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Las 'falsas' terrazas cerradas son tan peligrosas para los contagios de coronavirus como estar en interiores

Marta Borraz

28 de noviembre de 2020 21:49 h

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El mantra de fomentar la actividad en exterior como medida de control de la pandemia se complica con el invierno a la vista. Comienzan los meses más fríos y bares y restaurantes empiezan a intentar adaptarse a la lluvia y las bajas temperaturas para maximizar el consumo al aire libre. No solo ocurre en España; en todos los países la hostelería está en plena búsqueda de alternativas, pero ¿todo vale para alargar el 'terraceo'? Los expertos advierten de la instalación de un tipo de terraza que, en la práctica, implica estar en un interior, donde el virus se expande más. Son las que están cerradas por tres o incluso cuatro lados, en las que se impide la circulación del aire y que, ante las fuertes restricciones que vive la hostelería, tienen riesgo de proliferar.

“Cuando decimos restaurantes o bares en el exterior tenemos que tomárnoslo al pie de la letra y evitar esas terrazas cerradas completamente porque no corre el aire y la estancia no se ventila. Son como interiores”, resume Fernando García, epidemiólogo y miembro de la Asociación Madrileña de Salud Pública. Es decir, en este tipo de espacios, las normas de aforo y recomendaciones a aplicar deben ser las que rigen para el interior de la hostelería y que dependen de las comunidades. Muchas la mantienen a día de hoy cerrada, pero en otras las medidas van desde la prohibición del consumo dentro y el 50% de aforo en terrazas de Aragón al 30% en ambos espacios con el que ha abierto su hostelería Catalunya o al 50% en interior y 70% en exterior de Madrid.

Las advertencias de los especialistas han arreciado con la llegada del frío más intenso, pero no hay directrices oficiales al respecto. De momento, la única referencia está en el borrador que el Gobierno pasó a las comunidades esta semana para planificar la Navidad y que todavía no ha sido aprobado. Las propuestas sobre el fomento de exteriores durante las fiestas son constantes a lo largo del texto y, en el caso de bares y restaurantes, el documento remarca que las terrazas se considerarán zonas exteriores “siempre que tengan un máximo de dos paredes, muros o paramentos, siendo este un requisito para permitir la libre circulación del aire”.

Es, de hecho, lo que rige en la 'ley antitabaco' de 2010, que entiende en el ámbito de la hostelería por espacio al aire libre “todo espacio no cubierto” o como máximo rodeado por dos paredes. “Cuanto más abiertos y más ventilados estén, mejor. Tenemos que asumir que van a ser unos meses y unas navidades bastante anómalas, pero debemos priorizar los exteriores”, reitera Andrea Burón, vicepresidenta de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS) y portavoz de la Sociedad Española de Epidemiología.

“Sacrificar la comodidad”

El debate también se está dando en otros países, algunos mucho más fríos que España. Nueva York, paradigma del uso de exteriores durante el verano, ha decretado permanente su iniciativa Open Restaurants (Restaurantes Abiertos), a los que permite ocupar espacios exteriores, por ejemplo, en calles cerradas al tráfico. A partir de ahora, podrán instalar cerramientos y carpas para que los comensales estén más calientes, pero al menos el 50% de la superficie debe permanecer abierta. En caso de que se cierren del todo, no se considerará espacio al aire libre y los límites de aforo y normas serán los del interior. Lo mismo ocurre en Chicago, que acaba de publicar unas directrices oficiales. Ambos lugares permiten, además, comidas y cenas en domos o iglúes individuales con “una ventilación adecuada para permitir la circulación del aire”. No obstante, está por ver qué recorrido tiene esta alternativa, que algunas autoridades sanitarias en países como Canadá han obligado a retirar.

Ampliar las plazas de comensales suena a alivio para el sector, muy afectado por las restricciones, pero lo que está claro, advierten los expertos, es que los cerramientos de terrazas no son equiparables a un exterior. Desde la patronal Hostelería de España apuntan a la “situación ruinosa” que atraviesan “sin que se haya producido ninguna medida compensatoria” e instan “al cumplimiento de la normativa”. En todo caso, la organización considera que en estos momentos “resulta difícil” para las empresas invertir en soluciones “sin tener la certidumbre por parte de las administraciones de la efectividad de las medidas y la garantía del mantenimiento de la actividad”. Reitera, además, que “la hostelería es una actividad segura”.

Sin embargo, en los interiores se da la fórmula casi perfecta para el contagio y aunque el peso exacto que tiene la transmisión por el aire aún no está claro, la evidencia apunta a que son focos muy importantes de infecciones. “Los espacios cerrados con poca ventilación son lugares de riesgo. En ellos hay que estar poco tiempo, guardar la distancia de seguridad y llevar la mascarilla. Eso es difícil de cumplir en los interiores de los bares y de los restaurantes. Y las terrazas cerradas por los cuatro lados son igual de malas, porque además es difícil de mantener distancia de seguridad”, añade García. Precisamente por eso la OMS lleva pidiendo desde el principio de la pandemia a la población que evite las 'tres C': espacios cerrados, lugares concurridos y el contacto estrecho.

Hay varios estudios internacionales que lo ponen sobre la mesa. En España, Sanidad y Transición Ecológica han actualizado un documento de recomendaciones en el que, por ello, apuestan por abrir las ventanas –también hogares, centros de trabajo o escuelas– como fórmula contra los contagios. La apuesta para este invierno, coinciden los expertos, es pasar frío y “sacrificar la comodidad que teníamos antes; la gente tiene que estar más abrigada”, dice García. “La evidencia va aumentando, así que hay que habilitar los exteriores como sea, y si tenemos que pasar frío, pues tenemos que acostumbrarnos”, vaticinaba a este medio Manuel Franco, profesor de la Universidad de Alcalá y experto en desigualdad y enfermedades.

Otra de las vías por las que está apostando la hostelería son las estufas de exteriores, que pueden ser eléctricas o funcionar con gas y que llevan tiempo en el punto de mira por su potencial contaminante. Un cálculo de la organización Ecodes estimó que una encendida durante ocho horas emite casi lo mismo que un coche en un trayecto de 120 km. Con todo, la pandemia ha hecho que algunos países que habían decretado su prohibición, como Francia, la paralicen hasta el invierno que viene. Desde Ecologistas en Acción explican que “son una fuente de contaminación y un derroche absurdo de energía” que “deberían haberse prohibido hace mucho tiempo”, explica Rodrigo Iruzun. Sin embargo, su planteamiento va más allá y apunta a que “el problema no es que estén funcionando este año sino que se va a incrementar mucho su uso y, claro, ¿qué va a pasar el que viene? Echamos de menos una señal por parte del Gobierno en este sentido” al estilo de Francia, lamenta el experto en energía y cambio climático.

Con todo, el equilibrio no es fácil, y menos aún en el invierno, pero los expertos siguen aconsejando priorizar los exteriores. También reforzar los mensajes en bares y restaurantes para un uso correcto de la mascarilla, que solemos quitarnos cuando nos sentamos y no volvemos a colocarnos hasta que salimos, garantizar la distancia entre mesas y cumplir con la limitación de fumar si no hay separación, una medida que se decretó en agosto para todo el país. “Debería restringirse más de lo que se está haciendo porque no solo implica quitarse la mascarilla, sino expulsar el aire con más fuerza, lo que aumenta la probabilidad de transmisión del coronavirus”, concluye Andrea Burón.