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La Universidad Autónoma de Madrid suspende por acoso laboral a un referente académico de la justicia social

UAM

Daniel Sánchez Caballero

17 de junio de 2025 22:37 h

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La Universidad Autónoma de Madrid (UAM) ha suspendido de empleo y sueldo durante dos años por acoso laboral al profesor F. J. M. T., referente académico de la investigación en justicia social. La sanción tuvo lugar en junio de 2024, por lo que ya se ha cumplido la mitad.

Según la resolución del expediente administrativo que abrió la Universidad, a la que ha tenido acceso este periódico, el profesor incurrió en una falta disciplinaria muy grave: “Puede considerarse probada la existencia de violencia psicológica (…) de forma reiterada y prolongada en el tiempo, ejercida desde una posición de poder, tanto jerárquica como psicológica” que ha supuesto “un riesgo para su salud” [de la demandante, compañera de facultad y expareja del profesor].

La resolución, de 82 páginas, está apoyada en el testimonio de 34 personas del departamento que declararon en el proceso, sin contar a denunciante y denunciado. “Puede apreciarse coincidencia en lo que relatan estos testigos, pese a que muchos no se conocían entre sí”, destaca el expediente.

La defensa legal de F. J. M. T. ha explicado a este diario que nada de lo que se refleja en la resolución es cierto porque –aduce– se basa en testimonios “interesados” a los que no da validez. Critica el letrado que, pese a que 34 personas declararon durante el proceso, la UAM solo cita en la resolución a 15 –entre ellos la hija de la víctima y una psicóloga que fue desestimada previamente por un juzgado por no tener un título válido– y se omitan los otros 19, que según el abogado, son a favor del profesor sancionado y además corresponden a las personas más cercanas al caso. “Es una atrocidad jurídica”, sostiene el abogado Alejandro García, del bufete Socilegal, que cree que la rectora de la UAM, Amaya Mendikoetxea, “presuntamente prevarica”.

El profesor recurrió la decisión de la Universidad, y su letrado ha esgrimido todos estos argumentos este pasado martes ante el juez. También ha citado a tres profesoras de la facultad, que han testificado que no observaron ningún maltrato de F. J. M. T. a la demandante en la universidad. El abogado ha pedido también la revocación de la suspensión porque un juzgado de violencia sobre la mujer evaluó y desestimó el caso, acto jurídico que impediría, según su versión, que luego lo investigase administrativamente en la universidad, como sucedió. Según la defensa, “no consta perjuicio” laboral a la demandante, que siguió publicando, y “se ha conculcado su presunción de inocencia”.

El letrado de la UAM ha replicado que los hechos juzgados por el juzgado de violencia sobre la mujer n.º 9 de Madrid responden a diferentes tipos penales de los evaluados por la universidad, por lo que el argumento de la defensa no se sostendría, y ha defendido que la sanción está bien puesta e incluso ha recordado que dos años son la parte baja de la horquilla para las faltas muy graves contempladas en el Estatuto del Trabajador (Trebep), que contempla hasta seis años de inhabilitación. El juicio quedó visto para sentencia.

F. J. M. T. es profesor en la Facultad de Formación del Profesorado de la Universidad Autónoma de Madrid y está considerado en el sector como un referente de la justicia social, con gran predicamento también en América Latina. Es autor de más de un centenar de publicaciones académicas, entre ellas alguna de las más relevantes y que más impacto han causado sobre segregación escolar.

Se ha creado un entorno hostil”

El proceso realizado por la Universidad da por “demostrada la posición de poder jerárquico y personal del denunciado sobre la denunciante”, “una auténtica relación de superioridad material que se manifestaba en distintas formas de control y dominio”. “Se ha creado un entorno hostil o humillante” para la víctima, describe, “incluso unos ambientes laborales inadecuados (tóxicos desde un punto de vista psicosocial)”. F. J. M. T. y la profesora mantuvieron una relación sentimental durante casi diez años, según admiten ambas partes.

La víctima relató en su denuncia que la situación de “acoso, menosprecio y desprecio” le llevó a coger una baja laboral con parte de psiquiatría y tratamiento psicológico, además de sufrir taquicardias. El expediente recoge emails enviados por F. J. M. T. a la profesora una vez se cortó la relación con expresiones como “solo queda una profunda repugnancia (…) un profundo asco personal y profesional” o “asco, brutal y absoluto. Repugnancia”.

La Universidad vio en la denuncia de la profesora elementos suficientes como para elevar el caso a un Juzgado de Violencia sobre la Mujer. Pero este lo desestimó por falta de pruebas, archivo que ratificó la Audiencia Provincial de Madrid poco después.

La defensa de F. J. M. T. sostiene mediante la conversación de su abogado con este diario que nada de lo que relata el expediente es cierto porque “no se corrobora el hipotético prejuicio profesional” que dijo sufrir la denunciante, según estableció la Audiencia Provincial en su auto al revisar el caso de presunta violencia machista. Y esa decisión del juzgado, arguye su defensa, no atañe solo al posible caso de violencia sobre la mujer que llevó a la Universidad a elevar el caso a la justicia, sino a todos los posibles elementos de la situación.

La jueza explicó entonces que “no aparece debidamente justificada la perpetración del delito”, y arguye que “las manifestaciones de la denunciante carecen de algún tipo de corroboración periférica que las avale (…), no se han aportado mensajes que contengan amenazas, no existen testigos o partes médicos que avalen la versión de la denunciante en cuanto a la presunta agresión física sufrida en su despacho (…) ni tampoco del supuesto maltrato recibido”.

Carácter jerárquico, vertical y autoritario”

El expediente elaborado por la UAM consta de 82 páginas y dibuja un panorama en el que F. J. M. T. hacía y deshacía a su antojo en su entorno y con casi todas las personas que colaboraban con el área de la Facultad de Formación del Profesorado en la que trabajaba, en diferentes revistas, grupos de investigación o la cátedra de la que era responsable.

F. J. M. T. “mantenía una dinámica laboral con su entorno más directo (…) de carácter jerárquico, vertical y autoritario. En esa dinámica laboral, como ha quedado acreditado a través de diversas testificales, el cuestionamiento o la oposición era fuertemente contestado por él, a través de represalias como la exclusión o el apartamiento de tareas y responsabilidades dentro del área o esas instituciones vinculadas a ella”, dice el documento.

“El acoso al que el profesor F. J. M. T. ha venido ejerciendo sobre mi persona ha sido tanto a nivel personal como laboral, lo que ha atentado contra mi dignidad como persona y como profesional, creando un entorno intimidatorio y de miedo, que ha causado enormes secuelas psicológicas y físicas”, arranca la denuncia de la víctima.

Ambos se conocieron en la Facultad de Formación del Profesorado y Educación y pronto empezaron a colaborar en diferentes grupos de investigación o incluso crearon uno. Al poco, relata la denunciante, empezaron una relación personal que llevó a la profesora a separarse de su marido con la intención de casarse con F. J. M. T. Ahí cambió el profesor, cuenta ella.

“Una vez que dejé mi vivienda familiar empiezan a aparecer conductas que se muestran intimidantes, vejatorias y de chantaje emocional y profesional”, relata, siempre según la resolución de la UAM. “La situación de acoso ha consistido en evitar mi crecimiento profesional”, añade.

Algunas personas que han tratado con F. J. M. T. describen su manera de relacionarse con las mujeres como la de un seductor. “Sutil” en la fase de aproximación, “despiadado” después, según el relato de la víctima y en la que –desde sus experiencias personales– coinciden otros testigos que han participado en el proceso contra el profesor.

La profesora que denunció sufrió una doble cara, sostiene. Cuando, después de casi diez años de relación, juntó el valor para salir de ella, F. J. M. T. “se enfurece”. “El abandono del despacho y de la relación personal motiva su ira y me echa de todo lo que de él depende”, relata la víctima.

Y enumera: dejó de ser secretaria académica de la cátedra, directora de la revista de investigación en educación para la justicia social, deja de participar en las tareas de I+D+i del grupo en el que F. J. M. T. es el investigador principal, dejó de ser convocada a diferentes reuniones. Fue excluida de las listas de distribución y comunicación de los diferentes grupos, pese a que al menos formalmente mantenía algunos cargos. La víctima llegó a escribir a una compañera: “Hasta septiembre no tengo tarea”. Era marzo.

La defensa de F. J. M. T. sostiene que esto es falso. Que fue él quien cortó la relación y que, por tanto, no puede actuar desde el rencor. Que desde entonces vio cómo la mujer le denunciaba ante el juzgado de violencia de género, luego recurría ante la Audiencia Provincial y finalmente ponía una denuncia porque encontró un dispositivo en su vehículo que creyó era de seguimiento, pero resultó ser un aparato que utiliza un restaurante de un mercado de Madrid para avisar a sus clientes de que la comida está lista, según constató la policía.

“Hemos llegado hasta aquí por ánimo de venganza. F. J. M. T. hacía el trabajo de la denunciante y cuando la relación se rompe ella habla de acoso, de que se le excluye. Llevaba muy mal no estar con él y las expectativas incumplidas [vitales, como el supuesto matrimonio que iban a celebrar]”, afirmó en la vista.

Una minusvaloración constante”

El relato de la profesora también incluye diferentes episodios que conforman una “minusvaloración constante”, un “aislamiento profesional” y una “exclusión” por parte de F. J. M. T., que incluyó “insultos y menosprecios reiterados” (por escrito también) o humillaciones públicas.

La denuncia, confirmada por declaraciones de otros testigos de acuerdo con la resolución universitaria, habla de “comportamientos discriminatorios y excluyentes” por sacar a la profesora de todos los grupos en los que participaba, de obviar las obligaciones que tenía con ella cuando fue Directora de Departamento, de dejarla fuera de citas o congresos, así como de ridiculizar intervenciones en los grupos de trabajo, “habiendo muchos testigos de su maltrato y de mis lágrimas en las reuniones”, denunció la profesora.

La sanción a F. J. M. T. no se basa solo en el testimonio de la afectada. Varios compañeros de ambos en la facultad corroboraron que la víctima “no era una persona libre para tomar sus propias decisiones”, que “se estaba utilizando la relación profesional como una llave para el otro uso”, “que esa otra persona [F. J. M. T.] la utilizaba instrumentalmente para conseguir sus fines” o “que la profesora vive una situación de mucha angustia”, según recoge la resolución.

Y entra en esta cuestión con detalle. El expediente recoge que “del material probatorio (…) se desprende de modo patente que la conducta continuada del denunciado ha afectado negativamente a la denunciante de modo intenso en el plano anímico y personal”.

La propia afectada habla de “secuelas muy serias” y según su versión ha pasado de no tomar pastillas a necesitar dos para la hipertensión y ansiolíticos a diario.

Diferentes testimonios, entre ellos el de la hija de la víctima, hablan de que la profesora sufría “mucha ansiedad, miedos, pesadillas, ha tenido problemas con la comida”.

La defensa de F. J. M. T. puso en cuestión la veracidad de algunas declaraciones durante el proceso, cuestionamiento que aborda –y rechaza– el expediente de la Universidad porque las actitudes de F. J. M. T., sostiene, iban más allá de la profesora específica. “Varias testificales han revelado comportamientos similares del denunciado hacia algunas personas que han formado parte (…) del área [en el que trabajaban ambos] o algunas de las instituciones vinculadas a ella en las que F. J. M. T. era investigador principal”.

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