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Los cabos que faltan por atar en la querella argentina tras la muerte de Carlos Slepoy

Carlos Slepoy llegando a una rueda de prensa por la querella del franquismo en Argentina / EFE

Juan Miguel Baquero

La muerte de Carlos Slepoy deja huérfana a la querella argentina. Y con una tarea pendiente, romper la impunidad del franquismo. La principal traba, el boicot del proceso desde España, dejan por atar un puñado de cabos sueltos que impiden el acceso pleno a la justicia a las víctimas de Franco. Pero el legado de Slepoy busca otro impulso: nuevas imputaciones y retomar la petición de interrogar a cargos de la dictadura.

La negativa a aplicar la justicia universal, el torpedeo de la Fiscalía a las declaraciones judiciales, el regate a cada petición de Argentina, la ley de Amnistía, la supuesta prescripción de los delitos… Son algunos de los hilos que tejen el manto protector de los crímenes franquistas. Como la oposición a extraditar a los altos cargos de la dictadura reclamados por Argentina o impedir su detención alegando que las órdenes de Interpol no son vinculantes.

Estas herramientas propician la “excepción española” en la aplicación de los derechos humanos, como definía el propio abogado Carlos Slepoy. La única causa abierta en el mundo para juzgar al franquismo continúa y el proceso ha logrado rasgar ese carácter impune. 

Pasos para “avanzar en el proceso”

“Ahora mismo el estado de la querella argentina se resume en que estamos pendientes todavía del contenido de algunas de las devoluciones de los exhortos –las órdenes de la jueza argentina Servini – para las comisiones rogatorias”, explica el abogado y presidente de la Asociación Pro Derechos Humanos (APDH) de España, Jacinto Lara. De las que ya se tiene conocimiento las hay devueltas por parte de España “por defecto de forma y no de fondo, no invocan prescripción de los delitos, ni ley de Amnistía”.

El estudio de estas peticiones devueltas hará “que intentemos subsanar esos defectos a través del juzgado argentino para cursar esas comisiones rogatorias y tomar declaración aquí a los imputados”. Como pide la jueza Servini, tras la negativa de España a extraditar a los altos cargos franquistas acusados.

También se han devuelto en cascada a Buenos Aires los exhortos “para incorporación de pruebas documentales en la fase indagatoria” y que tenían como destinatarios “arzobispados, Guardia Civil o Ministerio del Interior”. “Han llegado todas a la vez al juzgado argentino y hay un colapso”, indica.

Y hay un paso importante, destaca Lara: “Vamos a completar nuevos pedidos de imputación en base a denuncias que ya están puestas”. Este paso servirá “para avanzar en el proceso”, asegura. Por lo demás, “ahora no hay pendiente ninguna toma de declaración a víctimas, aunque algunas se suspendieron después de la circular enviada por la Fiscalía, pero lo que no se ha llevado a cabo es la toma de declaración a ninguno de los imputados en la causa a través de esas declaraciones rogatorias”.

La memoria de Slepoy como referencia

“¿Por qué nos parece natural hacer justicia con las víctimas de ETA y no con las del terrorismo de Estado?”, se preguntaba Slepoy. Es “insólito”, decía, que una magistrada argentina trate un tema “que es de españoles que mataron a españoles”. Quizás, “el obstáculo para juzgar al franquismo en España no es judicial, sino político”, como sostenía en una entrevista con la periodista Olga Rodríguez. Y existe, apuntaba, “un clamor internacional contra la impunidad del franquismo”.

“Debemos seguir su camino”, repiten como un mantra quienes conocieron a Slepoy. El dolor por la pérdida de uno de los grandes impulsores de la querella argentina está marcado por el propio carácter de Carli, como era conocido en sus círculos más íntimos. Toca seguir atando esos cabos sueltos. “Es lo que él querría, y lo que haría”, afirma el presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, Emilio Silva.

“En la querella argentina ha sido una especie de 'acelerador' y representa esos viajes de ida y vuelta del exilio y la justicia entre ambos países”, destaca. Y de la memoria. Es la “referencia” en el camino judicial emprendido para atender a las víctimas del franquismo. “Cada encuentro” con la jueza María Servini, en Buenos Aires, “se convertía en un nuevo impulso para el proceso”, destaca Manuela Bergerot, de la Coordinadora Estatal de Apoyo a la Querella Argentina (CeAQUA).

“Nuevas imputaciones, exhortos para exhumaciones, toma de declaraciones en los consulados…”, añade. Es el legado que continúa vivo. Defender “una democracia plena basada sobre una cultura de los derechos humanos y no de la impunidad”. Carlos Slepoy “es uno de los imprescindibles”, subraya Bergerot.

“Es un golpe muy duro su pérdida”, resume la portavoz de la Plataforma Andaluza de Apoyo a la Querella Argentina (PaZ), Paqui Maqueda. “A las víctimas nos ha dado las herramientas para ponernos en pie, venimos de décadas llorando en silencio a los nuestros”, relata. Al otro lado del hilo telefónico aparecen lágrimas. En esta y el resto de conversaciones. “Hay que levantarse y seguir el camino que deja, pero va a ser difícil”. Es la memoria de Carli, dicen.

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