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La Tierra dobla en solo diez años el calor que absorbe del Sol, la causa del cambio climático

La crisis climática que provoca la absorción de calor se traduce en eventos extremos como sequías agudas / NASA.

Raúl Rejón

22 de julio de 2021 22:07 h

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Más pruebas de cómo está acelerándose la crisis climática: la Tierra ha doblado, en solo diez años, la cantidad de calor que absorbe del Sol. Esa energía extra es la que, en definitiva, recalienta el planeta, derrite el hielo oceánico a pasos agigantados y termina por alterar el clima. Es el combustible del motor del cambio climático que se traduce en calor extremo, inundaciones históricas o incendios masivos como atestigua este verano de 2021.

Los cálculos realizados por la NASA y la Agencia Nacional Atmosférica de EEUU (NOAA) son recientes ya que abarcan el periodo 2005-2019. “La escala del crecimiento no tiene precedentes”, resume el investigador principal de la NASA, Norman Loeb. Ambos organismos han estudiado este desequilibrio por separado y con metodologías distintas. “La tendencia que hemos hallado es bastante alarmante”, resume Loeb.

El clima terráqueo está determinado por un equilibrio entre la cantidad de radiación solar que llega a la Tierra y la cantidad que el planeta rebota al espacio. Si se retiene más de lo que se emite, la Tierra se recalienta. Si ocurre al contrario, se enfría. “El aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero de la actividad humana atrapa el calor en la atmósfera que, de otra manera, escaparía al espacio exterior”, subrayan las dos agencias al presentar sus datos. El 90% va a parar a los océanos y el resto funde los hielos y recalienta los continentes y el aire.

La cuestión es que se ha comprobado que el efecto invernadero ha doblado en solo una década el combustible con el que se ceba la bomba del cambio climático: “El desequilibrio positivo se manifiesta mediante síntomas como el aumento de la temperatura global, la subida del nivel del mar o la intensificación del ciclo hidrológico”, es decir, los episodios extremos de precipitación torrencial y sequía. En julio de 2021 se están dejando sentir con fuerza muchos de esos síntomas de los que habla la NASA y la NOAA estadounidenses.

El secretario general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), Petteri Taalas, repite de forma sistemática que “las cosas están empeorando”. En abril de este año insistía en que “todos los indicadores climáticos han ido a peor en 2020”. Luego ha llegado el verano actual para ponerle cara a esas afirmaciones.

El oeste de América del Norte se ha visto atrapado en una ola de calor mortífera que “hubiera sido virtualmente imposible” sin la influencia del cambio climático provocado por los humanos, según una evaluación rápida llevada a cabo por un grupo de investigadores climáticos. Un episodio “milenario”, lo calificaron en su trabajo. Récord histórico absoluto de temperatura en Las Vegas y Utah (EEUU), además de la Columbia Británica de Canadá que rozó los 50ºC. Más de 800 fallecidos.

El calor extremo, y prolongado, también se ha dejado notar en el norte de Europa. Finlandia ha registrado su mes de junio más cálido. Y en el sur del país han contabilizado 27 días seguidos con temperaturas por encima de 25ºC. Es la ola de calor más larga desde, al menos, 1961. Han tenido incluso noches tropicales donde la temperatura no descendió de los 24ºC. En la localidad de Kevo, ya en Laponia, se midió la jornada más calurosa desde 1914 al alcanzarse los 33,6 ºC.

Aunque se han levantado voces pidiendo prudencia a la hora de ligar las inundaciones en el centro de Europa, Alemania y Bélgica especialmente, con la crisis climática, la evidencia científica se acumula en torno al hecho de que cuanto más se calienta la atmósfera retiene más humedad, lo que significa que lloverá más durante las tormentas: hay, pues, más riesgo de inundaciones. En Alemania y Bélgica se registró la cantidad de agua propia de dos meses en dos días. Y sobre suelos ya saturados de agua. Las riadas han costado mas de 200 vidas y, según el Gobierno alemán, harán falta miles de millones de euros para reparar los daños del agua.

Un nuevo récord de temperatura en los próximos años

¿Por qué alude el dirigente de la OMM a que el cambio climático, además de empeorar, se está acelerando? Porque la vigilancia del clima indica que, actualmente, existe “un 90% de probabilidades de que al menos un año del periodo 2021-2025 se convierta en el más caluroso de la serie histórica y desbanque del número uno del ránking a 2016”, según la Oficina Meteorológica del Reino Unido que es la encargada por la ONU para realizar cada curso las previsiones a diez años vista. En este sentido, ya en 2019, un equipo de investigadores firmó un artículo en Nature en el que afirmaba que “la amenaza creciente de un cambio climático irreversible debería obligar a una acción política y económica sobre las emisiones [de GEI]”.

Además del calor de récord y las lluvias sin precedentes, este verano los incendios forestales en el bosque boreal de Rusia están siendo, si cabe, más intensos debido a las altas temperaturas. El fuego ha consumido ya más de 1,4 millones hectáreas de tundra y las columnas de humo han obligado a los residentes de la ciudad siberiana de Yakutsk a no salir de sus casas. El ejército ruso ha trasladado bomberos en helicópteros para tratar de frenar las llamas. No se salvan de los incendios “devastadores”, como los define la OMM, todo el oeste de Norteamérica. Unos fuegos inflamados por las “condiciones de megasequía: combustible muy seco y olas de calor” que llevan destruidas más de 140.000 hectáreas de bosque.

El trabajo de la NASA y la NOAA que ha certificado cómo el planeta aumenta el ritmo al que se traga el calor solar advierte: “Dado que el desequilibrio energético de la Tierra [su recalentamiento] es un aspecto fundamental del sistema climático, el incremento sostenido de ese desequilibrio tiene consecuencias de largo alcance”. Y acaba calculando que “podemos esperar cambios aún más grandes en el clima en las próximas décadas” si no se revierte este fenómeno.

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