Las superbacterias han encontrado en un medio ambiente cargado de residuos químicos un medio ideal para crecer y fortalecer su resistencia a los antibióticos. La contaminación de aguas y suelos con los restos de la gigantesca cantidad de medicamentos y sustancias antimicrobianas utilizadas en la ganadería, la higiene personal, la industria o la sanidad favorece la proliferación de colonias de bacterias inmunes, según ha alertado la ONU.
Los antibióticos y productos antimicrobianos que se utilizan de forma masiva en la cría de reses o las piscifactorías, se suministran los humanos o se utilizan en desinfectantes terminan en los ríos, el suelo o el agua del mar donde se topan con colonias de bacterias. Esos productos no están presentes en la concentración suficiente como para matar esas colonias, pero sí “pueden bastar para estimular la resistencia a los antimicrobianos”, explica el informe de la ONU. Es decir, son un caldo de cultivo para producir superbacterias que luego contraatacarán sin que el arsenal de medicinas sea efectivo contra ellas.
La vía de contaminación más relevante es la del ganado: el 75% de los antibióticos utilizados se aplican a animales. Un estudio encargado por la Agencia Europea del Medicamento calculó que, en 2015, se habían vendido 8.361 toneladas de antibióticos veterinarios en la Unión Europea más Suiza e Islandia. España fue, con mucho, la primera de la lista con 3.000 toneladas (más del doble que la segunda, Italia). De hecho, se espera que con la dinámica actual el consumo crezca un 67% de aquí a 2030.
El circuito hace que hasta el 80% de los antibióticos pasen de los animales al medio mediante el abono de estiércol que contamina las escorrentías superficiales y las aguas subterráneas. Incluso pueden llegar así a los cultivos de plantas, apunta la ONU que añade, además, que tres cuartas partes de lo que se les da a los peces de la acuicultura también se dispersa en el medio. Y allí ejercen como palanca para que las bacterias que sobrevivan sean las más resistentes.
Los análisis han venido a demostrar que algunos de los genes que vuelven invulnerables a los patógenos en los ambientes clínicos como los hospitales se originaron en las bacterias que medabran en el medio natural.
Un proceso similar ocurre en los circuitos urbanos de abastecimiento. Las aguas residuales municipales contaminantes de muchos tipos: desde productos farmacéuticos y de higiene personal procedentes de los hogares hasta desechos de los hospitales con desinfectantes y, otra vez, antibióticos. También arrastras restos de la actividad industrial.
El ciclo de gestión del agua no es suficiente para eliminarlos. “Las plantas de tratamiento de aguas residuales no son capaces de eliminar todos los antibióticos y bacterias resistentes” que llevan suspendidos, explican. Las depuradoras están pensadas para eliminar contaminantes convencionales o residuos sólidos.
Jabones y desinfectantes
Incluso en los estados que una alta inversión en el tratamiento de aguas residuales, la contaminación bioquímica se escapa. Un grupo de investigadores de la Universidad de Éxeter (Reino Unido) ha hallado evidencias de que muchos bañistas se han expuesto a un variante de la bacteria Escherichia coli resistente a antibióticos: seis millones de baños al año en esas condiciones.
La situación ha hecho que la Agencia del Medicamento de EEUU haya prohibido ciertos antibacterianos en los jabones por “ineficaces” y porque su uso contribuye a la generación de patógenos resistentes. Solo desde 2015, la Unión Europea ha creado una lista de vigilancia de productos contaminantes del agua entre los que hay tres antibióticos.
De manera que los análisis han demostrado que allí donde hay actividades humanas “los niveles de antibióticos y resistencia a ellos aumentan”. Las superbacterias son un problema de salud público hoy pero está considerado como una de las mayores amenazas para el futuro.
Europa en general y España en general están a la cabeza en infecciones resistentes a los antibióticos. El último informe del Centro Europeo de Control de Enfermedades (ECDC) evidenció cómo los casos de bacterias inmunes en España crecieron en 2016 entre un 4,7 y un 11%, según el tipo de patógeno. La Escherichia coli y la Klebisella pneumoniae son los microbios más preocupantes.