Dentro del teléfono de apoyo psicológico ante el coronavirus: ancianos solos, padres de adolescentes difíciles y adictos al juego
A los pocos minutos, una voz al otro lado pide con tono dulce que nos identifiquemos con un nombre y la ciudad desde la que llamamos. La que descuelga es una de las 44 psicólogas que el Ministerio de Sanidad, en colaboración con el Consejo General de la Psicología en España, ha contratado para apoyar a la población afectada por la crisis del coronavirus. El tiempo de la llamada, asegura, no tiene límite y en caso necesario se procederá a un seguimiento con la misma profesional si así lo solicita el paciente.
Este servicio se inauguró hace casi dos semanas y recibe una media de 300 llamadas al día, informa a eldiario.es su responsable, la catedrática de Psicología Clínica de la Complutense María Paz García Vera. Existen tres líneas dependiendo de la atención psicológica que necesite el interlocutor: una de familiares de enfermos o fallecidos, otra para profesionales sanitarios o fuerzas y cuerpos de seguridad y, por último, un número genérico para dificultades derivadas del confinamiento.
“Surgió la idea en el Ministerio de Sanidad, que contactó al Consejo (que aúna todos los colegios de psicólogos de España) para cubrir un hueco al que no llega el sistema nacional de salud, donde la presencia de profesionales de la salud mental es irrisoria e insuficiente”, piensa la coordinadora. “Nunca nos enfrentamos a una situación que mantenga a la gente aislada y el contacto es su principal medio de apoyo. Los efectos del confinamiento están teniendo repercusiones enormes”, garantiza.
El personal acude por tandas a una centralita en la que trabajan codo con codo para analizar ciertos casos y garantizar un seguimiento entre dos o más psicólogos. Junto a ellos, tres jefes de sala que buscan información rápida y útil o contactan con otros servicios como el 112 o el 016 (teléfono contra la violencia machista) para colaborar de forma conjunta. Pero, ¿quién hace uso de la tercera línea?
“Hay mucha gente que se siente culpable de no poder estar con sus padres o abuelos que viven solos y nos piden que les llamemos”, cuenta García Vera. Este es el caso que más le conmueve, puesto que son personas preocupadas por la salud mental de otras y que les brindan ayuda de forma altruista: “Al final, reconocen muchas cosas que a sus familiares no les cuentan por no preocuparles y les notamos aliviados”.
Por otra parte, Paz y su equipo están asistiendo a una consecuencia obvia, pero que si no se ataja puede convertir la cuarentena en un infierno: convivencias difíciles y padres desesperados con sus hijos adolescentes que llaman para buscar consejo. “A veces son problemas de conducta típicos, y otras se agudizan y derivan en violencia intrafamiliar o contra sus padres”, explica la catedrática.
La experta confirma que este tipo de llamadas copan la línea de atención genérica y recuerda que las características del confinamiento cambian mucho y son clave para sobrellevar el estado de alarma: “Hay gente que vive en casas muy pequeñas, que ni siquiera tiene luz o que se lleva fatal con sus familias”. En casos poco extremos, la psicóloga recomienda aprovechar la oportunidad para mejorar la comunicación con los nuestros: “Hay padres que tienen que aprender a escuchar a sus hijos, a no juzgar y a interesarse por otras cosas de su vida aparte de si recogen la habitación o no hacen la cama”, considera.
Por último, existen las llamadas “situaciones de crisis”, a las que también se han enfrentado los psicólogos en estas dos semanas. En ocasiones, son un reflejo del estrés o de la soledad que dan lugar a otras manifestaciones como adicción al juego. De hecho, el Gobierno prohibió la publicidad del juego online durante el confinamiento (menos en la madrugada) porque observó un aumento inusual de conexiones a estas páginas web.
En casos desesperados, las “crisis” derivan en conductas suicidas que también están atendiendo los psicólogos del Consejo: “Al día hay cuatro o cinco llamadas, pero no las consideraría consecuencia directa del coronavirus. El suicidio es un problema de salud mental muy común en nuestra sociedad, aunque sea tabú”. ¿Y por qué acuden a este número? “En estas situaciones, buscas a alguien que te escuche y, si el teléfono normal al que sueles llamar está colapsado, no es raro que usen el nuestro”, piensa.
Aunque hay personas que les piden una segunda consulta, María Paz García Vera reconoce que el suyo “es un teléfono de atención psicológica breve”. Normalmente, atienden la preocupación del paciente en el momento, ya sea dando pautas para hablar a un niño de la muerte o informando de iniciativas ciudadanas para combatir la soledad, y pasan al siguiente. Eso sí, siempre con el aval de expertos en traumas de gran envergadura que enseñan “a manejar las emociones y a dirigir ese autodiálogo interno que a veces se vuelve catastrofista”.
“Lo predecible es que haya bastante gente con consecuencias psicológicas, pero no hay que alarmarse demasiado porque la capacidad del ser humano de adaptarse a estas situaciones traumáticas es altísima”, piensa García Vera. Sin embargo, defiende que haya un seguimiento planificado para el que harán falta más profesionales en el sistema nacional de salud porque “no todo el mundo puede permitirse una consulta privada”.
Maribel (nombre ficticio), psicóloga profesional, atiende ambas ramas: en un centro de salud mental con adolescentes enfermos durante el día, y con consultas privadas el resto de la jornada. En su opinión, “hay que tener mucho cuidado con esos teléfonos de apoyo y consulta porque la mente humana es tan frágil que no se la puede dejar a la deriva en estos momentos”. Por eso aplaude iniciativas como la del Ministerio de Sanidad, que certifican que todos sus trabajadores son psicólogos clínicos, y alerta de las que funcionan con voluntarios sin formación o con estudiantes.
“En una situación desbordada como la actual, parece que toda mano es buena, pero depende mucho de la necesidad de la llamada. No es lo mismo una escucha puntual que alguien que necesita intervención psicológica urgente”, piensa Maribel. Ella, por su parte, mantiene de forma telemática todas sus consultas anteriores y de momento no ha percibido crisis derivadas del confinamiento.
“Es distinto con gente que ya está en tratamiento, que es consciente de un problema y que acude porque sufre por algo, porque tienen recursos”, distingue, y pone el foco en quienes están en primera línea y aguantan por la presión: “Los sanitarios van a necesitar un apoyo enorme después de esto y lo notaremos cuando volvamos poquito a poco a la vida normal y se permitan explotar”, piensa la psicóloga.
Una preocupación que recoge María Paz García Vera y que compara con un caso que ha estudiado mucho: el shock post traumático del 11-S. “Los médicos, enfermeros o bomberos, cuando son intervinientes y víctimas a la vez, tienen unas consecuencias psicopatológicas tremendas. Están en tanto peligro como la gente a la que atienden, enfrentan a sus familias a él y tienen una carga emocional y de estrés inusual”, cree.
Para ellos han abierto la segunda línea, pero sabe que no es suficiente. Que, cuando pase lo peor, habrá que diseñar una estrategia pública a nivel nacional para atender la salud mental de los que hoy salvan la integridad del resto.
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