- Más información | Franco creó 300 campos de concentración en España, un 50% más de lo calculado hasta ahoraFranco creó 300 campos de concentración en España, un 50% más de lo calculado hasta ahora
Comían lagartos crudos y, cuando llegaba abril, las flores de los almendros. Traficaban con los guardias para que les trajesen alfalfa y, un día, un prisionero se peleó con un perro vagabundo por el hueso de una pierna de ganado que ya ni tenía carne: “Era como un lobo luchando contra el hombre. Uno lo agarraba con los dientes y el otro con las manos, al final el animal le destrozó el brazo”.
Se lo relataban Luis Ortiz y Marcos Ana al periodista Carlos Hernández hace un par de años, durante el proceso de elaboración de su libro, Los Campos de Concentración de Franco. Ellos eran supervivientes de varios de los 300 que hubo en España desde que comenzó el alzamiento militar hasta bien entrada la dictadura: Ortiz pasó por el de Irún, la Universidad de Deusto y Miranda de Ebro; Marcos Ana por el de Los Almendros y Albatera, ambos en Alicante. El primero luego pasó a formar parte de batallones de trabajos forzados; el segundo, poeta, fue el cautivo que más tiempo estuvo encerrado en cárceles franquistas, hasta 1962.
Apenas quedan ya personas que puedan detallar las experiencias de los campos de concentración en primera persona, casi todos han fallecido y hoy conocemos muchas historias por sus familiares. Luis Ortiz murió el 8 de marzo de 2019, apenas una semana antes de que la investigación de Hernández, también colaborador de eldiario.es, viera la luz. Él le contó, además del hambre, otras torturas: “Había que cantar el Cara al Sol, y yo no lo hacía. Una de las veces, alguien me dio con un palo en los riñones. A partir de entonces tuve que hacer como si cantara, mover la boca”.
Marcos Ana falleció el 26 de noviembre de 2016. Dejó sus libros y, a Hernández, el testimonio de estas torturas y penas en los campos: “Te tumbaban desnudo sobre una mesa y te daban en las nalgas. Al día siguiente, te cogían otra vez y sobre la carne macerada, más golpes. Saltaba la sangre”. “Despedí no a cientos, quizá a miles, que fueron fusilados. Eso es lo que más me sigue perturbando, aquellas escenas, la dignidad de aquella gente al salir, los últimos abrazos”, se le escucha en el vídeo de las entrevistas grabadas por el periodista.
“Tú, ¿por qué luchas?”
“El director de la cárcel preguntaba '¿tú, por qué luchas?'”, recordaba de ese tiempo Marcos Ana, que le respondía: “Por una sociedad donde no le puedan hacer lo que usted me está haciendo a mí”. No era demagogia, defendía, “era nuestra manera de ser. Hemos pensando en la venganza política, en el triunfo de los ideales de libertad. Nunca quisimos una situación en la que pudiéramos torturar al que nos ha torturado”.
Ortiz rememoraba otras condiciones de insalubridad ahí dentro que llevaron a la muerte a compañeros, como la falta de agua y de retretes, las plagas de pulgas y piojos o los suelos duros que hacían de cama: “Un hombre que tenía que trabajar llegó a pesar 38 kilos. Te puedes figurar, se desmayaban constantemente”. Le decía a Hernández que él era como los artistas que quieren morir con las botas puestas: “Tenía la espina clavada y ahora estoy embalado. No voy a parar”. Se daba cuenta de que “ellos creían que nos iban a convencer de sus políticas así. Fue un error tremendamente grande, si alguien te trata mal no va a ser tu amigo”.
Hernández calcula que entre 700.000 y un millón de españoles pasaron por campos de concentración. Miles de ellos, imposible saber la cifra exacta –algunos eran enviados a casa en estado terminal para no ser contabilizados– murieron, ya fuera fusilados o por la escasez de higiene, alimentos y atención sanitaria.
El periodista habló para la elaboración de su libro con media docena de presos, la mayoría combatientes del ejército republicano o personas significadas con la izquierda –aunque había de todo, “hasta catedráticos”–, y concluye que “ha habido vergüenza y miedo” a hablar de este tema durante décadas. En su grabación, se ve cómo Marcos Ana se lo pedía: “Hay que luchar por una memoria que permita que la juventud sepa lo que hemos pasado”.