Tener los océanos más recalentados que nunca trae sus consecuencias. La temporada de huracanes en 2024 tiene muchas probabilidades de ser “extremadamente activa”, con un 57% más de huracanes y casi el doble de energía acumulada, según la previsión recientemente publicada por la Universidad Estatal de Colorado (CSU).
Los cálculos de este equipo van en la misma dirección que los que hizo hace unas semanas el Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Medio Plazo (Ecmwf) que ha previsto nueve huracanes antes del final del próximo septiembre. Ambos equipos indican que detrás de esta posibilidad están, sobre todo, el cambio del fenómeno de El Niño a La Niña y la temperatura –extremadamente alta– de la superficie del mar.
“Anticipamos una alta probabilidad –por encima de la media– de que grandes huracanes toquen la costa de América del Norte y el Caribe”, auguran los técnicos de la Universidad de Colorado. Su estimación es que pueda llegarse a 23 tormentas tropicales, cuando el promedio está en 14, con hasta 11 huracanes (la media es siete) y cinco grandes huracanes (el promedio está en tres). Otro parámetro técnico que subraya este análisis es la energía ciclónica acumulada (ACE), que de un valor medio de 123 pasaría a otro de 210.
La explicación y relación entre el calentamiento global –consecuencia de las emisiones masivas de gases de efecto invernadero– y estos fenómenos extremos y superdestructivos si tocan tierra se relata así en el documento: “La temperatura de la superficie del mar en el Atlántico central y occidental están, actualmente, en niveles récord y se prevé que permanezcan por encima de la media durante la temporada de huracanes”. Eso “provee”, abunda, un ambiente propicio “para la formación e intensificación” de estas tormentas.
A medida que las tormentas van viajando por el océano van captando más vapor de agua y calor. Si ese océano está más caliente (como demuestran los registros de temperatura de la superficie marina), se incrementa la evaporación y el trasvase de calor desde ese océano (que ha tragado gran cantidad de lo atrapado por los gases de efecto invernadero) hacia el aire. En resumen: el mar más caliente ceba las tormentas que, a partir de cierto nivel de intensidad, llamamos huracanes.
Más de un año en máximos
Y lo que está ocurriendo hoy en el mar es que no para de acumular más y más energía térmica. El Climate Analyzer de la Universidad de Maine muestra la temperatura diaria de los océanos. Basta con observar su gráfica para comprobar que, para el pasado 8 de abril, en el Atlántico norte se marcaba 20,4ºC. ¿Es mucho? Se trata de la temperatura más alta en esa fecha del año desde, al menos, 1981 que es cuando comienza su serie de datos.
De hecho, es una tendencia que dura más de un año. Cuando alrededor del 7 de marzo de 2023 las temperaturas del Atlántico norte dejaron atrás los registros de 2022 y 2021, ya no dejaron de marcar constantemente el pico máximo medido.
Para el mes de abril de 2023, la gráfica hacía afirmar a los meteorólogos que se estaba entrando en terreno desconocido. Desde entonces, la línea de temperaturas siempre ha estado en el máximo medido. Y en 2024 está pasando lo mismo: todos los registros diarios marcan un nuevo récord para esa fecha. Un récord diario a diario.
El investigador de Escuela de Ciencias Marinas, Atmosféricas y Planetarias de la Universidad de Miami, Brian McNoldy, ha subrayado a este respecto que “llevamos 400 días consecutivos batiendo el récord de temperaturas oceánicas en el Atlántico norte”. De hecho, la cantidad actual de calor oceánico acumulado en la zona tropical del Atlántico está tres meses adelantada a lo normal (con toda la energía térmica que aún va a almacenar el agua durante esos 90 días por venir).
Que no es una cosa puntual lo demuestra que durante el año pasado, los océanos del mundo absorbieron más calor de lo que nunca habían hecho antes. Unos 464 zetajulios (unos 16 zj más que el año previo). Es un eslabón más en la cadena continua de recalentamiento del mar, según esta revisión anual.
El cóctel ciclónico está preparado
Estos científicos recuerdan que este fenómeno “altera de circulación oceánica, reduce el nivel de oxígeno en el agua, funde el hielo marino, desata olas de calor marino y, también, intensifica las tormentas”.
Porque el agua más caliente aporta más energía al huracán y, aunque la temperatura del océano no es la única variable que influye en la formación de ciclones, sí es parte fundamental de su combustible.
La Agencia Atmosférica y Oceánica de EEUU, la NOAA, confirmó hace unos años que el calentamiento de la Tierra ha incrementado un 8% cada década la probabilidad de que un huracán llegue a categoría 3 o superior (los más fuertes con vientos por encima de los 180 km/h).
Además, al tener más combustible ciclónico dentro, los huracanes conservan más energía y durante más tiempo cuando tocan tierra (cuando son más peligrosos para los humanos). Anteriormente, un huracán tipo perdía el 75% de su intensidad en el primer día que tocaba tierra al acabar la década de los años 60. Actualmente disminuye solo un 50%. Eso le da más fuerza y más tiempo para destruir.
El documento de la CSU también indica que una previsión tan temprana tiene sus debilidades, pero que, en esta ocasión tienen “más confianza de lo habitual para esta época del año” debido a “cómo se están dando las condiciones favorables para los huracanes”. Esto ha hecho que el centro haya hecho su previsión más agresiva en 30 años de informes.