Sobre el papel es un humedal de importancia internacional, pero lo que no tiene es agua. El parque nacional de las Tablas de Daimiel necesita dos inyecciones anuales de líquido para mantener un mínimo de agua que impida que arda su subsuelo y los ecosistemas desaparezcan. La última apertura de pozos para bombear fue aprobada este miércoles: solo 24 de sus 1.700 hectáreas permanecen encharcadas y eso gracias a las presas que retienen el escaso volumen de agua que llega por el río Guadiana.
Esta será la cuarta vez en dos años que se abran los 27 pozos de emergencia que captan agua profunda del acuífero creados en 2009. El sistema se utilizó por primera vez en marzo de 2020 cuando se contaban 70 hectáreas inundadas. Volvió a bombearse agua en octubre de ese año ya que la superficie encharcada había caído a las 36 hectáreas. En mayo de 2021, había 220 hectáreas húmedas y se inyectó agua a un ritmo de un metro cúbico por segundo durante ocho horas y en diez días. El verano de 2021, época no solo de mayor sequedad sino de mayor consumo de agua de riego, está terminando con solo 24 hectáreas inundadas.
La medida apenas servirá para crear un mínimo refugio donde las aves pasen el invierno, poco más. “Se trata de crear una lámina de agua y evitar la autocombustión del paquete de turbas del parque”, reconocen en el Ministerio de Transición Ecológica.
El Plan Rector del parque nacional establece un “objetivo mínimo” de 1.400 hectáreas inundadas a principios de la primavera y “de 600 hectáreas al final del verano”. Muy lejos de la realidad que muestran las Tablas en cada estación. El Plan también indica que “se promoverá la restauración del funcionamiento hidrológico natural del Alto Guadiana con el objetivo de garantizar los aportes hídricos necesarios para la conservación del parque nacional”.
Porque, más allá de la escasez o abundancia de lluvias, la clave de la desecación de las Tablas hay que buscarla bajo tierra: el acuífero que debería nutrir a la “llanura de inundación”, como se define este humedal, mediante los ríos Guadiana y Cigüela está cada vez más vacío a base de extraerle líquido para alimentar los campos de regadío. No es un problema sobrevenido, la declaración de sobrexplotación data de 1987. Estos bombeos ya recurrentes son un último recurso, no una solución.
Tras el anuncio de la apertura de los pozos de emergencia, los grupos ecologistas volvieron a recordar que la situación crítica de las Tablas “no es por la sequía sino por el desmadre agrario”. El portavoz de Ecologistas en Acción en el patronato del parque, Rafael Gosalvez, insiste en que este bombeo “es una medida de UCI: no quieren que ardan las turberas del parque, pero ni recupera el acuífero ni encharca”. Gosalvez analiza que, si se quiere mantener las Tablas de Daimiel, “hace falta una reconversión del sector y cuanto más se tarde en abordarlo será peor”.
Esa reconversión consiste, básicamente, en la reducción del regadío. ¿Cuánto? El plan hidrológico 2022-2027 de la Confederación del Guadiana ha puesto números concretos: en el Alto Guadiana, donde se ubican los acuíferos de cuya agua depende Daimiel, se consumen, de media, 572 hectómetros cúbicos al año para el regadío.
Para cumplir la normativa europea que exige que se recupere el estado de las masas de agua en riesgo como las Tablas de Daimiel hace falta una “aplicación rigurosa de los programas de actuación”, dice el documento pendiente de aprobación definitiva. Eso implica “la consecuente limitación de extracciones al recurso disponible”, dice el plan. En resumen: el consumo deberá ser, si se pretende cumplir, “considerablemente menor”. Concretamente, un 40% menos de lo actual en el Alto Guadiana. Significa 227 hm3 menos cada curso. Mucha agua.
“Eso va a tener consecuencia graves desde el punto de vista socioeconómico porque es una reducción drástica del regadío”, admite Gosalvez. “No sabemos si la Junta de Castilla-La Mancha [la competente en materia agraria] estará dispuesta a cumplir”.
Hace una semana, el secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán, incidía sobre este asunto al afirmar que “refugiarse en modelos del pasado no solo no beneficia al país sino que nos lleva a una situación peor”, al tiempo que admitía que harán falta “medidas de acompañamiento”. En todo caso, Morán avanzó que hay que “reconsiderar alguno de los usos del agua en relación con la necesidad de minorar las presiones ejercidas en estos espacios”.