Ocho asesinatos confirmados en julio: ¿qué está pasando con la violencia machista?
Ocho asesinatos. Es el balance de la expresión más brutal de la violencia machista que deja el mes de julio que acaba de terminar. Las concentraciones de casos mortales ocurren periódicamente, la última se había dado en mayo, con cinco crímenes; en enero, con ocho; y en diciembre, con 11. En junio de 2022, el Ministerio de Igualdad puso en marcha para responder a estas acumulaciones el comité de crisis, que analiza caso por caso lo que ha ocurrido en busca de posibles fallos y que este martes ha celebrado su cuarta reunión desde entonces.
El encuentro, al que han asistido representantes de las comunidades, otros ministerios y la Fiscalía, ha culminado con una llamada de atención de la delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Victoria Rosell, que ha insistido en la importancia de estar “especialmente alerta” en verano porque se trata de una época “especialmente comprometida” para la violencia machista.
Según las estadísticas oficiales que la delegación registra desde 2003, julio es el mes del año que más crímenes machistas acumula con diferencia. Y este de 2023 sí es el más cruento de los últimos cuatro años, aunque hay otros tres años de la última década que lo igualan o están por encima: diez crímenes en 2019, ocho en 2018 y nueve en 2015.
Desde que empezaran a contabilizarse, 127 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas hombres en este mes, seguido de enero, con 110. Junto a ellos, junio, agosto y diciembre también se erigen como los periodos temporales que más picos registran, como se puede ver en el siguiente gráfico.
La alerta de este último mes ha llegado tras la concentración de siete asesinatos, aunque el comité de crisis, que se reúne cuando la cifra llega o supera los cinco, analizó este martes también un octavo caso que finalmente ha sido confirmado el miércoles por la tarde. El primer día del mes arrancó ya con un crimen machista, el de una mujer de 47 años asesinada por su pareja en un bar de Pamplona. Igualdad comunicó después una confirmación triple: tres mujeres fueron asesinadas en Tarragona, La Rioja y Valencia.
El 20 de julio fallecía en el hospital una mujer de 54 años tras sufrir una agresión por parte de su expareja y hace cuatro días era detenido en Girona un hombre por matar a su expareja, de 27 años. También en Catalunya y también en un caso que tuvo como víctima a una menor de 30 años, era asesinada por su pareja una joven de 29 en el distrito barcelonés de Nou Barris. Además, hasta este miércoles se investigaba como un crimen de violencia machista, ya confirmado, el caso de la joven de 22 años hallada muerta en Utrera (Sevilla), por el que ha sido detenida su pareja.
Con estos asesinatos, la cifra total desde 2003, año en el que empezaron a contabilizarse, asciende a 1.216, mientras que en lo que va de 2023 son 32. No se trata, de momento, este año de uno de los más cruentos de la última década. Desde 2013 ha habido cinco años en los que a estas alturas España estaba por encima en número de asesinatos (en 2019 fueron 41 o en 2021, 33) y otros cinco que se quedan por debajo: el año pasado, por ejemplo, se registraron 27 casos mientras que en 2018 fueron 26.
Menos rutinas, menos sensación de control
A pesar de las dificultades para establecer diferencias estadísticamente significativas y de la realidad multifactorial que es la violencia de género, Victoria Rosell ha ahondado este martes en un elemento que las expertas se plantean desde hace tiempo: el del verano como una etapa en la que se acumulan un buen número de crímenes.
Las voces consultadas para este reportaje coinciden en extender el análisis más allá de la época estival y unirlo a los meses de enero y diciembre, cuando se celebran las fiestas navideñas. Y es que este, el de los periodos vacacionales, puede ser una de las circunstancias que influyen.
Así lo explica el exdelegado del Gobierno contra la Violencia de Género Miguel Lorente, que apunta a esta como una de las cuestiones coincidentes en todos los meses más cruentos. “El primer factor es el machismo que da lugar a la violencia de género y esa violencia estructural se alimenta de otros elementos, entre ellos el estacional, que está relacionado con los cambios en el tipo de convivencia que se producen en vacaciones”, sostiene el también médico forense y profesor de la Universidad de Granada.
En estos periodos “se rompen las rutinas y se modifican los horarios”, de forma que “hay más continuidad y mayor presencia de la relación”, lo que puede hacer aflorar más conflictos o discusiones: “En ese contexto, si se ejerce la violencia es más fácil que se mantenga en el tiempo y que pueda crecer hasta llegar al homicidio porque en el resto del tiempo hay cuestiones que rompen esa continuidad, por ejemplo marcharse a trabajar o llevar a los niños al colegio. Son elementos que fragmentan esa continuidad y pueden dificultar que la violencia llegue a incrementarse”.
En el caso de que no haya convivencia entre el agresor y la mujer, también el factor estacional influye, cree Lorente. El objetivo de los maltratadores es controlar a la víctima, algo que es más complicado en épocas como las actuales. “La siguen, intentan saber cuándo sale, con quién, dónde van... Todo esto con la rutina es más sencillo, pero ahora se rompe. Se sale más, de forma más espontánea y desorganizada, en ámbitos de ocio y con gente diferente, lo que hace que el agresor pierda percepción de control sobre la víctima y piense que no la va a recuperar”, analiza el experto.
La magistrada de la Audiencia Provincial de Barcelona Lucía Avilés coincide con Lorente y añade también como posible desencadenante las rupturas de las relaciones, que no es poco habitual que se produzcan en época estival. “Afloran los problemas y los conflictos y esto puede hacer que la mujer se plantee la separación, algo que en violencia de género ya en sí mismo es un factor de riesgo porque hace que el agresor sienta que pierde el control sobre ella”, explica la jueza.
No es un problema unifactorial
Aun así, las expertas llaman a no simplificar la realidad de la violencia de género. Y es que, de hecho, aunque julio es el mes con mayor acumulación, hay varios en la serie histórica en los que ha habido pocos casos comparados con otros momentos. El año pasado, sin ir más lejos, se registraron tres asesinatos, también en 2012 y 2014, mientras que en 2013 y 2017 fueron dos.
“La violencia de género no es unifactorial. Estamos hablando de multitud de elementos que influyen no solo en que el agresor ejerza violencia, sino en que se produzca una agresión mortal. Tratar de reducirla, con toda su complejidad, a factores puntuales es una visión limitada”, cree Lorente, que reconoce la importancia de estudiarlos para hilar cada vez más fino en la prevención y protección de las víctimas. “Sin embargo, que digamos que existe el factor estacional no quiere decir que siempre y sistemáticamente tenga que ser así porque influyen otras cosas”, añade.
Otro de los elementos que estos días se han puesto sobre la mesa tiene que ver con el calor, ya que un estudio de 2018 circunscrito a Madrid llevado a cabo por investigadores españoles concluyó que las olas de calor incrementan el riesgo de violencia de género. Las expertas consultadas piensan que “puede tener una influencia”, cree Avilés, porque “puede ser un factor estresante”, pero “no son causas directas ni pueden justificar” los hechos. Para Lorente “hay que considerarlo” como elemento, pero “con cautela” y sin pensar “que es algo determinante”: “Tenemos meses de diciembre y enero con incidencias de homicidios muy cercanas al verano y hace frío”.
El mensaje del negacionismo
La delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Victoria Rosell, pedía este martes tras la celebración del comité de crisis “el rechazo” por parte de la ciudadanía “a todos los tipos de violencia machista”, no solo a los asesinatos, que son la punta del iceberg, y llamaba, sin nombrar explícitamente a Vox, a evitar que a la juventud le lleguen “mensajes negacionistas”.
Es algo en lo que incide también la profesora del máster de intervención interdisciplinar en violencia de género de la Universidad Internacional de Valencia Helena Aparicio, que apunta a la importancia de la prevención en la juventud y no solo cuando se produce una acumulación de casos. “Estamos en un momento en el que la violencia machista se visibiliza como debe ser, el problema está en que tras este tipo de alertas suele diluirse y pasa a un segundo plano”, apunta la experta, que pone el foco en la puesta en marcha de mecanismos para contrarrestar el discurso de la ultraderecha que ha arreciado en los últimos años.
“Supone un retroceso. Ya estamos viendo cómo están eliminando concejalías de igualdad y confundiendo términos para hablar de violencia intrafamiliar. El discurso de que se trata de un invento ideológico y que cuestiona todo lo que ya está puesto en marcha cala en una parte de la población joven”, lamenta Aparicio haciendo referencia a los pactos entre la ultraderecha y el Partido Popular en comunidades y ayuntamientos tras las elecciones del 28 de mayo.
La influencia de la extrema derecha es algo también “clave” para Lorente. “La minimización que hace de la violencia machista es un mensaje simbólico que refuerza lo ya existente. Por un lado, la construcción machista que hace dudar a las víctimas de confiar en las instituciones cuando ven que estas son las primeras que lo cuestionan. Y, por el otro, reforzar a los agresores en sus posiciones, que ven que una parte de la sociedad no muestra un rechazo contundente”, apunta el médico forense.
Actualización: esta información ha sido actualizada a las 16.58 del 2 de agosto para incorporar como caso confirmado oficialmente el de la mujer asesinada por su pareja en Utrera (Sevilla), que hasta entonces se encontraba en investigación.
Gráficos elaborados por Victòria Oliveres.
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