“Hay compañeras que al presentarse como personas trans les dicen 'no lo pareces' con una sonrisa que significa 'bien hecho, buen trabajo'. En ese sentido, implica un premio pero porque la normalización siempre se premia y la disidencia se castiga”. La activista y escritora Alana Portero está hablando del passing, un término que se utiliza para referirse a cuando no se nota que una persona es trans, es decir, cuando alguien no se plantea que la persona que tiene delante ha hecho una transición.
Para el sociólogo y también activista Miquel Missé, “el passing es una estrategia de supervivencia en una sociedad que es tránsfoba. Por eso tiene mucho sentido que la gente quiera pasar desapercibida, porque ser visiblemente trans es hostil”. Según explica, “en una sociedad muy rígida y muy binaria, el passing es la clave para tener éxito social, encontrar trabajo, pareja y para no ser agredidos en espacios públicos”.
Frente a este posible horizonte de violencias, el passing funciona como una “adecuación al canon de género capitalista, imperialista, colonial, blanco y eurocentrista” que impera en nuestra sociedad “para evitar fricciones en tu vida diaria”, cuenta Portero. La poeta matiza que “en el fondo es como una renuncia estética a tu propia identidad como persona trans”.
Sofia Bengoetxea trabaja en Generem, asociación de personas trans de Barcelona, y apunta que el passing “es casi una exigencia. Tienes que ser 'pasable' y cuando lo consigues es una victoria”. Tal y como expone, que no se note que seas trans tiene una doble vertiente: “Por un lado, es algo que deseamos porque te convierte en invisible, te normaliza y te proporciona confort. Piensas que 'como ya no parezco trans, no me insultarán'. Hace que nadie se gire por la calle a mirarte y te aleja del miedo. Por otro lado, tiene una parte oscura que es el esfuerzo que hay que hacer, como cirugías, tratamientos de belleza, hormonas… y eso a veces nos provoca sufrimiento”.
La dificultad de conseguir un empleo
“Cuanto te presentas con una expresión de género que no corresponde al cuerpo que la gente ve, estás desafiando un montón de cosas. Al principio de mi transición, en una entrevista de trabajo para estar de cara al público me dijeron que no podían tener una persona como yo. El no tener passing provoca un detenimiento de las cosas a tu alrededor, una hipervigilancia tremenda”, incide Portero.
En esto también coincide la periodista y escritora Valeria Vegas, que acaba de publicar el libro Vestidas de azul (Dos Bigotes), un análisis sobre cómo la sociedad y el cine veía a la mujer transexual durante la Transición. ¿Está mejor aceptada una mujer trans que no parece que lo sea? “Totalmente. Esa es la trampa del passing, que tiene ese punto de 'te acepto pero porque cumples ciertos requisitos'. Para una mujer trans el passing es imprescindible. Te va a facilitar la vida muchísimo. Ser visiblemente trans es menos condenable que hace 30 años pero sigue siendo una condena”.
Como señalan ambas escritoras, el hecho de que se note que eres trans complica el acceso al mercado laboral. Así lo confirma Mané Fernández, vicepresidente de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB): “Conocemos muchos casos de personas que han sido discriminadas en una primera entrevista para poder conseguir un puesto de trabajo por como han leído su identidad”. Fernández remarca que está situación de rechazo afecta sobre todo a las mujeres trans: “Si creen o están seguros de que están ante una mujer trans, la segunda entrevista no la vas a tener. Por eso es necesaria una Ley LGTBI estatal para condenar estas situaciones y educar”.
A falta de datos oficiales del INE, la tasa de desempleo en las personas trans se sitúa en el 85%, según datos de la FELGTB de principios de 2019. La cifra es notablemente más alta que la que aportó un informe de la Universidad de Málaga de 2012, que señaló que el paro en las personas trans era del 37%. Como contrapunto positivo, Bengoetxea revela que están detectando que las personas que inician un proceso de transición teniendo ya un contrato de trabajo “conservan el empleo, porque de entrada nadie te despediría por razones de género”.
La medicina tiene mucho que decir
Tal y como apunta Portero, el propio sistema pone a disposición “todos sus dispositivos médicos, clínicos y estéticos para alcanzar ese estado de desaparición y de poder mezclarte con el mundo sin que nadie te señale como trans”. En su libro A la conquista del cuerpo equivocado (Egales), Missé pone de manifiesto cómo la sociedad es partícipe de ese discurso: “Las cirugías de las personas trans se reivindican, se celebran y se aplauden. La gente que quiere ser amable entiende que para apoyarte tiene que mostrarse favorable a que te operes, cuanto antes mejor, adónde hay que ir…”.
En este sentido no es de extrañar que, en palabras de Bengoetxea, los y las usuarias de Generem muestren preocupación respecto a tener un buen passing: “Las preguntas sobre dónde puedo ir a depilarme, dónde puedo encontrar cirugía plástica, si es mejor operarse en España o en Tailandia, si yo tomo este estrógeno y yo este otro con otra dosis… están constantemente en la boca de la gente”. Como subraya Missé, “la medicina ha propuesto soluciones individuales muy atractivas” y anota que existen “muchas tecnologías de la vida cotidiana que no son quirúrgicas y que se usan para esconder o simular el cuerpo” y destaca “desde el binder en los hombres a las prótesis de pecho en las mujeres”.
La medicina es “el gran dispositivo de control de los cuerpos trans”, argumenta Portero que recalca que “hay personas que no tienen necesidad ni de hormonarse ni de operarse y ni dejan de ser trans ni son menos trans ni sus identidades de género tienen que ponerse en duda jamás. El problema es que cuando no quieres o no necesitas de estas cuestiones no tienes identidad legal”. La escritora se refiere a la Ley 3/2007 que establece que si una persona trans quiere cambiar su nombre en el registro civil debe llevar dos años de tratamiento hormonal y disponer de un informe médico o clínico que pruebe que tiene disforia de género. “Y, por supuesto, la clase social también influye”, añade Portero. “Si puedes gastarte 150.000 o 100.000 euros en tu cuerpo pues te aseguro que passing vas a tener. Te pongo mi caso. Necesito tratamiento, cirugías, etcétera y son cuestiones que yo no me puedo pagar. No me pienso amargar la existencia”, aclara.
El movimiento trans ha tenido como principales demandas el cambio de nombre en el DNI y los tratamientos de modificación corporal, “dos demandas muy relacionadas con el passing” comenta Missé, que explica que “las instituciones han hecho propuestas políticas” atendiendo estas peticiones. “Me parece muy significativo que nos escuchen cuando pedimos que queremos tener existencias más de acuerdo a un sistema social binario y que no haya políticas públicas cuando pedimos un imaginario de cuerpos diversos”, evidencia. ¿Por qué este interés desde las instituciones por promover el que no se note que seas trans? El activista lo tiene claro: “El sistema para mantenerse inalterable es capaz de asimilarlo todo. La gente trans puede entrar en él siempre que no modifique el binarismo”.
¿Qué hacer con el passing?
passing“Es complicado”, empieza Portero. “Hay un discurso que defiende la no necesidad [de tenerlo] si los esfuerzos son excesivos pero, siguiendo una idea de Judith Butler, el passing también hay que entenderlo como una manera de hacer nuestras vidas habitables. La sociedad tiene mucho que decir respecto a tu género. Tienes que vivir, que salir a comprar el pan, que encontrar un trabajo y a nadie se le puede culpar por querer desarrollar una vida con tranquilidad”, plantea.
Sin embargo, como señala Missé, la idea más “problemática” se da “cuando decimos que lo mejor que pueden hacer las personas trans es pasar desapercibidas”. Además, sigue, el passing “no es la solución” ya que funciona para una minoría: “¿Qué hacemos con todas las personas que no lo tienen por mucho que se esfuercen? Ahora mismo tenerlo es probablemente el único lugar seguro cuando eres una persona trans. Hemos de alimentar visiones críticas. Nuestra labor como activistas es que hayan otras formas de empoderamiento que no pasen estrictamente a través de él”.
Bengoetxea, por su parte, remarca la importancia de trabajar la mirada social: “Hay una discusión ideológica entre grupos trans para no hacerlo la razón de nuestra vida. ¿Todas las mujeres trans tenemos que tener pechos? ¿Y todos los hombres trans tienen que no tener? ¿Quién define estos criterios? Tenemos que cambiar el modelo de cuerpos”. Hasta que eso suceda, concluye Portero, “hay que seguir el passing o no en función de las fuerzas y necesidades de cada una. ¿Qué hacer con él? Ojalá no fuese necesario y que respondiese a los deseos de cada persona sin que esto supusiese un castigo o un premio”.