Nuestra especie se adentró en el territorio de los neandertales y se adaptó al frío extremo mucho antes de lo esperado
Algunos de los primeros grupos de humanos modernos llegaron hasta el norte de los Alpes hace alrededor de 47.000 años, adentrándose en un territorio de frío extremo que en esas fechas se creía habitado en exclusiva por los neandertales. Es la interesante y novedosa conclusión que se extrae de tres artículos publicados simultáneamente este miércoles en las revistas Nature y Nature Ecology & Evolution que aportan pruebas de que los primeros miembros de nuestra especie llegaron en varias dispersiones tempranas a esta región y se adaptaron al frío severo varios miles de años antes de lo que se pensaba.
Los tres equipos internacionales se han basado en el análisis de herramientas de piedra, restos fósiles y muestras de ADN halladas en el yacimiento de Ilsenhöhle, en la localidad alemana de Ranis. Los instrumentos líticos analizados son puntas de piedra características de una cultura conocida como LRJ que hasta ahora habían sido atribuidas erróneamente a los neandertales, mientras que algunos de los restos óseos estaban igualmente mal identificados en varias colecciones.
Hacia nuevas tierras
“El sitio de la cueva de Ranis proporciona evidencia de la primera dispersión del Homo sapiens en las latitudes más altas de Europa”, asegura Jean-Jacques Hublin, director emérito del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig, Alemania, y autor principal del artículo en Nature. “Resulta que los artefactos de piedra que se pensaba que fueron producidos por los neandertales eran en realidad parte del primer conjunto de herramientas del H. sapiens”, recalca. “Esto cambia fundamentalmente nuestro conocimiento previo sobre este período: el H. sapiens llegó al noroeste de Europa mucho antes de la desaparición del neandertal en el suroeste de Europa”.
Esto cambia nuestro conocimiento previo sobre este período: el ‘Homo sapiens’ llegó al noroeste de Europa mucho antes de la desaparición del neandertal en el suroeste de Europa
“Encontrar restos humanos mezclados con huesos de animales que habían estado almacenados durante casi un siglo fue una sorpresa inesperada y fantástica”, explica Hélène Rougier, investigadora del la California State University, Northridge (CSUN). Una vez identificados los 13 restos de esqueletos humanos de las excavaciones antiguas y nuevas, se extrajo y analizó el ADN de estos fósiles y se confirmó que pertenecían a Homo sapiens. Varios fragmentos compartían las mismas secuencias de ADN mitocondrial, lo que indica que pudieron pertenecer al mismo individuo o eran parientes por vía materna.
En paralelo, los autores del estudio utilizaron cantidades muy pequeñas de hueso para realizar una datación por radiocarbono. Y las fechas de los análisis muestran que estos individuos fueron algunos de los primeros Homo sapiens que habitaron Europa. También se dataron los huesos de animales de diferentes capas del sitio para reconstruir la cronología y se vincularon las fechas con la presencia humana en la cueva.
“Encontramos muy buena concordancia entre las fechas de radiocarbono de los huesos de Homo sapiens de ambas colecciones de la excavación y los huesos de animales modificados de las capas LRJ, creando un vínculo muy fuerte entre los restos humanos y LRJ”, explica Helen Fewlass, coautora de uno de los trabajos e investigadora del Francis Crick Institute. “La evidencia sugiere que el Homo sapiens ocupaba esporádicamente el sitio desde hace 47.500 años”.
Adaptados al frío extremo
Los análisis de isótopos estables en dientes y huesos de animales también han permitido conocer las condiciones climáticas y los entornos que encontraron estos grupos de Homo sapiens alrededor de Ranis. Los resultados indican que durante la época del LRJ prevalecía un clima continental muy frío y paisajes esteparios abiertos, similares a los que se encuentran hoy en Siberia o el norte de Escandinavia. El equipo liderado por el zooarqueólogo Geoff Smith concluye que el sitio era un entorno frío de estepa y tundra utilizado para visitas breves y convenientes de pequeños grupos móviles, y que estos humanos comían grandes mamíferos terrestres, incluidos caballos, rinocerontes y renos.
El análisis de los restos animales indica que estos humanos comían grandes mamíferos terrestres, incluidos caballos, rinocerontes y renos
“Esto demuestra que incluso estos primeros grupos de Homo sapiens que se dispersaron por Eurasia ya tenían cierta capacidad para adaptarse a condiciones climáticas muy duras”, dice Sarah Pederzani de la Universidad de La Laguna y el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, que ha dirigido el estudio del paleoclima. “Hasta hace poco se pensaba que la resiliencia a las condiciones climáticas frías no aparecería hasta varios miles de años después, por lo que este es un resultado fascinante y sorprendente”. Quizás, especula, las estepas frías con grandes manadas de animales de presa eran ambientes más atractivos para estos grupos humanos de lo que se pensaba anteriormente.
Mezcla y transición
Para Manuel Vaquero, profesor de la Universitat Rovira i Virgili e investigador del IPHES-CERCA, estos resultados son muy interesantes porque ayudan a comprender lo que pasó entre la desaparición de los neandertales y la llegada de los seres humanos. Hasta ahora, explica, se asociaba la llegada de los sapiens a la aparición de herramientas muy específicas, de la cultura Auriñaciense, pero existían una serie de conjuntos que se conocían como “conjuntos de transición”, como el LRJ analizado en este trabajo y “no se sabía bien si eran las últimas culturas de los neandertales o las primeras de los humanos modernos”, relata. Saber que fueron los humanos modernos es relevante porque se pensaba que llegaron a Europa oriental con todo el paquete cultural completo, incluyendo herramientas y arte. “Ahora vemos que pudieron llegar sin todo eso, que fueron capaces de llegar a Europa sin necesidad de grandes transformaciones culturales”, asegura.
“Hasta hace poco se pensaba que la resiliencia a las condiciones climáticas frías no aparecería hasta varios miles de años después, por lo que este es un resultado fascinante y sorprendente”
“Este trabajo, junto con otros publicados anteriormente, viene a decir que la llegada de Homo sapiens es anterior a lo que habíamos establecido, que era en torno a los 40.000 años”, confirma Antonio Rosas, paleoantropólogo del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MCNC-CSIC). “En pocas palabras —resume—, se está definiendo una capa histórica intermedia entre los neandertales y los sapiens que estamos descubriendo poco a poco, y esta es una nueva ventana para completar la visión de ese estrato que no conocíamos, el Paleolítico superior inicial”.
La visión estereotipada de los neandertales hacía pensar a los expertos hace unos años que algunas de las herramientas líticas como las analizadas en este estudio habían sido fabricadas por influencia de los Homo sapiens. Este nuevo trabajo nos revela que no fue así y nos permite conocer la dinámica cultural de las poblaciones de los neandertales tardíos y los primeros humanos modernos en Europa, unas interacciones que ya sabíamos que sucedieron por las pruebas genéticas que nos señalan una hibridación unos miles de años después.
“Hay un debate sobre quienes inventan esa cultura de transición y yo creo que algunas son propiamente sapiens, como la del estudio, pero otras fueron obra de los neandertales”, explica Rosas. En su opinión, estos nuevos datos, junto con otros como el reciente descubrimiento de restos de sapiens en el norte de China en las mismas fechas, son otra prueba de que la dispersión de los sapiens por el mundo “no sucedió en una única oleada”, sino que es “un mosaico de fenómenos que varían en el espacio y en el tiempo”.
Una adaptación precoz
“Este artículo parece mostrar que algunos grupos de nuestra especie lograron burlar la barrera demográfica de los neandertales y alcanzaron Europa Central hace cerca de 50.000 años, y ese dato, en sí mismo, ya es muy relevante”, destaca el paleoantropólogo José María Bermúdez de Castro. Pero el aspecto más llamativo del resultado es, para él, la temprana adaptación al frío de nuestra especie. “Ciertamente —señala—, hace 45.000 años hacía mucho frío en Europa y resulta complicado entender cómo algunos grupos de nuestra especie lograron sobrevivir sabiendo que nuestro hogar primigenio era África: ¿una rápida adaptación?, ¿tecnología?”, se pregunta. “Todo parece ser mucho más complejo de lo que sabemos en estos momentos”.
Hace 45.000 años hacía mucho frío en Europa y resulta complicado entender cómo algunos grupos de nuestra especie lograron sobrevivir sabiendo que nuestro 'hogar primigenio' era África
Juan Ignacio Pérez Iglesias, catedrático de Fisiología de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU) y autor de Primates al este del Edén, cree que para adaptarse al frío estos primeros humanos pudieron tener algunas adaptaciones fisiológicas y habrían necesitado cazar animales con una alta proporción de grasa, como los que se encuentran en el estudio. “Pero, sin duda, tuvo que ser crucial la tecnología, como la ropa y el fuego o las técnicas de caza”, señala. “Por no hablar de las capacidades cognitivas, que les permitían coordinarse y funcionar mejor. Si tuviera que apostar, apostaría por que la clave fue la cultura”, concluye.
“El hecho de que se adaptaran a un clima tan riguroso como el norte de Europa nos habla de la importancia que tuvieron los medios culturales de adaptación”, coincide Manuel Vaquero. “Lo que vemos es que desarrollaron innovaciones que afectan no solo a las herramientas, sino que probablemente entraron en juego otros aspectos que tienen que ver con el comportamientos simbólico o con las relaciones sociales a larga distancia, que probablemente fue clave en su supervivencia”.
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