Mes a mes, España se adentra cada vez más en la sequía. Se suman demarcaciones oficialmente en alerta o emergencia por la escasez de agua al tiempo que las reservas caen de semana en semana: a día de hoy hay un 25% menos que hace un año. Los 30.678 hectómetros cúbicos embalsados están muy por debajo de la media de la década para esta época: 39.945 hm, según los recuentos del Ministerio de Medioambiente.
La situación ha hecho que el Congreso acabe de convalidar un real decreto de medidas urgentes para algunas cuencas hidrográficas. Existen tres declaradas bajo “sequía prolongada”: Júcar, Segura y, recientemente, el Duero. Pero, además, el número de sistemas hidrológicos que padecen la sequía va creciendo de revisión en revisión.
La sequía no es un fenómeno homogéneo en un territorio tan variable como el español. No es lo mismo en la cornisa cantábrica que el sur de Andalucía. Los niveles a partir de los cuales se declara algún estado de aviso (prealerta, alerta o emergencia) cambian según la geografía. Cada cuenca y cada sistema dentro de ellas tiene los suyos. Pero siempre atendiendo a las demandas respecto a los recursos hídricos.
La situación empeora
Así, el último informe sobre el estado de la sequía de la Dirección General del Agua –de 30 de abril– reseñaba que la cuenca Miño-Sil tenía cuatro sistemas en situación de emergencia. “No se detectan problemas de abastecimiento pero los caudales son bajos”, explicaba. Similar situación describía para las demarcaciones del Cantábrico: en emergencia.
En el Tajo la demarcación de Cabecera estaba en emergencia y en el Guadalquivir (cuenca globalmente en prealerta) tenían situación de emergencia dos subsistemas hidrológicos. En el Ebro, el informe especificaba que la situación era peor en la cabecera que la vertiente oriental: tenía siete demarcaciones con aviso de sequía (dos de ellos en niveles de emergencia). Al acabar abril, la cuenca del Duero empalmaba cinco meses de situación global de alerta.
Para junio, aunque todavía no hay informe oficial del Ministerio, los seguimientos de las confederaciones hidrográficas muestran que la situación ha ido a peor. El Gobierno declaró por decreto a la cuenca del Duero en sequía prolongada. En el Tajo, otro sistema más ha llegado a los niveles de emergencia. En el Ebro, las demarcaciones con malos datos han pasado a ocho pero cinco son en la situación más grave. El Guadalquivir continúa en prealerta de manera general, pero ha añadido más zonas a los niveles de emergencia o alerta. El análisis de la sequía que hace regularmente la Junta de Andalucía explica que toda la zona interior nororiental de la región está en situación de sequía moderada y la costa de Almería en “muy elevada”.
Desequilibrio en los Canales del Taibilla
Justamente, la mala situación en el sureste también ha afectado a la zona de Murcia y Alicante donde el organismo público encargado del abastecimiento: la Mancomunidad de la Canales del Taibilla ha entrado en riesgo de desequilibrio patrimonial por la batería de operaciones que ha llevado a cabo “para paliar la merma de recursos que recibe del trasvase Tajo-Segura”, según cuenta el Ejecutivo.
Canales del Taibilla ha debido recurrir a pozos de sequía, compra de derechos de agua e incremento del agua desalinizada “que ha llevado aparejado el aumento del precio del recurso”. Es decir, pagar más cara el agua que suministra a sus mancomunados. Esto ha producido un “desequilibrio económico del organismo”.
El Gobierno de Mariano Rajoy ha explicado la creciente sequía en que la “la precipitación acumulada en los últimos seis meses del pasado año ha sido del 55 % de la media de la serie histórica que alcanza 48 años”. Ha llovido la mitad.
Demanda, evaporación y aridez
Sin embargo, este un fenómeno esperado. Al menos así lo vaticinaba el Ministerio de Medioambiente al señalar los impactos del cambio climático en España: “El aumento de la temperatura, y en España, disminución de la precipitación, causará una disminución de aportaciones hídricas y un aumento de la demanda de los sistemas de regadío”. La primavera recién pasada ha sido la más calurosa desde 1965 con 1,7ºC por encima de la media. Y muy seca: ha llovido un 25% menos, según ha informado la Agencia Estatal e Meteorología.
Esa demanda, en el caso español, es creciente y extenuante para la capacidad hídrica del país. Cada año, España se bebe un tercio de todos sus recursos de agua, según la Agencia Europea de Medioambinete (EIA). El organismo califica esa situación de “estrés hídrico”. La presión no se ha aflojado ya que los distintos planes hidrológicos aprobados han sumado unas 700.000 nuevas hectáreas de regadío a las que alimentar con los sistemas que ahora van cayendo inexorablemente en índices de alerta por sequía. El 80% del consumo de agua viene de la agricultura.
España es especialmente vulnerable a los impactos sobre el agua que está teniendo el cambio climático. Un aumento en la temperatura y reducción de la precipitación dan “un aumento de la frecuencia y severidad de las sequías hidrológicas”, explica Medioambiente.
De hecho, un estudio de Ecologistas en Acción calculaba en 2015 que los recursos de agua han caído en 1.500 hectómetros cúbicos anuales por los efectos del cambio climático. No solo es que llueva menos sino que al hacer más calor sostenido se evapora también más lo que llega a la tierra. Casi el 70% de las lluvias vuelven evaporadas a la atmosfera.
Y las zonas semiáridas son las más críticas. Las que debido a la descompensación entre el agua que reciben y la que se evapora están dentro la España seca. El aviso ya está lanzado, el cambio climático amenaza con transformar tres millones de hectáreas húmedas en áridas este siglo. El 80% de España se arriesga a convertirse en desierto.