrados, en contra de la voluntad de las familias, en aquel lugar que, durante años, fue un inmenso campo de concentración. Como los hermanos Manuel y Antonio Lapeña, cuyos restos no pueden ser exhumados, pese a que la Justicia así lo ha indicado, porque el prior del Valle se niega a ejecutar la sentencia. “La operación podría dañar la basílica”, argumenta Cantera, que gobierna con mano firme los destinos de todo el recinto, propiedad de Patrimonio Nacional.

Esa es la realidad: no puede moverse una piedra del recinto sin el permiso expreso del benedictino quien, junto con la comunidad, ha sido denunciado por las víctimas de los represaliados del Franquismo, por negarse a dar el visto bueno a ninguna exhumación de cuerpos. En concreto, Cantera tiene doce denuncias por presuntos delitos de atentado contra la autoridad, desobediencia y denegación de auxilio al oponerse a permitir la exhumación de estos cuerpos.

Ahora, Cantera da un paso más, y evita acudir a la Comisión de Justicia del Senado, donde estaba convocado este lunes para explicar su negativa a exhumar los restos de dos fusilados a los que la Justicia había permitido este derecho.

En una carta remitida a la Cámara Alta, el prior alega que sus obligaciones con los feligreses le retienen, y espeta a los senadores que, si quieren verle, vayan a la basílica y les ofrecerá “cuantas explicaciones precisen” sobre el asunto. Un asunto que, casi 80 años después de que se colocara la primera piedra de Cuelgamuros, sigue siendo un capítulo abierto de la historia negra de España.

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