España ha encontrado varias mutaciones de la COVID-19, pero ni son más graves ni ponen en riesgo la vacuna
La nueva variante del SARS-CoV-2 encontrada en el Reino Unido ha puesto en jaque la estrategia global ante el primer invierno de la pandemia. Lo único que se sabe de momento es que esta mutación del virus que causa la COVID–19 se transmite un 70% más rápido, lo que ha provocado una cascada de medidas como el cierre de algunas fronteras aéreas con el Reino Unido –entre las que no está España, que solo ha limitado los vuelos– y mayores restricciones en las islas británicas.
Aún quedan dudas por resolver, pero la detección de este nuevo linaje se ha visto agilizada gracias a los esfuerzos ímprobos en investigación genómica que llevan a cabo tanto Reino Unido como España. El primero es el líder en Europa, pero los equipos españoles ocupan el segundo puesto. El Centro Nacional de Microbiología, perteneciente al Instituto de Salud Carlos III, la fundación Fisabio, el CSIC y algunos laboratorios de hospitales y universidades públicas llevan meses trabajando sin descanso para crear un registro de variantes del coronavirus junto a otros países.
“El análisis de genomas virales permite conocer las vías por las cuales ha entrado el virus a nuestra comunidad y cómo se transmite en estos momentos, lo que ayudará a las autoridades sanitarias a controlar mucho mejor la expansión del virus en nuestra comunidad”, explican desde Fisabio. Toda la información que obtienen se vuelca en GISAID, un consorcio público creado para registrar el virus de la gripe y que ahora sirve como repositorio de los avances internacionales en la secuenciación genómica del coronavirus.
Hay 3.611 variantes del genoma del SARS-CoV-2 registradas en GISAID y 39 se han detectado en España. La primera por detrás de la de Wuhan data del 13 de enero y se localizó en Nepal. En cuanto a Europa, entre el 28 y 29 de enero se detectaron en Finlandia, Francia y Alemania otras mutaciones. Por tanto, la del Reino Unido no es la primera aunque haya sido la única en recibir un impacto mediático de estas características. Pero, ¿qué diferencia a la variante VUI 202012/01 para haber hecho saltar las alarmas a nivel global?
Lo primero que hay que saber es que esta variante VUI 202012/01 (Variant Under Investigation; variante bajo investigación, año 2020, mes 12, variante 01) ha mutado al menos 17 veces. Esta cantidad de reemplazos de aminoácidos no tiene precedentes en ninguno de los linajes que se habían detectado hasta ahora. Ni siquiera la variante llamada 20A.EU1, aparecida en junio en nuestro país y que se expandió rápidamente por Europa debido al periodo vacacional, tuvo este impacto. A pesar de su propagación, se cree que se debió a la alta movilidad en verano y no a un aumento del número R, el valor reproductivo de una enfermedad infecciosa, y que en el caso británico ha incrementado un 0,4.
Según los datos de GISAID, en España se han registrado 39 linajes del virus. “Hemos encontrado varias variantes, ya que no es raro que se produzca algún cambio en el genoma del virus”, reconoce María de la Montaña Iglesias, investigadora del Centro Nacional de Microbiología del ISCIII, a elDiario.es. “Algunas están siendo estudiadas para ver si escapan a la acción de los anticuerpos neutralizantes o si favorecen a la transmisión del virus”, explica. Pese a eso, confiesan que de momento no han encontrado ninguna “como la del nuevo linaje británico ni que se pueda asociar claramente al aumento de transmisión o gravedad” de la enfermedad.
De las 17 mutaciones de la variante procedente de Reino Unido, ocho afectan a la proteína de espícula del virus, es decir, la más externa y la que forma la clásica “corona”. La primera vez que se detectó un cambio en la espícula fue en una variante conocida como D614G, en marzo, y dio como resultado el virus que conocemos ahora, con mayor capacidad de transmisión que el original y que infecta de manera más eficiente. “Tanto es así, que para el mes de junio casi todos los virus circulantes en Europa ya eran de esta variante”, precisa Ignacio Molina Pineda, catedrático de Inmunología en la Universidad de Granada, en The Conversation.
Sin embargo, las mutaciones del linaje británico que realmente preocupan a la comunidad científica son tres: N501Y, P681H y la pérdida (o deleción) de los nucleótidos 69 y 70. La primera representa un cambio minúsculo en la proteína S, que permite al virus unirse a las células receptoras con más afinidad y por lo tanto infectar con más facilidad. La segunda, según el profesor Molina Pineda, “va a permitir que la membrana del virus se funda más fácilmente con la de la célula en la que va a entrar, a fin de permitir su tránsito al interior”. Por último, la deleción 69–70, nucleótidos que codifican la proteína de espícula, podrían permitir al virus escapar de la respuesta inmunitaria.
No obstante, el catedrático de la Universidad de Granada cree que “los cambios producidos no parecen dañar elementos estructurales del virus, por lo que la eficacia de las vacunas, a priori, no se vería afectada”. Aunque reconoce que hay que estudiarlo. En España, según anunció el ministro Salvador Illa y ratificaron desde el ISCIII, no se ha encontrado ninguna variante de estas características que haga saltar las alarmas, pero sí que se debe priorizar más que nunca la labor de secuenciación genómica que llevan a cabo los científicos de nuestro país.
El poder de la secuenciación genómica
Las primeras secuencias genómicas del virus del SARS-CoV-2 se obtuvieron en dos pacientes de Valencia el 14 de marzo, debido al trabajo de virólogos, epidemiólogos y bioinformáticos de Fisabio, un centro mixto de biología integrativa de la Universidad de Valencia y el CSIC. Gracias a eso se pudo medir el ritmo de mutación del coronavirus y ver que era menor que el de la gripe y mucho menor que el del VIH. Ahora se sabe que “la tasa de cambio del virus no se modificará, porque existe en él un sistema básico de corrección de errores que hace que su cambio sea siempre menor que el de otros virus RNA”, explica María de la Montaña Iglesias, del ISCIII.
Eso no significa que no existan variaciones que puedan suponer un problema y que hay que estudiar de cerca, algo que ya se hace a través de la secuenciación genómica. Para ello, cuentan desde el ISCIII, “recibimos muestras para diagnóstico procedentes del Sistema Nacional de Salud que se analizan y secuencian”. En cuanto a si se podrían “leer” las nuevas variantes a partir de los resultados de las PCR habituales que se realizan a la población, la respuesta es que no. “No permiten distinguirlas, para ello es necesario realizar la secuenciación de la espícula o del genoma completo del virus”, desvela.
Iglesias y su equipo prestan especial atención a las variaciones de la espícula “puesto que pueden afectar a la zona de unión al receptor, como ocurre en la del linaje británico, y a la zona de corte entre las regiones S1 y S2 de la proteína”. Pero también a los cambios en la zona de interacción con los anticuerpos neutralizantes: “Si estos cambios producen escape vacunal, habría que modificar dicha vacuna”, advierte. Algo que, de momento, no parece contemplarse.
Que España sea líder en investigación de secuencias de genomas “permite la vigilancia de los virus que circulan y la monitorización de los cambios que puedan tener impacto en la transmisión o tener escape inmunológico”, reconoce Iglesias, pero “siempre tiene que conllevar un estudio virológico y serológico posterior para entender el impacto real de las variantes que detectamos”, puntualiza. Para evitar que se cuele una mutación peligrosa del virus o que nazca y se propague otra nueva desde dentro, el ECDC (Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades) pide solo una cosa: reaccionar.
Para reaccionar ante la británica, la secuenciación es muy relevante “dada nuestra relación con el Reino Unido”, dice Molina Pineda en The Conversation. “Baleares y Canarias, la costa mediterránea y Andalucía (por la proximidad a Gibraltar) deberían ser prioritarias. La elección de las muestras debe ser cuidadosa, para asegurar una buena representatividad de las mismas”, precisa. “Debemos, además, estar especialmente vigilantes ante posibles cambios en los patrones epidemiológicos”. Y por supuesto, hacer lo que ninguno queremos: “Imponer restricciones y limitar la movilidad”.
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