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El laberinto de la Selectividad: polémica por a quién favorece y a quién perjudica hacer la prueba tras meses sin clase

Si no hay un cambio radical de las circunstancias, la Selectividad se va a hacer. Tras varios debates entre los responsables educativos nacionales y regionales y pese a las peticiones desde ciertos sectores de que la prueba se suspenda este curso, Ministerio de Educación y comunidades autónomas han pactado realizar la prueba de acceso a la Universidad entre el 22 de junio y el 10 de julio (la mayoría de las regiones están eligiendo el 6, 7 y 8 de julio como fechas, aquí los detalles por comunidad).

El debate estos días ha girado en torno a la conveniencia y justicia para los alumnos de realizar la prueba y a quién perjudica (o favorece) más. Si no se hiciera, los estudiantes se quedarían con la nota media de Bachillerato como nota de acceso a la Universidad. La literatura científica sostiene que las notas de Bachillerato benefician a los buenos alumnos en peores colegios y perjudican a los malos alumnos en mejores centros, según artículos como este, realizado con datos de centros públicos catalanes. Si se realiza la Selectividad como parece, habrá una media ponderada, en la que la Evau, nombre oficial de esta prueba, valdrá un 40% de la nota final.

¿Penalizaría hacer la prueba a los alumnos desfavorecidos socioeconómicamente –o por cualquier otra circunstancia– que están teniendo más problemas para estudiar por falta de medios como internet? ¿Beneficiaría no hacerla a los de algunas escuelas privadas, más laxas a la hora de calificar?

Defiende la administración, y también los rectores universitarios, que lo mejor y más justo para todos es realizar el examen. Un examen quizá reducido en cuanto a su temario, seguro que más abierto en lo relativo a las opciones de respuestas para los alumnos, pero similar al de otros años. El mayor argumento, cuestiones de ordenamiento académico aparte, es que funcione como la gran prueba que todos deben hacer y que sirva como elemento nivelador de las diferentes realidades educativas del país.

Enfrente, el Sindicato de Estudiantes y algunos analistas educativos creen que la suspensión de las clases presenciales golpea académicamente a los alumnos más vulnerables, aquellos con dificultades para el aprendizaje o con problemas para estudiar a distancia porque no tengan internet u ordenador y que por tanto la prueba debería suspenderse excepcionalmente este curso. Que cerca de un tercio del contenido no se haya explicado en clase ahonda en esta línea de argumentación.

Mientras, Francia ha optado por no realizar la prueba este año y sustituirla por las notas derivadas de la evaluación continua. “No es posible realizar el bac (Baccalauréat se llama la prueba) en las condiciones de otros años. El fin no es perjudicar a los alumnos (...), sino garantizar la calidad y la igualdad”, ha explicado este viernes el ministro de Educación galo, Jean-Michel Blanquer.

“Afectará a quienes no podemos pagar academias”

Para Raimundo de los Reyes, presidente de la asociación de directores de instituto Fedadi y responsable de un centro murciano, la igualdad se garantiza más haciendo la Seletividad. “La solución que se ofrece parece la menos injusta, buscando un sistema que permita a todos los alumnos tener la opción de sacar la máxima nota dentro de sus posibilidades”, opina aludiendo al modelo de examen propuesto por el Ministerio, que será flexible para los estudiantes [al final de este artículo hay algunos ejemplos de cómo sería el examen]. “Porque la teleformación va por barrios, y mucho”, argumenta.

Este es precisamente el argumento que esgrimen quienes creen que la prueba no debería realizarse. “Afectará a todos aquellos que estamos viviendo la crisis sanitaria en primera persona, a aquellos que no tenemos acceso a las clases online (...), quienes no vamos a poder pagar academias o clases particulares para ponernos al día o quienes, sin ir más lejos, en los meses de verano tendremos que trabajar para pagarnos los estudios y aportar a nuestras familias porque nuestros padres y madres están siendo víctimas de ERTEs y despidos”, sostienen desde el Sindicato de Estudiantes, organización que ha entregado 21.000 firmas de alumnos contra la Selectividad.

Un razonamiento similar emplea Lucas Gortázar, analista del Banco Mundial. “Llegados a este punto, no tiene mucho sentido hacer la Selectividad este curso (...). Las evaluaciones periódicas de 1º y 2º (hasta marzo) de Bachillerato son probablemente más fiables”, escribe.

Según Gortázar, ya existen sesgos en esta prueba, tanto de género como de clase social. “Chicos y alumnos de clase alta responden mejor”, sostiene. “A esto se añade la brecha social añadida por el cierre de escuelas: la preparación ante la prueba va a ser muy desigual (...) porque los recursos en casa son muy desiguales”. En concreto, según datos de PISA, el 61% de las familias en el cuartil socioeconómico más rico tienen tres o más ordenadores en casa, mientras el 58% de las más pobres tiene uno o ninguno. Con un máximo de un ordenador por hogar es complicado que trabajen los progenitores e hijos.

“La diferencia entre institutos existe”

El presidente de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas, José Carlos Gómez Villamando, es consciente de que esta brecha existe, pero cree que sería peor el remedio que la enfermedad. “Nos preocupa esa parte de estudiantes [con poco o mal acceso a la teleformación]. Entiendo que cada instituto y comunidad autónoma está trabajando para minimizar esa situación, pero si quitáramos la Selectividad es cuando no habría igualdad de oportunidades”, expone. “La diferencia de notas medias entre colegios e institutos existe, dar mucha optatividad dentro del examen es equitativo”.

La situación es tan extraña que ha llevado a Canae, la Confederación Estatal de Asociaciones de Estudiantes, a creer que lo mejor este año es celebrar la prueba, pese a que su postura habitual es contra la Selectividad. “A tres meses de que se haga y sin poner ninguna medida en la Inspección o en la evaluación, creemos que no realizar la prueba puede generar desigualdad entre estudiantes, centros educativos o comunidades autónomas”, explica Andrea G. Henry, quien introduce otro elemento a considerar.

“Si no se hace va a haber muchos estudiantes con la misma nota, por ejemplo un 9,4. ¿Cómo discriminas para el acceso a los grados?”, se pregunta. La Selectividad rompería con esto por un lado porque se evalúa hasta 14, en vez de hasta 10 como el Bachillerato, y por otro porque introduce más decimales en la media que hace que haya menos notas repetidas.

Desde la escuela concertada, supuesta beneficiaria de que no se hiciera la Selectividad porque sus alumnos obtienen mejores notas (cuando se descuenta el efecto socioeconómico las calificaciones se igualan, pero el caso es que el efecto socioeconómico existe y las notas son más altas), también son partidarios de que haya Selectividad. “En la medida en que se pueda, creemos que debe hacerse”, explica José María Alvira, secretario general de Escuelas Católicas, la mayor patronal del sector, que recuerda que las fechas elegidas ni siquiera son tan extraordinarias. “Antes la Selectividad se hacía en estas fechas. Nosotros solo pedimos que haya unos criterios comunes en todas las comunidades autónomas. No que sea igual, pero sí que se haga un esfuerzo para que estén estos criterios”, afirma.

Entre unos y otros, el director Raimundo de los Reyes improvisa una propuesta durante la conversación. “A lo mejor se puede diferenciar y hacer la Selectividad en unas carreras y otras, que no tienen nota de corte porque tienen más oferta que demanda, no. Te ahorras de esta manera un buen porcentaje de alumnos haciendo la prueba. Momentos excepcionales requieren soluciones excepcionales”.

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