Una biografía no autorizada de Rouco Varela revela su pasado progre
“Todo el mundo guarda algún secreto. Desde los más lujuriosos deseos, hasta algún secretillo, incluso la más estúpida tontería, todos encontramos, en nuestro fuero interno, un cobijo para lo inconfesable”. Así arranca Rouco: la biografía no autorizada,Rouco: la biografía no autorizada un completo ensayo escrito por el periodista José Manuel Vidal, director de Religión Digital y publicado por Ediciones B. El retrato de “un hombre sin carisma, pero que ha conseguido más poder que cualquier otro eclesiástico en la historia moderna de España”. Un hombre temido y odiado a partes iguales, que ha guardado tan celosamente su intimidad que incluso llegó a vetar la publicación de dos biografías en principio autorizadas.
Ahora, los secretos y claves para entender la vida del vicepapa español salen al descubierto, justo en el momento en que el Papa ha decidido su relevo. El próximo 25 de octubre, 'Tucho' (como le llamaban sus amigos en Villalba, Galicia) tendrá que ceder oficialmente su puesto a Carlos Osoro. Aunque seguirá mandando en la sombra. No en vano, Rouco ni siquiera abandonará el Palacio Episcopal, convirtiéndose en el primer cardenal okupa de la historia.
Hombre de confianza de Juan Pablo II y Benedicto XVI, en los últimos 20 años Antonio María Rouco Varela (Villaba, Lugo, 1936) ha gozado de poder absoluto, imponiendo tesis políticas y arremetiendo contra congregaciones religiosas y grupos de laicos. Y todo enlazado en una historia de tragedias familiares, depresiones, traición y una profunda conversión ideológica.
1. Una familia rota
1. Una familia rotaEl padre de Rouco Varela falleció cuando él apenas tenía siete años. Para 'Tucho', como le llamaban en su Villalba natal –curiosamente, o tal vez no tanto, es paisano de Manuel Fraga–, aquello fue un golpe del que jamás se recuperó. Desde el principio fue un niño solitario, estudioso, que gustaba de tocar el piano y de acudir a escondidas al cine. Cuando decidió ingresar en el seminario, se prometió a sí mismo que jamás volvería a entrar en una sala de cine. Tras la muerte de su padre, su madre enfermó –murió de esclerosis lateral amiotrófica (ELA)– y se encerró en sí misma. Rouco, por su parte, “reprimió los instintos y su afectividad fue siempre muy poco expansiva (…). Se puede decir que es un hombre de gran cabeza pero de corazón agarrotado”.
2. Un tío cura borracho
Cuando Rouco decidió entrar en el seminario, su madre no pareció sorprendida. Sólo le preguntó si lo tenía claro, pues no quería pasar por la vergüenza de que su hijo saliera como dos de sus tíos sacerdotes, más aficionados a la bebida que a la liturgia. Con el tiempo se confirmó que Rouco había nacido para ser alguien en la Iglesia. Y no sólo él: con los años, consiguió hacer obispo a su sobrino, Alfonso Carrasco Rouco. En Galicia les llaman los Borgia. Otra sobrina suya, médico y misionera en Malaui, defiende el uso de preservativos como método de prevención del sida. Su relación con el cardenal es inexistente.
3. La traición a su mejor amigo
Siempre fue un niño reservado y callado. De hecho, el apelativo de 'Ronco' por el bajo tono de su voz, le viene de sus años en el seminario. Tuvo pocos amigos, y los fue perdiendo a casi todos. Uno de los grandes valedores de Rouco Varela, y responsable de que pudiera estudiar Derecho Canónico en Alemania, fue el teólogo gallego Xosé Chao Rego, tío del cantante Manu Chao. Fue su mejor amigo, su soporte en los tiempos de dificultad, su maestro llegado el momento.
Sin embargo, la tentación de poder les separó. A mediados de los 70 Rouco abandonó las tesis más progresistas del Concilio Vaticano II –sí, Rouco fue considerado 'progre'–, que Chao Rego jamás traicionó. Poco después, Rouco fue nombrado obispo. En sus 25 años en Santiago de Compostela, Rouco Varela y su mejor amigo vivieron apenas a 20 metros de distancia: el arzobispo jamás visitó a Chao Rego, defenestrado por progresista y defensor del gallego en la Iglesia.
4. La lacra de la depresión
Durante sus años como profesor en Salamanca, “se comienza a constatar que Rouco sufre, de vez en cuando, profundas depresiones, una de las cruces que le acompañarán toda su vida. Depresiones que, sobre todo al principio, camufla bajo la imagen de gallego melancólico y con morriña”. Pero que están diagnosticadas y tratadas desde hace casi medio siglo. Rouco también sufrió, desde pequeño, de estreñimiento. De las depresiones, “solía decir a sus amigos: 'Son la cruz de mi familia”. Sobre el estreñimiento, “ha sido seguido de cerca por sus médicos y con un estricto control alimenticio, una de las causas de que apenas haya engordado desde hace veinte años”.
5. Con Felipe en Suresnes
De sus años como teólogo en Alemania, Rouco “estaba relacionado con un grupo alemán vinculado con Suresnes, el refugio de los socialistas españoles en Francia y, por lo tanto, era buen conocedor de lo que se estaba fraguando políticamente en los estertores del franquismo”. Pese a que hoy pueda parecer ciencia ficción, en los 70, Rouco defendía “una especie de socialismo cristiano”. “De hecho –cuenta Vidal– en sus encuentros con algunas de las comunidades salmantinas de religiosos, Rouco se dedicaba a explicarles qué había pasado en el PSOE después del trascendental Congreso de Suresnes. Y cuando alguno de ellos mostraba desconfianza en la capacidad de Felipe González para dirigir España, él solía responder: 'Lo hará bien, en la línea del SPD alemán”.
6. El viraje político
En los últimos meses del régimen franquista, Rouco, junto a otros prestigiosos teólogos (Olegario González de Cardedal, José María Setién o Fernando Sebastián) firmó un documento crítico con las presiones del Vaticano para frenar las tesis más aperturistas en la Iglesia española. Meses más tarde, el mismo grupo escribió otro documento a favor de la transición democrática en España. El único del grupo que no firmó en la segunda ocasión fue Rouco Varela. Poco después fue designado obispo auxiliar de Santiago de Compostela. La tentación del poder pudo más que las propias ideas. O, tal vez, la mayor ideología del prelado fue precisamente la del poder.
7. La sexualidad
Rouco siempre ha sido muy beligerante contra los demonios de la carne, hasta el punto de romper relaciones con aquellos compañeros que “sucumbían” y abandonaban el celibato. Sobre este aspecto, su vida es un tremendo secreto. Con una grieta, que apunta su amigo Xosé Chao: “Rouco optó por reprimir su afectividad y lanzarse a hacer carrera a buscar el poder (…) Yo necesito ser querido y que me lo digan. Antonio, en cambio, sublimaba mejor el instinto sexual, quizá porque no parecía que le atrajesen las chicas”.