El pasado mes de septiembre, un juzgado de Ourense determinó que una funcionaria de la Xunta de Galicia sufría el síndrome de sensibilidad química múltiple y lo consideró accidente laboral. En agosto de 2016, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid concedió la incapacidad permanente a un ingeniero de 47 años que afirmaba sufrir hipersensibilidad electromagnética. Estas dos sentencias se refieren a afecciones no reconocidas y aunque los expertos consultados por eldiario.es no rechazan la concesión de una incapacidad para este tipo de trastornos, consideran que una sentencia o incluso un diagnóstico que confirme la afección sin un contexto adecuado puede ser contraproducente y alejar a los afectados de un tratamiento.
“El dar una sentencia o incluso un diagnóstico de este tipo hace que se produzca una cronificación de los síntomas y esto es algo que observamos en muchos pacientes”, explica a eldiario.es el presidente de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia, José Luis Marín. “Además, hemos visto que en cuanto tienen el diagnóstico ya no quieren someterse a tratamiento de psicoterapia, que es el que mejores resultados está ofreciendo”, concluye.
También reaccionaba en este sentido el profesor de la Universidad de Umeå (Suecia), Steven Nordin, autor de varios estudios sobre hipersensibilidad electromagnética. En una entrevista concedida a eldiario.es este investigador aseguraba que “este tipo de decisiones judiciales son desafortunadas”, porque “hacen que estos pacientes se reafirmen aún más en su creencia de que son los campos electromagnéticos los que están causando sus síntomas, lo que probablemente acabe agravando la situación”.
Trastornos no relacionados con factores ambientales
La sensibilidad química múltiple (SQM) y la hipersensibilidad electromagnética (HE) son trastornos no reconocidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), en los que los afectados sufren toda una serie de síntomas genéricos (como dolores de cabeza, mareos, problemas estomacales, etc.) cuando son expuestos a ciertas sustancias químicas sin especificar o a campos electromagnéticos.
Sin embargo, debido a que no se ha podido demostrar que las sustancias químicas o los campos electromagnéticos puedan causar los síntomas, en el ámbito científico a menudo se utiliza el término Intolerancia Ambiental Idiopática para referirse a este tipo de trastornos, donde “idiopática” significa que el mecanismo y los factores desencadenantes de los síntomas son desconocidos.
Varias revisiones de estudios realizadas en los últimos años han mostrado que los síntomas no tienen relación con los factores ambientales descritos por algunos pacientes. En un análisis de más de treinta estudios, los investigadores concluyeron que “las personas con SQM reaccionan a la presencia de químicos”, pero solo cuando podían diferenciar entre sustancias activas y simuladas, “lo que sugiere que el mecanismo de acción no es específico de la sustancia química en sí y podría estar relacionado con las expectativas y creencias previas”.
Respecto a la HE, una revisión de 350 estudios publicada el pasado año por el Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud concluyó que “no hay una relación causal entre la exposición a las diversas fuentes de Radiofrecuencia y los síntomas” de esta enfermedad y que los afectados “no distinguen, en condiciones experimentales, si están expuestos o no a un campo electromagnético”.
Los síntomas pueden ser incapacitantes
Sin embargo, independientemente del reconocimiento o no de estas afecciones o de su posible origen, existe un consenso general sobre el hecho de que los síntomas que sufren estas personas no solo son reales, sino que pueden llegar a ser incapacitantes.
Así lo reconoce la propia OMS, que sobre la HE afirma que “los síntomas son ciertamente reales, pueden variar ampliamente en su gravedad y puede ser un problema discapacitante para la persona afectada”.
En el caso de la sensibilidad química múltiple, un informe publicado en 2011 por el Ministerio de Sanidad advierte de que “el sufrimiento de algunas de las personas afectadas puede llegar a ser importante” y puede “reducir drásticamente su capacidad laboral y su autonomía personal”.
Sin embargo, el problema no está en reconocer la gravedad de los síntomas, sino en determinar el origen de los mismos o establecer un tratamiento que pueda ayudar a los pacientes y ahí es donde resultan polémicas las decisiones judiciales, que, en ocasiones son contraproducentes.
Un posible origen psicológico
“Estos pacientes están sufriendo, de eso no hay ninguna duda, pero su sufrimiento no está directamente relacionado con los campos electromagnéticos o con la exposición a sustancias químicas”, explica Marín. Aunque este psiquiatra no descarta que estos factores puedan actuar de algún modo como desencadenantes, insiste en que “el origen de los síntomas debemos buscarlo a nivel psicológico”.
Para el caso de la HE, la OMS señala que los síntomas asociados a esta afección “pueden deberse a condiciones psiquiátricas preexistentes, así como a reacciones de estrés como resultado de la preocupación por los efectos sobre la salud de los campos electromagnéticos, en lugar de la exposición a los campos electromagnéticos en sí”.
En este sentido, un estudio publicado el pasado mes de julio en la revista Enviromental Research, mostró no solo que los síntomas podían aparecer aunque no hubiera un campo electromagnético activo, sino que empeoraban si a los participantes se les mostraba previamente un vídeo alarmista sobre este tipo de campos.
Respecto a la SQM, estudios recientes no han sido capaces de confirmar si los síntomas son directamente de origen psicosomático y una revisión de estudios publicada en febrero de este mismo año advierte de que “es difícil evaluar el peso del componente psicológico autoinducido en comparación con el fisiológico”, pero que, en cualquier caso, “todavía no es posible diagnosticar la SQM”.
El estigma del diagnóstico psiquiátrico
Marín señala otro problema a la hora de abordar el diagnóstico de estas dolencias y es el estigma que aún rodea a los trastornos que pueden tener un origen psicológico, lo que provoca que muchos de los afectados acaben rechazándolo. “Es más fácil aceptar una trastorno de origen biológico que uno de origen psicológico”, concluye este psiquiatra.
El problema, según Marín, es que “cuando se habla de un origen psicológico hay quien lo plantea como si la afección no fuera real, como si fuera algo inventado por el paciente, con lo que se les trata como a pacientes de segunda”.
En este sentido, este especialista considera que la concesión de la incapacidad puede interpretarse en cierta medida como un fracaso del sistema sanitario. “Cuando una persona empieza con estos síntomas no piensa en que lo incapaciten, el problema es que después de muchos años sufriendo sin que la medicina les ofrezca una alternativa, acaban pidiendo la incapacidad”, afirma. Sin embargo, concluye este psiquiatra, “antes de concederles una incapacidad hay que tratarles de forma adecuada y uno de los tratamientos más eficaces a día de hoy es la intervención psicológica”.
En cualquier caso, aunque el origen de todas estas dolencias sigue sin haberse establecido, un documento de consenso elaborado por un equipo internacional de investigadores establece que “en el caso de síntomas persistentes para los cuales no se puede encontrar una explicación médica, se debe centrar la atención en la reducción de la discapacidad en lugar de buscar un factor causal específico”.