Decía Jorge Luis Borges que la luna que ilumina las noches ya no es aquella que vio el primer Adán. El genial escritor argentino se refería de esta forma a la transformación que habían hecho los poetas de nuestro sempiterno satélite, convirtiéndolo en algo más que una simple roca que flota en el espacio. Este lunes miles de personas volverán a hacer lo mismo. Pero lo harán esperando ver en el cielo una luna más grande y brillante que cualquiera que hayan visto en los últimos 70 años. Puede que muchos lo hagan, pero la realidad es que la imagen de la luna será igual que la del día anterior o que la del mes pasado.
Durante estos días muchos medios han anunciado que este lunes 14 de noviembre podremos ver la mayor luna que se ha visto en 68 años. Un fenómeno que no se repetirá hasta el año 2034. Sin embargo, si bien es cierto que ese día la luna se situará en el punto más cercano a la Tierra de las próximos décadas, esto no implica que podamos apreciar ningún cambio, puesto que la variación de tamaño respecto a los días anteriores o posteriores será prácticamente nula.
La luna tiene una órbita elíptica cuyo centro no corresponde al centro de la Tierra, lo que hace que su distancia a nuestro planeta varíe según se mueve en su órbita. Efectivamente, la luna llena del próximo lunes estará a tan solo 356.511 kilómetros de la Tierra. Sin embargo, basta un rápido vistazo a las distancias de lunas llenas anteriores (o posteriores) para comprobar que el fenómeno no es, ni mucho menos, especial.
Por ejemplo, durante la luna llena del pasado 16 de octubre nuestro satélite estuvo a 357.859 kilómetros, poco más de 1.300 kilómetros más lejos que la del 14 de noviembre, lo que supone una diferencia menor al 0’4%. Es más, si se revisan los datos prácticamente todos los años hay al menos un día en el que la luna llena se encuentra a menos de 357.000 kilómetros de la Tierra.
Diferencias entre el perigeo y el apogeo
Aún así, esto no quiere decir que el cambio de tamaño de la luna no se pueda apreciar en ningún caso, el problema es que solo es posible hacerlo si se compara el tamaño de la luna entre el punto de la órbita lunar más alejado de la Tierra, llamado apogeo, y el más cercano, llamado perigeo. Solo entonces se puede observar esa variación de tamaño, ya que la diferencia entre la distancia de la Luna a la Tierra entre el apogeo y el perigeo puede ser superior a los 50.000 kilómetros. En este caso la diferencia de tamaño aparente entre ambas lunas puede alcanzar un 15%.
Este fenómeno es conocido popularmente como superluna, aunque cabe aclarar que el concepto proviene de la astrología, no de la ciencia. Según el inventor de este idea, el astrólogo Richard Nolle, la superluna se produce cuando el satélite pasa por uno de los puntos más cercanos a nuestro planeta durante la fase de luna llena o nueva.
Según la definición de Nolle, la luna tiene que estar a una distancia de no más de un 10% superior a su punto más cercano a la Tierra. Aunque dicha definición es totalmente arbitraria, el astrólogo asegura que cuando se dan estas circunstancias la Tierra es más proclive a sufrir desastres naturales como terremotos o erupciones volcánicas. Una afirmación que no es más que una creencia sin fundamento científico alguno.
Los efectos sobre las mareas
El único efecto medible de una luna llena o nueva en el perigeo es el que tiene sobre las mareas, debido a la ligera variación de la fuerza de atracción gravitatoria que ejerce sobre la Tierra. Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EEUU (NOAA, por sus siglas en inglés), “alrededor de tres o cuatro veces al año la luna nueva o llena coincide con el perigeo, con lo que se pueden producir las llamadas grandes mareas de perigeo”.
Aún así, desde la NOAA aclaran que “la diferencia en amplitud entre las grandes mareas de perigeo y las mareas normales es pequeña” y que, en la mayoría de los casos, esta diferencia es tan solo de unos pocos centímetros.
Así que no, este lunes no se acabará el mundo. Desafortunadamente, tampoco veremos una luna enorme en el cielo nocturno. Pero eso no quiere decir que no debamos detenernos un momento a admirarla. Al fin y al cabo, podemos seguir viéndola como la ven los poetas y hacer caso a Borges cuando decía aquello de “Mírala. Es tu espejo”.