La sobrexplotación de los acuíferos para el regadío hunde el suelo y agrava el riesgo en la España inundable

Raúl Rejón

16 de marzo de 2024 23:10 h

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Cuanta más agua se extrae para regar, más se hunde el suelo, lo que abre la puerta a la inundación. En España, a base de sobreexplotar acuíferos, se empeora la depresión del terreno. Ese hundimiento supone un “peligro silencioso” ante la subida del nivel del mar o las avenidas torrenciales de la España inundable.

Esquilmar los acuíferos está causando la contaminación del agua subterránea por la intrusión marina, la desecación de ecosistemas húmedos como Doñana o las Tablas de Daimiel y –aparte de provocar gastos para recargar acuíferos– incrementa el riesgo de más inundaciones.

El boom del regadío en España –cuya superficie ha crecido un 30% desde el año 2000– ha supuesto, entre otras cosas, un aumento muy grande de la extracción de agua subterránea para su uso agrícola. El sector agrario ha pasado de usar 900 hm3 en 2000 a 4.100 hm3 en 2018 (un 355% más), según los últimos datos consolidados del INE. Se ha multiplicado por 4,5.

Esta práctica, localizada en algunos puntos, ha terminado por hacer que, de las 800 masas de aguas subterráneas de España, 220 estén sobrexplotadas, es decir, se le saca más agua de la que recargan de manera natural. Esto provoca que, dependiendo del tipo de terreno, se reorganicen los granos del subsuelo y se reduzca el espacio donde se acumula el agua. El acuífero pierde así capacidad de almacenaje y el suelo se hunde. A este hundimiento se le conoce como subsidencia.

España es el sexto país del mundo en número de casos de hundimientos por extracción de agua registrado. Y de los 10 documentados en territorio nacional, nueve están en el arco mediterráneo: Girona, Barcelona, Cambrils, Orihuela, Almería, Montellano, Lorca, Murcia y Granada.

“Se trata de un movimiento lento, que puede ir de milímetros al año a algunos centímetros, por eso el fenómeno puede pasar desapercibido”, describe el investigador del Instituto Geológico y Minero (IGME) Pablo Ezquerro. “No se da un deslizamiento de ladera o un colapso, así que, en cierta manera, escapa del foco de atención, pero aun así es algo que puede afectar a áreas más extensas”.

“Tiene que haber un detonante para que se produzca”, explica este técnico del departamento de Riesgos Geológicos y Cambio Climático. “Los cambios en los acuíferos pueden ser un posible detonante aunque haya fenómenos no antrópicos. La acción humana puede ser importante, pero no la única”, señala.

Se trata de un movimiento lento, que puede ir de milímetros al año a algunos centímetros, por eso el fenómeno puede pasar desapercibido, pero aun así es algo que puede afectar a áreas más extensas

El ingeniero geólogo de la Universidad de Alicante Roberto Tomás Jover cuenta que “en España, hasta los episodios registrados en la ciudad de Murcia en los años 90 apenas se había oído este problema, que afecta mucho a sitios como California, México o Japón”. El caso murciano afectó a más de 150 edificios y otras infraestructuras y se le calcula un coste de 50 millones de euros. Jover también coincide en que “es un problema lento, y por eso es complicado percibirlo a simple vista. Llama la atención indirectamente, por ejemplo, cuando se provocan grietas en edificios”.

El IGME y la Universidad de Alicante participaron en la elaboración para la ONU de un mapa mundial de riesgo de subsidencia. Si se mira España se observa riesgo significativo en Barcelona, València, Lorca, Murcia, Cartagena, Orihuela, Granada o Sevilla. ¿Llevan asociados extracciones intensivas de agua subterránea? Muchas veces sí.

En la zona de España y Europa con mayor subsidencia comprobada, cerca de Lorca (Región de Murcia), el acuífero asociado, el del Alto Guadalentín, tiene un índice de explotación del 203%. Su nivel ha caído hasta 150 metros. El acuífero del Campo de Cartagena, que tiene una alta disposición a la subsidencia, está explotado hasta el 89%. Los episodios de Murcia a los que se refería Roberto Tomás “fueron causados por la extracción de agua de pozos para el riego durante un período de sequía”.

En la vega de Granada, también marcada en rojo en el mapa de peligro de hundimiento, el IGME y la Universidad de Granada han comprobado que en los periodos cuando más se ha bombeado desde el acuífero (por pocas precipitaciones) se generaron hundimientos de un centímetro al año. En el sur de la Vega detectaron depresiones de 1,5 centímetros anuales durante los cursos más secos. En la localidad de Otura existe un campo de golf “con varios pozos para su riego”, constatan los científicos. Una conclusión que sacaron, además, fue que allí “las deformaciones no se recuperan durante los años lluviosos; el comportamiento del terreno es inelástico, y los hundimientos se van acumulando”.

Riesgo de inundación

Un suelo más bajo porque se está hundiendo está más expuesto a inundaciones. “Una vulnerabilidad escondida”, lo llamaba esta investigación de la Universidad Virginia Tech. “Al final, si el terreno desciende, por ejemplo, en zonas costeras donde se está produciendo un incremento de nivel del mar, aunque cada fenómeno se mida en milímetros por separado, si se combinan se produce un agravante de las circunstancias”, cuenta Pablo Ezquerro.

Se acentúa en las zonas costeras, ya que si por un lado baja el terreno y por otro sube el mar el desnivel es mayor y abre la puerta, sobre todo, cuando hay un temporal

En Estados Unidos el problema se está concentrando en su costa atlántica; en España el IEO-CSIC ha comprobado que el Mediterráneo ha acelerado la subida del nivel del mar de una media de 1,8 mm al año entre 1948-2019 a los 2,8 mm anuales desde entonces a medida que el cambio climático deja sentir sus efectos.

Si se revisa el mapa de la España inundable creado por elDiario.es puede comprobarse cómo se superponen áreas en riesgo de inundación y hundimiento, como alrededor de l'Albufera de València y hacia la localidad de Gandía, en el eje que pasa desde Santa Pola y Orihuela (Alicante) hasta unirse con la ciudad de Murcia, en las ramblas del Campo de Cartagena –que circundan el Mar Menor– y en amplias zonas en el sur de la localidad murciana de Lorca. También en Granada, en cierta medida, en la zona de la ciudad de Málaga y Alhaurín de la Torre y desde Sevilla hacia el sur. En el siguiente mapa se puede ver el censo de edificios ubicados en zonas inundables a 100 años (en azul).

“Si hay subsidencia, en mayor o menor grado, es decir, hundimiento, hay un cambio en la topografía, y conviene monitorizar la situación para poder ver cuál es la variación”, avisa Tomás Jover. Esta combinación peligrosa se acentúa “en las zonas costeras, ya que si por un lado baja el terreno y por otro sube el mar el desnivel es mayor, sobre todo cuando hay un temporal”. Con la crisis climática, ese ya no es un escenario hipotético en España.

La zona del Alto Guadalentín es un campo de estudio perfecto para entender la relación entre sobrexplotación de un acuífero, hundimiento del suelo y peligro de inundación. Ese valle es una depresión “fuertemente afectada por este riesgo de inundación”, explican los científicos. A esto se le ha unido que, “debido a la sobreexplotación del acuífero cuaternario subyacente, el área está afectada por las mayores tasas de subsidencia de toda Europa, con valores de hasta 10 cm al año”.

El hundimiento acumulado ha llegado a más de 2,7 metros en 14 años, refiere una reciente investigación que concluyó que, con ese grado de subsidencia del terreno, se produce “un importante impacto en el riesgo de inundación”. María Navarro Hernández, que llevó a cabo este trabajo, explica que el hundimiento acumulado “añadió más de 2 km2, un 15%, de zona inundable con una cota de agua de, al menos, 0,7 metros”. ¿Por qué se señala ese nivel? “El daño aumenta con el calado”, apunta el ingeniero especialista en Hidrogeología Javier Valdés, “pero es mucho mayor a partir de los 70 u 80 centímetros, más o menos la altura de las mesas, porque hasta esa altura pueden salvarse muchos bienes, pero desde ahí el daño se dispara”.

La consecuencia es que queda demostrada la necesidad de tener en cuenta el hundimiento en los planes de emergencia. “Siempre debe considerarse al evaluar el riesgo de inundación en estas zonas”, avisan estos investigadores. Un hundimiento que parte de chuparle el agua al subsuelo más allá de sus posibilidades.